viernes, 16 de julio de 2010

¿Del lobo un pelo?

Por RAÚL SAN MIGUEL

Por estos días el diario Granma retomó un asunto que advierte de los problemas relacionados con la incultura del reciclaje. Me refiero específicamente a tema de los tónners, esos cartuchos utilizados por las impresoras láser que desde hace algún tiempo en la provincia de Pinar del Río se observa un esfuerzo por reabastecer el mercado nacional.
Cuando digo “reabastecer” me refiero a un paliativo, resulta imposible (hasta dónde puedo saber) que esa pequeña industria no podría satisfacer la demanda de miles de estos cartuchos bastante costosos.
Una vez más, Granma acude a la necesaria reflexión de quienes aún no comprendemos cuánto representaría para el país, el reciclaje ordenado de estos implementos que generalmente terminan su vida útil lejos del lugar donde pueden ser siquiera recuperados como materia prima electrónica, por citar un ejemplo.
Desde hace varios años y ante la disyuntiva de buscar una variante que permitiera prescindir de estos complementos algunos colectivos laborales han conseguido _en forma artesanal y poco ortodoxa desde el punto de vista industrial_ resultados viables en el restablecimiento de los cartuchos para las impresoras Láser Jet 5 000 y 5 200. Por supuesto, reitero, estos implementos hasta pudieron ser rellenados en tres oportunidades con una duración superior a los cuatro meses de intensa explotación.
Sin embargo, no es solo el haberlos puesto a disposición del trabajo es la única satisfacción de quienes concluyen una jornada en la cual dejan ese plus relacionado con el valor agregado. Valor que nos sirve para suplir las limitaciones de recursos materiales, fundamentales y provenientes del exterior.
Conocemos que, de ningún modo, deberíamos esperar a encontrar una solución lejos de nuestra propia iniciativa en nuestros puestos de trabajo. Menos exigir, a menos que sea imprescindible, la disponibilidad de estas entregas por el organismo central para hacernos llegar los necesarios recursos materiales.
No se trata, en nuestro caso, de hacer referencia a cifras de orden económico como el ahorro que presupone el costo de estos reciclajes. Debemos considerado un gasto de cero punto cero centavos en cualquier moneda si encontramos la forma de resolver estas cuestiones con inteligencia, pero sobre todo despojados de cualquier pensamiento que impida enfrentar la tarea.
Cuando alcanzamos una motivación individual en lo que hacemos positivamente para bien de los demás condicionamos una mayor interrelación con la actitud asumida por cualquier obrero, técnico o investigador en nuestro país, desde hace mucho tiempo, asediado por un férreo bloqueo impuesto hace casi medio siglo por el gobierno de los Estados Unidos.
De la misma forma prendió, en otro colectivo, una iniciativa relacionada con la restauración de las sillas de oficina; debido, evidentemente, a la deficiente calidad de estas producciones industriales de origen nacional. Supongo, en este caso, los inversionistas no tuvieron en cuenta en el proceso fabril realizar la necesaria prueba de campo para conocer sus deficiencias y cito, por ejemplo, la forma en que se “poncha” (debido a la ruptura de un aditamento en el tubo que permite elevar la altura de este mueble).
Pero sobre todo, debemos erradicar la observación malintencionada de quien esgrime salomónicamente: “Ese no es mi problema” y agrega: “Mi asunto no tiene que ver con las deficiencias de otros, sino con mi propia lucha”. “Lo mío es resolver mi problema y el de mi familia”. “Cuando me busco cuatro pesos por la izquierda logro del lobo un pelo”. Y me preguntó: ¿Cómo podríamos resolver los problemas sin tener en cuenta que la lucha no se detuvo con el triunfo de la Revolución en enero de 1959?
Hace unos días me contaba un amigo italiano las impresiones que le causó una reciente visita a su país y particularmente a otras naciones de Europa. “Es increíble. El EuroStar (un tren) demoraba en pasar más de dos horas. Abordé uno donde los pasajeros iban de pie porque no alcanzaban los asientos para viajar como se establece en las reglas de seguridad para estos transportes. Pero lo peor… (No podía ocultar su asombro) la cantidad de edificios construidos y no pueden ser rentados por la extrema situación económica que viven muchas personas en mi provincia (Údine). Los jóvenes ni siquiera encuentran trabajo. Esta situación lo observé, en el caso de los problemas con el transporte, en Dinamarca, por ejemplo”.
La situación de crisis global es real y palpable. Para los cubanos es doble. La única forma de salir adelante es resolver una cuestión filosófica y profunda: el ser social determina la conciencia social. Esa debe ser parte indisoluble de nuestra lucha, la única y verdadera: contribuir a fortalecer la conciencia social como un valor agregado en función de los intereses individuales y colectivos si queremos avanzar con nuestro proyecto Social, en Cuba, con todos y para el bien de todos.