Cuando
miles de médicos cubanos colaboran en otras tierras del mundo, llegue este
mensaje de amor a quienes han ligado sus destinos a la lucha contra las
dolencias provocadas por las enfermedades en millones de personas en todo el
planeta.
Seleccioné,
por la referencia al Che y a Fidel, estos textos del periodista José Mayo, como
homenaje al día de la Medicina Latinoamericana.
Por
José Mayo
Foto:
Tomada de la Internet
Durante
la década del 50 del pasado siglo, los jóvenes argentinos Alberto Granado
(Petiso) y Ernesto Guevara (El Pelao) viajaron en una vieja moto por varias
naciones suramericanas.
En
esa época Granado era médico, y tras graduarse había laborado en un leprosorio
de la provincia de Córdoba; mientras Guevara, a quien sus amigos pusieron ese
sobrenombre porque se cortaba muy corta la cabellera, estudiaba medicina en
Buenos Aires.
"Yo
lo conocí practicando fútbol en Córdoba, antes de irse él para la principal
ciudad argentina a estudiar medicina. Yo pensaba al igual que otros de sus
amigos que iba a estudiar Matemática, porque tenía facilidad para esa
asignatura, y nos sorprendió que escogiera la medicina."
El
entrevistado subraya que siempre se sintió atraído por viajar para conocer
muchos lugares y a sus gentes, lo que también era del agrado de El Pelao.
Ambos
disfrutaron de las bellezas de la naturaleza en varias excursiones en las
montañas cordobesas, donde acampaban en tiendas de campaña.
"En
diciembre de 1950 salimos de Buenos Aires, donde residía en ese momento la
familia Guevara. El primer país recorrido fue Chile y de allí enrumbamos hacia
Perú, en un camión cargado de botellas de refrescos ya que la moto estaba rota.
Visitamos el Cuzco, la vieja capital del imperio incaico y en la cual habitaba
un colega que conocí en un congreso internacional."
"El
doctor Antonio Pesce no me identificó inicialmente debido a mi deteriorada
imagen, pero después se dio cuenta quien yo era. Le dijimos que queríamos ir a
la ciudad sagrada de Machu Pichu. Él nos resolvió el viaje en un tren especial
sin tener que pagar los pasajes. Allí permanecimos varios días viendo la
monumental obra arquitectónica construida por los incas en Los Andes."
El
Petiso estaba interesado en conocer un leprosorio ubicado en la zona de Huambo,
a cuatro mil pies de altura, y hacia allí dirigieron sus pasos.
"En
Huambo no había médicos y solamente atendía a los leprosos una enfermera. Allí
estuvimos ayudándola pero a los pocos días determinamos seguir el periplo, no
sin antes ser testigos de las acciones humillantes que cometían autoridades
locales contra los indios. Yo quise intervenir para defenderlos pero El Pelao
lo impidió al señalarme:
"Mirá
que vos sois pelotudo porque quieres resolver solito lo que no han podido hacer
ellos todavía."
"Cuando
volvimos a Lima, el doctor Pesce nos instaló a trabajar en un leprosorio; pero
como la comida estaba mala, él nos invitaba a cenar todas la noches a su casa,
junto a la familia."
El
anfitrión peruano de Petiso y El Pelao habían escrito un libro titulado
Latitudes de Silencio, y les entregó el manuscrito para que valoraran su
contenido.
"En
la cena de despedida, ya que el doctor nos gestionó el viaje hacia un
leprosorio situado en la localidad de San Pablo, a orillas del río Amazonas, él
nos expresó: -Bueno, ya están a punto de irse y todavía no me han comentado
nada de mi libro"
La
respuesta de Guevara no se hizo esperar: "-Mirá, doctor, parece mentira
que un hombre tan inteligente como usted, y con su capacidad y valor haya
escrito un libro tan mediocre. Este libro es negativo porque describe el
supuesto fatalismo de los indios, que en verdad refleja el punto de vista de
usted; pero no el de ellos…"
El
científico agachó la cabeza, y con voz temblorosa dijo: "-Tiene razón,
Ernesto."
"Yo
me molesté con lo dicho por El Pelao, y cuando estábamos lejos de la vivienda
del médico peruano, le dije: -Mira Pelao, que vos sois hijo de …El pobre hombre
nos ha dado comida, trabajo, dinero y viajes, y lo único que quería de nosotros
es que le diéramos la opinión de su libro, y vos le decís algo desagradable.
Granado
y Guevara marcharon hacia el leprosorio de San Pablo. Algún tiempo
permanecieron en ese sitio, donde se unieron al personal médico que atendía a
los enfermos, hasta que acordaron continuar el recorrido en una balsa que
nombraron Mambo-Tango por la imponente y peligrosa vía fluvial hasta la
localidad colombiana de Leticia.
"Allí
para subsistir nos convertimos en entrenadores de fútbol durante varios días
hasta que volamos en un hidroavión hasta Bogotá, donde cierto día fuimos
detenidos por la policía ya que El Pelao se negó a entregar un puñal que
utilizaba como corta-papeles. Gracias a la intervención del cónsul argentino
nos liberaron y con la ayuda monetaria de estudiantes universitarios compramos
los pasajes en ómnibus para Venezuela."
En
la patria de Bolívar concluyeron su emocionante y aleccionador periplo por
varios países suramericanos. Petiso ingresó en la nómina de un leprosorio de
Maiquetía; mientras El Pelao regresó en un avión de transporte de caballos de
carreras a Argentina para cumplir el compromiso con su madre, Celia de la
Serna, de realizar los últimos exámenes para obtener el título de médico.
"No
nos vimos más hasta que volvemos a encontrarnos en Cuba, donde él había
participado bajo la dirección de Fidel Castro en la guerra de guerrillas contra
la tiranía batistiana, y se convirtió en comandante del Ejército Rebelde.
Cuando llegué a La Habana en 1960 pregunté por él, y me informan que era
Presidente del Banco Nacional de Cuba. Voy de inmediato a verlo a su oficina, y
cuando estamos frente a frente, tras saludarme afectuosamente, me preguntó a
boca de jarro:
¿Cómo
está el científico? , y yo le respondí: ¿Cómo está el comandante?.
Nos
reímos los dos al unísono, y nos sentamos a conversar tomando mate, como en los
viejos tiempos."
Granado,
a petición del Che, se quedó en Cuba para ofrecer sus conocimientos científicos
a la Revolución Cubana, y desde hace casi medio siglo es uno de los tantos
argentinos y de otras nacionalidades que construyen junto al pueblo cubano la
nueva sociedad que soñó su amigo El Pelao. (Por José Mayo con datos del libro
"Con la adarga bajo el brazo", de Mariano Rodríguez)
Ernesto
Guevara formó parte de la expedición del yate Granma como médico y ejerció sus
conocimientos facultativos durante la lucha armada no solo con los integrantes
del Ejército Rebelde, sino también con la población civil a la par que
sobresalía como jefe guerrillero frente al enemigo.
Después
del triunfo revolucionario de enero de 1959, su vocación estuvo siempre
presente cuando fue requerido como especialista.
Quien
fuera viceministro primero de Industrias y después titular del Azúcar, Orlando
Borrego, estuvo presente en un hecho que, a su juicio, demostró la extraordinaria
sensibilidad humana del Guerrillero Heroico.
"Estaba
en mi oficina reunido con un director de empresa y de pronto este cayó al piso
con contracciones en el rostro y raros movimientos en su cuerpo."
Borrego
se dirigió a la oficina del Che para pedirle su presencia como médico, y este
se encaminó rápidamente hacia el lugar. "Lo examinó, e informó a los
presentes que era una taque de epilepsia. Le pregunté si lo trasladábamos hacia
un hospital, y me indicó que era necesario esperar a que se recuperara.
Entonces se sentó al lado del enfermo, le puso un cojín detrás de la cabeza, y
empezó a tomarle el pulso a cada rato."
Borrego
recuerda que el Che le preguntó si no sabía que el director de la empresa era
epiléptico, y ante su respuesta negativa, entonces le aconsejó que había que
preocuparse constantemente por la salud de los dirigentes y trabajadores del
Ministerio de Industrias.
"Cuando
el enfermo abrió los ojos, lo sentamos en una silla, y en su cara se reflejó la
sorpresa al ver a su lado al Comandante, quien indagó con palabras afectuosas
los antecedentes de su padecimiento.
"Al
comprobar que ya se sentía mejor se despidió de él, me aconsejó llevarlo a su
vivienda y ocuparme de que recibiera la adecuada atención."
Posteriormente,
el titular de Industrias insistió con Borrego que se estableciera la debida
atención médica a todo el personal de ese organismo y en especial la medicina
preventiva, lo cual se materializó poco después por la constante preocupación
del Che por la salud de sus semejantes. (Por José Mayo, con datos de "Che:
recuerdos con ráfagas", de Orlando Borrego)
Un médico cubano en el
Congo
Varios
médicos formaron parte del más de un centenar de cubanos que dirigidos por
Ernesto Che Guevara, decidieron en 1965 incorporarse a la lucha armada en el
Congo-Leopoldville (hoy República Democrática del Congo) para contribuir a la
liberación de ese país africano.
Uno
de ellos, el doctor Rafael Zerquera, afirma que como integrante de esa columna
internacionalista recibió la orden de prestar asistencia médica a sus
compatriotas heridos y enfermos, pero estando en el territorio congolés bajo el
mando del Guerrillero Heroico este le orientó incluir en su quehacer
profesional la atención preventiva y terapéutica a la población civil.
"Recuerdo
que en cierta ocasión se apareció él en donde yo estaba acampado, en la zona de
Kibamba, y me preguntó el objetivo de mi presencia en el Congo. Tras
responderle que era para curar a los internacionalistas cubanos, me rebatió y
aclaró: -No, usted vino a ejercer su profesión de médico con todos los que lo
necesiten.
"Entonces
me indicó que lo acompañara junto con el traductor a un recorrido por las
inmediaciones del lugar, para consultar a los nativos enfermos, y entregarles
medicinas.
"Por
supuesto, ello causó tanto impacto en los congoleses que nunca antes habían
conocido a un galeno y mucho menos recibir fármacos, que posteriormente a mí no
me alcanzaba el tiempo para ofrecer mis servicios facultativos a los pacientes
civiles".
Este
septuagenario especialista cubano, quien interrumpió sus estudios médicos en
1957 en la Universidad de La Habana por el cierre de esa casa de estudios por
la tiranía batistiana, obtuvo su título de Doctor en Medicina en la década del
60 del pasado siglo, y fue uno de los primeros que practicó el servicio social
en las montañas orientales.
"Estando
como médico en la zona montañosa de Santo Domingo, en la Sierra Maestra,
determiné incorporarme a la lucha guerrillera en cualquier país del mundo, y
poco después recibí la orientación de formar parte del contingente de
compatriotas que marcharon al Congo Leopoldville a solicitud del local
Movimiento de Liberación Nacional".
Antes
de que Zerquera partiera de Cuba hacia el suroeste de Africa, experimentó una
de las más grandes alegrías de su vida.
"Fidel
sostuvo un encuentro con quienes partiríamos, ocasión en que explicó la
trascendencia de lo que haríamos; pero sin especificarnos el país de destino, y
resaltó que recibiríamos una impresionante sorpresa que ni siquiera podíamos
soñarla al llegar al paradero final".
Al
arribar por vía área a la capital de Tanzania en unión de otros compañeros, fue
recibido por el comandante Víctor Dreke.
"Entonces
le llamó la atención un hombre de tez blanca con apariencia física de profesor,
incipiente barba y acento francés al hablar, quien nos abundó en los objetivos
y condiciones de la misión encomendada. Finalmente nos preguntó si alguien sabía
quién era él.
"Por
rasgos de su rostro, y otras evidencias físicas supuse que podría ser el Che,
mas no me atreví a expresar nada por temor a cometer una imprudencia, y ante la
insistencia del interlocutor manifesté: -Me imagino que usted es el Che".
"El
admitió que era el Comandante Ernesto Guevara y resaltó el motivo de su
presencia en Tanzania, así como reafirmó su admiración por el líder congolés
Patricio Lumumba, quien fuera asesinado en 1961 por los testaferros de las
potencias neocoloniales, cuando ocupaba el cargo de jefe de gobierno del Congo
Leopoldville.
"Añadió
que la misión internacionalista de los cubanos en esa nación africana era
difícil y riesgosa, podría durar varios años y asignó a cada uno de los 14
presentes el nombre de guerra que en lengua swahili correspondía a números.
"Desde
entonces el Che fue conocido como Tatu (Tres), y a mí se me nombró Kumi (Diez)
porque había llegado a Tanzania al frente de nueve compañeros cubanos. En poco
tiempo se prepararon las condiciones logísticas y arribamos el 24 de abril de
1965 a la zona congolesa de Kibamba.
"Allí
nos alojaron en varias chozas y en una de ellas pasamos la noche algunos de
nosotros, entre ellos Guevara, quien fue el primero en levantarse al día
siguiente y marchar al frente del grupo hacia una montaña de cerca de dos mil
metros de altura, donde se radicó el campamento principal.
A
mí se me ordenó quedarme en Kibamba para recibir a otros combatientes cubanos
que posteriormente se sumarían a la guerrilla y atender a los enfermos cubanos
y congoleses".
En
una ocasión Zerquera se trasladó hacia ese lugar de difícil acceso donde
acampaba el Che, porque este estaba enfermo.
"Lo
encontré muy mal de salud pues tenía fiebre y tos seca. Le pregunté sobre el
tratamiento que se le podía aplicar y después de sugerirme un fármaco se
lamentó de que no se dispusiera en ese momento.
"Para
sorpresa de él abrí un pequeño maletín que contenía varias medicinas, y que me
habían entregado en Cuba para situaciones urgentes, y extraje lo apropiado para
curarlo. Al ver aquello me preguntó de dónde procedía, y me costó trabajo
convencerlo de que la aceptara, porque desde que llegamos a Kibamba me orientó
que las pocas medicinas se destinaran a la población nativa".
Al
cabo de varios días mejoró su estado de salud y le indicó a Zerquera regresar a
Kibamba para atender a los pacientes del hospital rural instalado allí con
materiales rústicos.
No
transcurrió mucho tiempo cuando el médico cubano volvió al campamento principal
en la montaña, pues el jefe guerrillero padecía de malaria.
"Ese
mal, que es común en África, le causó hemorragias y fiebre alta. Otra vez tuve
que convencerlo de que me permitiera aplicarle el medicamento apropiado que
tenía conmigo, porque decía que debía dárselo a los enfermos civiles".
De
abril a noviembre de 1965 Zerquera se mantuvo en el hospital rural de Kibamba,
hasta que a finales de ese año, a solicitud del mando militar local del
movimiento guerrillero se emprende la retirada de los combatientes cubanos.
"Pocos
minutos antes de que llegaran a territorio tanzano se detuvieron las tres
embarcaciones en que viajábamos por el lago Tanganika y se concentraron para
escuchar a Guevara, quien nos habló de la epopeya guerrillera que habíamos
protagonizado y nos exhortó a continuar luchando en otras partes del mundo por
la liberación de los pueblos del colonialismo, el neocolonialismo y el
imperialismo"-
Al
regresar a Cuba, Rafael Zerquera se mantuvo en los servicios médicos de las FAR,
donde alcanzó el grado de Teniente Coronel, y se especializó en epidemiología.
Un
decenio después retornó al continente africano como médico militar en Angola,
donde el sueño libertario del Che en África se convirtió en realidad.