jueves, 30 de enero de 2014

El escudo en la palabra: evocación necesaria



 

“Hoy mi deber era/ cantarle a la patria/
alzar la bandera
sumarme a la plaza”. SR.

La llamada telefónica al hospital militar donde se encontraba ingresado no me permitió escuchar su voz.  No obstante, la persona que transmitió el saludo, pidió que esperara unos minutos para hablarle. Poco después respondió en tono animado: “Sabe quién es usted”  y transmitió con exactitud sus palabras: “Sí, sé quién es la persona que llamó. Es un gran compañero…y mencionó su nombre”. La referencia me hizo sentir tranquilo, a pesar de que todos sabíamos del avanzado deterioro causado por la diabetes. Mascullé una palabrota. La noticia de su desaparición física me llegó, esta mañana, cuando cientos de niños coreaban consignas martianas por el natalicio 161 de nuestro José Martí. 
Retengo su imagen bajo la sombra de los naranjos del patio. Le gustaba recostar la silla a un árbol y allí jugar con mis hijos, entonces pequeños, durante algunas de sus visitas dominicales a la finca donde residí en Jaruco. Es como prefiero recordarle: sumergido en el juego de los niños, lejos de cualquier pregunta relacionada con su historia al servicio de la Patria, de las tensiones del trabajo periodístico diario, de las correcciones de mi trabajo, de sus consejos y transmisión de experiencias personales para formarme como analista de temas internacionales.
Prefiero evocarlo allí, en medio de ese privilegio que permitía compartir y formar parte de ese ambiente familiar donde me insertó como parte de sus íntimos compañeros y colegas. Nunca le pregunté nada, al bisnieto de María Baldomera Maceo y tataranieto de Mariana Grajales y Marcos Maceo. Ninguna palabra relacionada con el Ché, ni de Tania o del Comandante Piñeiro. Solo escuchaba sus consejos, prácticos, en relación con nuestro trabajo de periodistas y, en lo personal, cuestiones que contribuyeron a moldear mi carácter para asumir responsabilidades profesionales…, la gran confianza en Fidel.  “Me gusta estar aquí, donde me siento tranquilo”, decía antes de escurrirse en sus pensamientos y dormitar un poco, mientras duraba la tarde.  
http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2008-08-30/tania-la-guerrillera-y-ulises-estrada-un-amor-dificil/

Viajando al infinito






Después de su sangre, lo mejor que el hombre puede dar es una lágrima.
Alphonse de Lamartine

De nada vale ir tan al fondo de la memoria, aunque el hombre haya avanzado desde el punto de vista tecnológico y estoy consciente de que ciertas memorias puedan verse claramente y estudiarse, estrujarse, abrirse, llevarse incluso en un bolsillo; aunque, por ahora, no es posible utilizar de ese modo y manosear la que llamamos: memoria cognoscitiva o emocional. Lo sé y no me culpo por querer ir al fondo de las cosas, más bien acepto algún que otro análisis para dar una respuesta científica a lo que desconocemos, intriga o se cubre con el velo del misterio. Por ejemplo, si tuviéramos la posibilidad de viajar en la mente y desandar los rincones del recuerdo ¿a dónde iríamos?  ¿Qué impide que lo hagamos? Pues nada, obviamente. Lo sé. Solo se requiere analizar las circunstancias en que realizaremos ese “viaje”, pero sobre todo advierto tener en cuenta las situaciones que nos afectan, me refiero a los eventos ya sean agradables o no en este retorno ¿al pasado? O regreso o más simple: lo que considero volver al punto de partida de un círculo _no se me ocurre otra manera para definir la línea de la vida que nos conduce desde lo finito: el universo en el cual un espermatozoide fecunda a un óvulo (ambos portadores de un mundo genético en el cual la memoria de otras vidas está presente) y lo infinito: el lugar donde, mirado desde un punto aéreo, el círculo se cierra.


Mi padre, Alfredo, citaba un patakín de la cultura yorubá para ilustrar algunos momentos o reiterar consejos. "Cuando no sepas a dónde vas, mirá de dónde vienes", pero, agrego: "cuando te encuentres solo, no temas a la oscuridad, cerciórate que puedes mirar desde adentro" (RSM).  

Gracias a ti y a María Esther.

La guagua         

"Todos los días la gente se arregla el cabello,
¿por qué no el corazón?."
Che

Frente a nosotros el viejo Skoda parecía una muchacha quinceañera. Su carrocería pintada de un azul reluciente le daba nuevos bríos a la aerodinámica de sus líneas onduladas y  acentuaban los detalles característicos para esta marca de ómnibus y que fuera concebida por los fabricantes checos de la etapa socialista. “Suba, mire el corazón de esta joven”, dijo con orgullo el mecánico que la recuperó cuando estaba a punto de ser embarcada con destino a la fundición. Levantó el capó interior, en la cabina del chofer, y miré dentro: había un motor ¿…? , el innovador comprendió mi ignorancia en tales asuntos y con presteza agregó: “es un motor ruso, ruso no soviético (sonrió para enfatizar la edad del equipo y la grandeza de haber combinado ambos) con el nombre Gaz-68, grabado en el metal. “No podía dejar que se perdiera, también lo encontré tirado en el miedo. Si me dieran un chance, con todo lo que se bota allí podría hacer maravillas”. El administrador reforzó sus palabras con un gesto de aprobación, como si fuese él quien había logrado restaurar el equipo que ahora sería considerado la niña de los ojos de su colectivo. Para eso habían convocado a la prensa y comprado lo necesario en función del motivito que seguiría después: un brindis en el que podríamos compartir los tamales hechos por Rebeca, la cocinera, quien trajo de su casa algunos adornos para el nuevo transporte, las botellas de vino y de ron encargadas al Sindicato, la ensalada preparada por Luisa, la económica, quien hacía mejor que nadie las croquetas y todo lo que se mezclara con embutido; eso sí, debían garantizarle los recursos “porque la cosa está que arde y no puedo gastar más que la energía para la cocción de los alimentos, además de la elaboración en mi casa, ¿no es así…?”, diría ella y se alisaría los cabellos pintados de un rojo caoba que variaría, invariablemente, en la próxima semana  por otro, quizá verde o amarillo naranja con vetas azules.  “Claro, Rebeca, nosotros sabemos de su esfuerzo compañera —apuntaría el del Sindicato— y lo tenemos en cuenta para que pueda contar con nuestro apoyo en la Asamblea de los trabajadores”.  “Por supuesto —aclaró el administrador— nosotros hicimos la solicitud a la empresa para que nos hiciera la facturación y cotización de las gomas para la guagua. En el objeto social de nosotros no hay posibilidades de utilizar el dinero libremente convertible que aportamos. Estas erogaciones nos llegan en el  material de oficina, que nos compra y suministra la empresa. Lo de nosotros es garantizar la limpieza de las calles del pueblo y mantener la higiene comunitaria, con mucho esfuerzo”.  “Eso es verdad, apuntó el del Sindicato, no resulta fácil carretonear durante la madrugada para dejar las calles limpias. A veces ni los animales, empleados en el tiro,  tienen fuerzas para despertarse; sin embargo, hombre y animal son capaces de cumplir la tarea asignada con dignidad y hasta cierta cuota de coraje. Sí, coraje, porque ambos apenas duermen pendientes el uno del otro: el caballo de que lo asesine un matarife, el dueño de perder su herramienta de trabajo, al compañero y hasta cierto punto al amigo”.  Lo dice muy serio, nadie hizo un mohín de burla o incomprensión. Es un asunto muy serio, no dormir, estar pendientes el uno del otro. “Es por eso que celebramos el rescate de esta guagua que ahora podrá ser empleada en función de los trabajadores” —agregó el administrador. “Tendremos la oportunidad de poder ofrecer una atención a nuestros compañeros y sus familiares. Incluimos la posibilidad de obtener algunos ingresos en los viajes de recreo al campismo, la playa e incluso al hospital de la ciudad. De esta manera el ómnibus sería rentable y pagaríamos las roturas, los ponches de los neumáticos y otros gastos de mantenimientos y accesorios. También resultaría una forma de contar con un medio de transporte que nos garantice cierta autonomía a la dirección cuando tengamos que asistir a una reunión en el municipio”, dijo con orgullo el del Sindicato. “Ya hemos recibido la felicitación de los compañeros de la oficina de innovadores y racionalizadores, también del órgano del gobierno local y de otros dirigentes de la empresa”, enfatizó el administrador. “Pero nos faltan las gomas, la asignación del combustible y todo el papeleo que debemos realizar para sacar la patente, el permiso de circulación y un montón de cosas…” habló el innovador. Todos miraron hacia donde me encontraba. “Es por eso que hemos convocado a la prensa, tenemos el interés de que se hable de esta noticia, con titulares donde se informe de la recuperación de una guagua cuando el país, no el país, el mundo enfrenta una de las crisis más agudas de la historia, cuando más asediados estamos y amenazados hasta con invadirnos…”, reiteró el administrador. “¿Qué opina usted, periodista?”, dijo el del Sindicato, justo cuando la económica me alcanzaba un recipiente plástico (también recuperado) con un pedacito de tamal, ensalada fría y dulces. 

Raúl San Miguel
 octubre de 2011 

Nota:



“Ánimo mi amor, yo seré tu brazo izquierdo
Entonces la fina mano de la derrota atenazó los corazones de los Espadachines de Varnis: dos, tres, cuatro más entre ellos mezclaron su sangre con el rojo polvo del patio, mientras Tharn y su princesa guerrera hacían volar sus implacables hojas perfectamente al unísono. Parecía que nada ya podría evitar que lograsen conquistar el misterioso secreto del Vapor del Oriente… pero no habían contado con la felonía de uno de los espadachines que restaban. Saltando hacia atrás para apartarse del conflicto, abatió disgustado al suelo su espada.
¡Cuerno, al demonio con esto! _gruñó; y, desenfundando una pistola protónica mandó al infierno a Lehni-tal_Loanis y a su Señor de la Guerra con un ardiente rayo de energía”.

Clive Jakson, Los espadachines de Varnis.