sábado, 11 de diciembre de 2010

¿No crecen los hijos?

Por RAÚL SAN MIGUEL

Foto: SAMUEL

“Los hijos no crecen”, es una expresión que suele utilizarse con frecuencia entre quienes asumimos la maternidad y la paternidad no solo como un privilegio biológico, sino como una responsabilidad espiritual, afectiva o al contraer un nuevo compromiso con otra persona que también tiene descendencia. Pero es tan solo una frase que encierra un concepto de amor sin límites e inevitable en los progenitores. Los hijos sí crecen y lo vemos a diario con la vara de la experiencia que nos da el conocerlos y hasta predecirlos en algunas de sus acciones o comportamientos.
Muchas veces _ cuando nos referimos a los más jóvenes_ escuchamos opiniones apocalípticas que nos excluyen de la responsabilidad ante la falta criticada. Aunque, insisto, generalizar no justifica ni aporta justeza a un argumento que pretenda cuestionar o compararlos con las generaciones precedentes. De ningún modo hemos sido perfectos (los padres y los abuelos desde el principio de todos los tiempos).



Errar es parte de la experiencia que se adquiere en la vida, repetir los errores acusa a la falta de previsión y la caducidad del pensamiento al enfrentar los nuevos retos que impone el mundo moderno.
Pudiera citar incontables ejemplos para ilustrar esta afirmación; sin embargo, no es el propósito. Más bien propongo una alerta y no confundirn(l)os al permitirles comportarse de una manera incorrecta o mostrar una conducta incompatible con las normas de convivencia sociales; porque los hijos no son exclusivamente de nosotros, forman parte indisoluble de la sociedad y deben comportarse como garantes, representantes y defensores de los valores que los y nos identifican.
Es por eso que prefiero la invitación a reflexionar en este sentido. Los hijos son la única oportunidad de perpetuarnos como seres humanos y trascender en la memoria como legado imprescindible no solo de cada familia, sino para su construir su propio futuro.