“¿Qué es el océano, sino una multitud de gotas?”
(Tomado del filme Cloud Atlas)
Quise escribir un artículo, por sugerencia de un joven amigo, de
profesión médico, relacionado con el tema de la violencia contra la mujer. He
conocido que, la mayoría de las veces, lamentablemente, los victimarios, quedan exonerados de
sus culpas. Después de la conversación, reflexioné en el asunto, mientras
observaba las fotografías que me dejó para graficar las consecuencias de este
flagelo en las víctimas. Se trata de imágenes fuertes _tomadas en el cuerpo de
guardia de un hospital_ que reflejan las terribles heridas visibles sobre la piel, pero
no las secuelas de estas lesiones capaces de provocar los más severos traumas en la psiquis, no
solo de quien recibe el daño físico o silencioso de manera directa, sino de
quienes le rodean en su entorno.
Prefiero meditar.
Cerca, la pequeña Camila, a quien le apodamos con un nombre de los
pueblos originarios del Sur, Wara Wara (la que vino con las estrellas), trata de alcanzar una flor en el jardín.
Me
pregunto:
¿Por qué no observar que esa violencia tiene muchos rostros y alguno puede ser el nuestro?
Nota: La imagen es de un óleo de Vicente Rodríguez Bonachea.