domingo, 8 de agosto de 2010

Hace calor en la Habana










Por RAÚL SAN MIGUEL

Fotos: SAMUEL PONCE

La Habana todos los días es una ciudad distinta. Lo que marca la diferencia es la temperatura ambiente. Si en la madrugada llovió, entonces se puede observar la humedad dibujando islas y continentes en las paredes de las fachadas de las casas y los edificios. El tema del día, por supuesto, girará en torno a la lluvia y su relación con los problemas de la agricultura que impiden hacer llegar los precios más bajos a los agromercados.
La Habana es una ciudad con muchos rostros en los cuales se refleja esta urbe y cada habitante, tiene en su interior una Habana propia que cambia de acurdo con la temperatura ambiente.
Por eso, en la mañana, después de la lluvia, puedes ver a las personas aglomeradas en las paradas de los ómnibus o en las colas de cualquier lugar donde venden (o se corrió la bola de que sacarán algo a la venta) cosas que no se pueden comprar después.
Cada atardecer tiene un ocaso diferente para las distintas barriadas habaneras. Por ejemplo, en la zona del litoral de Miramar (Playa) son hermosos y solitarios; en cualquier punto del Nuevo Vedado, pueden resultar exclusivos; folklóricos o populares en la parte colonial de la ciudad (Habana Vieja) y así sucesivamente; pero todos tienen que ver con la temperatura ambiente.
La temperatura ambiente resulta determinante para los habaneros, incluso hasta el punto de converger, cientos de capitalinos, en el amplio balcón costero llamado malecón. Allí se puede conseguir cualquier cosa: desde un cifara que te cante una canción por un euro o peso convertible, hasta una chica o chico para evitar que tu soledad naufrague en el aburrimiento. Pero esta convergencia se debe a la temperatura externa y la imposibilidad de combatir el calor con los equipos tecnológicos imprescindibles para un clima como el nuestro: sofocante.

En las noches, es cuando más ausente resulta la Habana. El trajín diurno disminuye, mientras las calles comienzan a perder el encanto de la luz como ocurre en la zona del Capitolio (donde un brillante marca el kilómetro cero de esta Isla) permanece semioscura y en derredor las figuras fantasmagóricas de proxenetas, prostitutas y prostitutos emergen para ocupar su espacio como vampiros sexuales. Por supuesto, también depende de la temperatura ambiente.



















No creo que existe una ciudad más temperamental que La Habana, capaz de sonreír en medio de la más grande tristeza, de las peores dificultades materiales que laceran la economía domésticas de sus habitantes, debido a un absurdo bloqueo impuesto por el gobierno de los Estados Unidos, hace casi medio siglo. La presencia de dos monedas oficiales: una con un gran poder adquisitivo (dentro de la Isla) y otra, la de los salarios cobrados por la mayoría, que no representa nada; provoca también cambios de temperatura en los que no pueden dejar algo para combatir el calor con un refrigerio capaz de absorber de un golpe un salario medio; por suerte, es solo un ligero aumento de la temperatura corporal y nada más.