“Queremos que los niños de América sean:
hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien:
hombres elocuentes y sinceros.” José Martí
Fotos tomadas de la Internet
Una de las expectativas que se anuncia para la 24 Feria
Internacional del Libro de La Habana es la reedición de la Edad de Oro, el
texto mágico escrito por nuestro Apóstol, José Martí. No tengo que hacer una reseña
de este texto traducido a muchísimos idiomas, pero lo traigo a mi blog como
referencia de un hecho tan estremecedor como uno de los males que sacude al
futuro del mundo: la terrible infancia de millones de seres humanos en casi
todo el planeta.
Recordé un escrito también impresionante por su honda
denuncia a la situación de niños y niñas en una de las naciones de Nuestra
América y donde José Martí fue cónsul, en sus años de residencia en Nueva York,
donde además de preparar la lucha necesaria por la independencia de Cuba de la
metrópoli española, también hizo un lugar para escribir a los niños y las
niñas. Así comienza el hermoso libro:
"A los niños que lean la Edad de Oro, José Martí
"A los niños que lean la Edad de Oro, José Martí
Para
los niños es este periódico, y para las niñas, por supuesto. Sin las niñas no
se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz. El niño ha de trabajar,
de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse
hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso.
Pero nunca es un niño más bello que cuando trae en sus manecitas de hombre
fuerte una flor para su amiga, o cuando lleva del brazo a su hermana, para que
nadie se la ofenda: el niño crece entonces, y parece un gigante: el niño nace
para caballero, y la niña nace para madre. Este periódico se publica para
conversar una vez al mes, como buenos amigos, con los caballeros de mañana, y
con las madres de mañana; para contarles a las niñas cuentos lindos con que
entretener a sus visitas y jugar con sus muñecas; y para decirles a los niños
lo que deben saber para ser de veras hombres. Todo lo que quieran saber les
vamos a decir, y de modo que lo entiendan bien, con palabras claras y con
láminas finas. Les vamos a decir cómo está hecho el mundo: les vamos a contar
todo lo que han hecho los hombres hasta ahora.
Para
eso se publica La Edad
de Oro: para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes, y
se vive hoy, en América, y en las demás tierras; y cómo se hacen tantas cosas
de cristal y de hierro, y las máquinas de vapor, y los puentes colgantes, y la
luz eléctrica; para que cuando el niño vea una piedra de color sepa porqué
tiene colores la piedra, y que quiere decir cada color; para que el niño
conozca los libros famosos donde se cuentan las batallas y las religiones de
los pueblos antiguos. Les hablaremos de todo lo que se hace en los talleres,
donde suceden cosas más raras e interesantes que en los cuentos de magia, y son
magia de verdad, más linda que la otra: y les diremos lo que se sabe del cielo,
y de lo hondo del mar y de la tierra; y les contaremos cuentos de risa y
novelas de niños, para cuando hayan estudiado mucho, o jugado mucho, y quieran
descansar. Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben
querer, porque los niños son la esperanza del mundo. Y queremos que nos
quieran, y nos vean como cosa de su corazón.
Cuando
un niño quiera saber algo que no esté en La Edad de Oro, escríbanos como si nos
hubiera conocido siempre, que nosotros le contestaremos. No importa que la
carta venga con faltas de ortografía. Lo que importa es que el niño quiera
saber. Y si la carta está bien escrita, la publicaremos en nuestro correo con
la firma al pie, para que se sepa que es niño que vale. Los niños saben más de
lo que parece, y si les dijeran que escribiesen lo que saben, muy buenas cosas
que escribirían. Por eso La
Edad de Oro va a tener cada seis meses una competencia, y el
niño que le mande el trabajo mejor, que se conozca de veras que es suyo,
recibirá un buen premio de libros, y diez ejemplares del número de La Edad de Oro en que
se publique su composición, que será sobre cosas de su edad, para que puedan
escribirla bien porque para escribir bien una cosa hay que saber de ella mucho.
Así queremos que los niños de América sean: hombres que digan lo que piensan, y
lo digan bien: hombres elocuentes y sinceros.
Las
niñas deben saber lo mismo que los niños, para poder hablar con ellos como
amigos cuando vayan creciendo; como que es una pena que el hombre tenga que
salir de su casa a buscar con quien hablar, porque las mujeres de la casa no
sepan contarle más que de diversiones y de modas. Pero hay cosas muy delicadas
y tiernas que las niñas entienden mejor, y para ellas las escribiremos de modo
que les gusten; porque La
Edad de Oro tiene su mago en la casa, que le cuenta que en las
almas de las niñas sucede algo parecido a lo que ven los colibríes cuando andan
curioseando por entre las flores. Les diremos cosas así, como para que las
leyesen los colibríes si supiesen leer. Y les diremos cómo se hace una hebra de
hilo, cómo nace una violeta, cómo se fabrica una aguja, cómo tejen las
viejecitas de Italia los encajes. Las niñas también pueden escribirnos sus
cartas, y preguntarnos cuanto quieran saber, y mandarnos sus composiciones para
la competencia cada seis meses. ¡De seguro que van a ganar las niñas!
Lo
que queremos es que los niños sean felices, como los hermanitos de nuestro
grabado; y que si alguna vez nos encuentra un niño de América por el mundo nos
apriete mucho la mano, como a un amigo viejo, y diga donde todo el mundo lo
oiga: "¡Este hombre de La
Edad de Oro fue mi amigo!"
Crecí
leyendo estos y otros escritos del Apóstol. Asumo, en mi esencia como
latinoamericano y revolucionario el traer estas líneas que leí en la Internet,
en el perfil de un amigo, y bajo la firma de la autora. En este caso, el último
párrafo, del texto a continuación, resume el por qué debemos defender a los
niños y las niñas, si realmente un país, un asunto pendiente en casi todo el
planeta, mientras la muerte acecha y las políticas de los estados no ayudan a
preservar el futuro de sus naciones, que es igual a preservar el futuro del
mundo.
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Puede interesar: Las siguientes imágenes demuestran las consecuencias de las políticas que no toman en cuenta a los niños como garantes del futuro de las naciones y, por supuesto, de la propia supervivencia de la especie humana en el planeta tierra. Ambas imágenes fueron tomadas en naciones diferentes. Lo que cuenta es precisamente lo que reflejan, aunque no se haga referencia a las causas entre las cuales resulta determinante la extrema pobreza y la marginación de los niños y las niñas en los intereses de algunos estados. |
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Bettina Romero
“Muchos hablan de los derechos de los niños, pero hoy
lejos de celebrar, en Argentina, y en Salta en particular, vemos con tristeza
una creciente infantilización de la pobreza. La emergencia que atraviesa el
sistema de salud en
la provincia de Salta afecta sobre todo a los niños. Hay ministerios, hay
discursos, hay recursos, pero lo que se ve entre los funcionarios de turno es
un tremendo desprecio por la vida de los otros. Sobran las justificaciones y
respuestas increíbles, ministros y secretarios diciendo que "se mueren por
deshidratación, no por desnutrición...", que "algunos casos se les
escapan...", que "los chiquitos a veces mueren...", etcétera.
Gobiernos que muestran un gran relato y manejo de la propaganda, pero una falta
evidente de políticas reales, que garanticen las necesidades más elementales.
Los números hablan por sí solos. Según el cuarto informe
del Barómetro de la Deuda Social de la UCA, el 38,8% de los niños en todo el
país viven en situación de pobreza. De acuerdo al informe Las Inequidades de
las Infancias Salteñas, presentado recientemente por la misma institución, en
Fundara, el 28% de los niños tienen necesidades básicas insatisfechas, mientras
que el promedio nacional ronda el 24%. Además, el 46% de los niños en la ciudad
de Salta está por debajo de la línea de pobreza, número que se hace más duro y
alto en el interior donde la pobreza afecta hasta el 65% de los niños en los
departamentos del norte de la provincia Rivadavia, Orán, San Martín, Anta,
Iruya. La falta de equidad que se vive hoy en Salta se traduce también en el
hecho de que 4 de cada 10 niños necesitan ayuda para poder comer algo
diariamente. La situación es más grave y profunda en el interior, donde en los
últimos años ha habido una incapacidad de los estados de articular políticas
integrales que garanticen el cumplimiento de los derechos de los niños.
Toda esta realidad está muy lejos del país de las
maravillas del que nos hablan desde el oficialismo. Ese país lleno de familias
pujantes que vacacionan en la costa, que viajan, que consumen, no coincide en
lo más mínimo con la realidad. La crisis sanitaria que sufre la provincia,
sigue cobrándose la vida de inocentes.
En octubre del 2014 en el departamento de Rivadavia, una
niña wichi, llamada Liliana, de un año y cuatro meses, falleció por
desnutrición. Dos casos más en Pichanal que salen a la luz meses después. Son
miles las familias del Chaco salteño que ven violado su derecho a una salud de
calidad. Recién comienza el 2015, y en Salta a todos nos golpea la muerte de
Marcos Solís de casi 2 años y la del bebe de 9 meses, caso que salió a la luz
hoy gracias a que el médico de Colonia Santa Rosa se animó a firmar el
certificado de defunción contando la verdad, y violando así con la prohibición
que ha bajado el gobierno del Dr. Juan Manuel Urtubey a todos los directores de
los nosocomios: no dar a conocer las muertes por desnutrición, bajo amenaza de
sufrir juicios por mala praxis. Esta fotografía se traslada también a los
principales centros urbanos del país en el que el 12% de los hogares sufrieron
inseguridad alimentaria durante 2013.
Es evidente que el gran tema pendiente de la Argentina de
hoy es acabar con la desnutrición de nuestros niños. Para saldar esta paradoja
perversa de vivir en un país rico en recursos naturales y humanos, con niños
pobres, los estados, tanto nacionales, provinciales como municipales, deben
asegurar el cuidado y la protección de nuestros chicos, aplicando políticas
públicas para lograr su bienestar. En todo el país se necesitan fuertes
inversiones para garantizar el derecho a la salud, la nutrición y la educación
básica de sus habitantes. Así se podrá quebrar el ciclo de pobreza en
Argentina. Pero también la resolución de la problemática requiere que tanto la
sociedad civil como cada familia argentina nos involucremos en el tema. Todos
juntos, cada uno desde su lugar, uniendo esfuerzos para fortalecer los derechos
y el bienestar de la infancia, podremos revertir la pobreza, la marginalidad,
la muerte que acecha a los más pequeños. Siendo fundamental la implementación
de políticas públicas serias y que se mantengan en el tiempo como políticas de
Estado, gobierne quien gobierne. Solo tenemos que centrarnos en la realidad,
dejar de lado la mentira, la propaganda y los anuncios vacíos”.