viernes, 13 de febrero de 2015

El gran tema pendiente cuando la muerte acecha




“Queremos que los niños de América sean:
hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien:
hombres elocuentes y sinceros.” José Martí

Fotos tomadas de la Internet

Una de las expectativas que se anuncia para la 24 Feria Internacional del Libro de La Habana es la reedición de la Edad de Oro, el texto mágico escrito por nuestro Apóstol, José Martí. No tengo que hacer una reseña de este texto traducido a muchísimos idiomas, pero lo traigo a mi blog como referencia de un hecho tan estremecedor como uno de los males que sacude al futuro del mundo: la terrible infancia de millones de seres humanos en casi todo el planeta.
Recordé un escrito también impresionante por su honda denuncia a la situación de niños y niñas en una de las naciones de Nuestra América y donde José Martí fue cónsul, en sus años de residencia en Nueva York, donde además de preparar la lucha necesaria por la independencia de Cuba de la metrópoli española, también hizo un lugar para escribir a los niños y las niñas. Así comienza el hermoso libro:

"A los niños que lean la Edad de Oro, José Martí


Para los niños es este periódico, y para las niñas, por supuesto. Sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz. El niño ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso. Pero nunca es un niño más bello que cuando trae en sus manecitas de hombre fuerte una flor para su amiga, o cuando lleva del brazo a su hermana, para que nadie se la ofenda: el niño crece entonces, y parece un gigante: el niño nace para caballero, y la niña nace para madre. Este periódico se publica para conversar una vez al mes, como buenos amigos, con los caballeros de mañana, y con las madres de mañana; para contarles a las niñas cuentos lindos con que entretener a sus visitas y jugar con sus muñecas; y para decirles a los niños lo que deben saber para ser de veras hombres. Todo lo que quieran saber les vamos a decir, y de modo que lo entiendan bien, con palabras claras y con láminas finas. Les vamos a decir cómo está hecho el mundo: les vamos a contar todo lo que han hecho los hombres hasta ahora.
Para eso se publica La Edad de Oro: para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes, y se vive hoy, en América, y en las demás tierras; y cómo se hacen tantas cosas de cristal y de hierro, y las máquinas de vapor, y los puentes colgantes, y la luz eléctrica; para que cuando el niño vea una piedra de color sepa porqué tiene colores la piedra, y que quiere decir cada color; para que el niño conozca los libros famosos donde se cuentan las batallas y las religiones de los pueblos antiguos. Les hablaremos de todo lo que se hace en los talleres, donde suceden cosas más raras e interesantes que en los cuentos de magia, y son magia de verdad, más linda que la otra: y les diremos lo que se sabe del cielo, y de lo hondo del mar y de la tierra; y les contaremos cuentos de risa y novelas de niños, para cuando hayan estudiado mucho, o jugado mucho, y quieran descansar. Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo. Y queremos que nos quieran, y nos vean como cosa de su corazón.
Cuando un niño quiera saber algo que no esté en La Edad de Oro, escríbanos como si nos hubiera conocido siempre, que nosotros le contestaremos. No importa que la carta venga con faltas de ortografía. Lo que importa es que el niño quiera saber. Y si la carta está bien escrita, la publicaremos en nuestro correo con la firma al pie, para que se sepa que es niño que vale. Los niños saben más de lo que parece, y si les dijeran que escribiesen lo que saben, muy buenas cosas que escribirían. Por eso La Edad de Oro va a tener cada seis meses una competencia, y el niño que le mande el trabajo mejor, que se conozca de veras que es suyo, recibirá un buen premio de libros, y diez ejemplares del número de La Edad de Oro en que se publique su composición, que será sobre cosas de su edad, para que puedan escribirla bien porque para escribir bien una cosa hay que saber de ella mucho. Así queremos que los niños de América sean: hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien: hombres elocuentes y sinceros.
Las niñas deben saber lo mismo que los niños, para poder hablar con ellos como amigos cuando vayan creciendo; como que es una pena que el hombre tenga que salir de su casa a buscar con quien hablar, porque las mujeres de la casa no sepan contarle más que de diversiones y de modas. Pero hay cosas muy delicadas y tiernas que las niñas entienden mejor, y para ellas las escribiremos de modo que les gusten; porque La Edad de Oro tiene su mago en la casa, que le cuenta que en las almas de las niñas sucede algo parecido a lo que ven los colibríes cuando andan curioseando por entre las flores. Les diremos cosas así, como para que las leyesen los colibríes si supiesen leer. Y les diremos cómo se hace una hebra de hilo, cómo nace una violeta, cómo se fabrica una aguja, cómo tejen las viejecitas de Italia los encajes. Las niñas también pueden escribirnos sus cartas, y preguntarnos cuanto quieran saber, y mandarnos sus composiciones para la competencia cada seis meses. ¡De seguro que van a ganar las niñas!
Lo que queremos es que los niños sean felices, como los hermanitos de nuestro grabado; y que si alguna vez nos encuentra un niño de América por el mundo nos apriete mucho la mano, como a un amigo viejo, y diga donde todo el mundo lo oiga: "¡Este hombre de La Edad de Oro fue mi amigo!"


Crecí leyendo estos y otros escritos del Apóstol. Asumo, en mi esencia como latinoamericano y revolucionario el traer estas líneas que leí en la Internet, en el perfil de un amigo, y bajo la firma de la autora. En este caso, el último párrafo, del texto a continuación, resume el por qué debemos defender a los niños y las niñas, si realmente un país, un asunto pendiente en casi todo el planeta, mientras la muerte acecha y las políticas de los estados no ayudan a preservar el futuro de sus naciones, que es igual a preservar el futuro del mundo.













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Las siguientes imágenes demuestran las consecuencias de las políticas que no toman en cuenta a los niños como garantes del futuro de las naciones y, por supuesto, de la propia supervivencia de la especie humana en el planeta tierra. Ambas imágenes fueron tomadas en naciones diferentes. Lo que cuenta es precisamente lo que reflejan, aunque no se haga referencia a las causas entre las cuales resulta determinante la extrema pobreza y la marginación de los niños y las niñas en los intereses de algunos estados.





Bettina Romero

“Muchos hablan de los derechos de los niños, pero hoy lejos de celebrar, en Argentina, y en Salta en particular, vemos con tristeza una creciente infantilización de la pobreza. La emergencia que atraviesa el sistema de salud en la provincia de Salta afecta sobre todo a los niños. Hay ministerios, hay discursos, hay recursos, pero lo que se ve entre los funcionarios de turno es un tremendo desprecio por la vida de los otros. Sobran las justificaciones y respuestas increíbles, ministros y secretarios diciendo que "se mueren por deshidratación, no por desnutrición...", que "algunos casos se les escapan...", que "los chiquitos a veces mueren...", etcétera. Gobiernos que muestran un gran relato y manejo de la propaganda, pero una falta evidente de políticas reales, que garanticen las necesidades más elementales.
Los números hablan por sí solos. Según el cuarto informe del Barómetro de la Deuda Social de la UCA, el 38,8% de los niños en todo el país viven en situación de pobreza. De acuerdo al informe Las Inequidades de las Infancias Salteñas, presentado recientemente por la misma institución, en Fundara, el 28% de los niños tienen necesidades básicas insatisfechas, mientras que el promedio nacional ronda el 24%. Además, el 46% de los niños en la ciudad de Salta está por debajo de la línea de pobreza, número que se hace más duro y alto en el interior donde la pobreza afecta hasta el 65% de los niños en los departamentos del norte de la provincia Rivadavia, Orán, San Martín, Anta, Iruya. La falta de equidad que se vive hoy en Salta se traduce también en el hecho de que 4 de cada 10 niños necesitan ayuda para poder comer algo diariamente. La situación es más grave y profunda en el interior, donde en los últimos años ha habido una incapacidad de los estados de articular políticas integrales que garanticen el cumplimiento de los derechos de los niños.
Toda esta realidad está muy lejos del país de las maravillas del que nos hablan desde el oficialismo. Ese país lleno de familias pujantes que vacacionan en la costa, que viajan, que consumen, no coincide en lo más mínimo con la realidad. La crisis sanitaria que sufre la provincia, sigue cobrándose la vida de inocentes.
En octubre del 2014 en el departamento de Rivadavia, una niña wichi, llamada Liliana, de un año y cuatro meses, falleció por desnutrición. Dos casos más en Pichanal que salen a la luz meses después. Son miles las familias del Chaco salteño que ven violado su derecho a una salud de calidad. Recién comienza el 2015, y en Salta a todos nos golpea la muerte de Marcos Solís de casi 2 años y la del bebe de 9 meses, caso que salió a la luz hoy gracias a que el médico de Colonia Santa Rosa se animó a firmar el certificado de defunción contando la verdad, y violando así con la prohibición que ha bajado el gobierno del Dr. Juan Manuel Urtubey a todos los directores de los nosocomios: no dar a conocer las muertes por desnutrición, bajo amenaza de sufrir juicios por mala praxis. Esta fotografía se traslada también a los principales centros urbanos del país en el que el 12% de los hogares sufrieron inseguridad alimentaria durante 2013.
Es evidente que el gran tema pendiente de la Argentina de hoy es acabar con la desnutrición de nuestros niños. Para saldar esta paradoja perversa de vivir en un país rico en recursos naturales y humanos, con niños pobres, los estados, tanto nacionales, provinciales como municipales, deben asegurar el cuidado y la protección de nuestros chicos, aplicando políticas públicas para lograr su bienestar. En todo el país se necesitan fuertes inversiones para garantizar el derecho a la salud, la nutrición y la educación básica de sus habitantes. Así se podrá quebrar el ciclo de pobreza en Argentina. Pero también la resolución de la problemática requiere que tanto la sociedad civil como cada familia argentina nos involucremos en el tema. Todos juntos, cada uno desde su lugar, uniendo esfuerzos para fortalecer los derechos y el bienestar de la infancia, podremos revertir la pobreza, la marginalidad, la muerte que acecha a los más pequeños. Siendo fundamental la implementación de políticas públicas serias y que se mantengan en el tiempo como políticas de Estado, gobierne quien gobierne. Solo tenemos que centrarnos en la realidad, dejar de lado la mentira, la propaganda y los anuncios vacíos”.




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