lunes, 28 de marzo de 2011

La gran marcha



Raúl San Miguel (versión de un reporte tomado de Cubadebate)

Desde el domingo 27 de marzo comenzaron, en la Plaza de la Revolución, de la Ciudad de La Habana, las prácticas con motivo de la realización de la revista militar y desfile popular por el aniversario 50 de la Proclamación del Carácter Socialista de la Revolución y de la Victoria de Playa Girón. La gran marcha que tendrá lugar el 16 de abril se convertirá en un acontecimiento histórico esperado por el pueblo cubano, garante de la defensa de la Revolución Socialista y país que logró la primera gran derrota del imperialismo norteamericano en Latinoamérica.







Yemén, la fruta madura



Raúl San Miguel

Foto: Tomada de la Internet

La secuencia de sucesos que precedieron al movimiento contra el coronel Gadafi y el posterior ataque de la coalición imperial contra el pueblo de Libia, forman parte de la estrategia norteamericana para el control absoluto de los recursos petrolíferos concentrados en las naciones del Oriente Medio. De ahí que el trabajo de los servicios de inteligencia resulten fundamentales antes de lanzar la caballería (léase ataques con misiles y zonas de exclusión aéreas, aprobadas en el Consejo de (In)Seguridad de la ONU).

Las noticias llegan de Yemén, la fruta ha madurado. Hombres armados opositores al gobierno yemení tomaron una radio local, una fábrica de armas y varias sedes gubernamentales y de los Cuerpos de Seguridad en la provincia de Abian, en el sur del Yemen, informaron testigos.

Uno de los habitantes de esta provincia explicó que hombres armados, algunos de los cuales pertenecen a grupos yihadistas (radicales islámicos), se hicieron con el control de edificios gubernamentales en las ciudades de Zinyibar -capital de Abian-, Yaar y Yafe.

En Zinyibar, 40 kilómetros al este del puerto meridional de Adén, los hombres armados capturaron la sede de las autoridades locales, la oficina de los servicios secretos yemeníes y el edificio del organismo encargado de la lucha contra la malaria.

En la vecina ciudad de Yaar, los asaltantes controlaron una fábrica de armas, el edificio de la radio local y la conocida como “Casa de los Huéspedes” que pertenece a las autoridades locales. Los testigos agregaron que los guardias de estos edificios habían abandonado sus puestos tras recibir advertencias de posibles ataques. Hasta el momento, no se ha informado de la existencia de enfrentamientos entre los policías y los agresores.

Por el momento, no resulta difícil entender que los despachos de prensa aún resultan ambiguos, dentro de unas horas el “gendarme imperial (gobierno de los Estados Unidos)” debe pronunciarse. Aún sus arsenales guardan suficiente armamento preñado de uranio empobrecido como para reducir a polvo los huesos de todo lo vivo sobre la superficie de esas naciones-petróleo.

¡Donde dije Digo…!



Raúl San Miguel

Foto: Tomada de la Internet

El presidente Barack Obama pasará a la historia como el mandatario norteamericano de mayor sutileza política en relación con la política expansionista del imperio estadounidense. Así lo ha demostrado en cada uno de sus discursos que deben ser analizados como ensayos retóricos demostrativos de su capacidad para “cautivar” con las palabras, aunque más bien se acerca a esa frase: “A Dios rogando y con el mazo dando”.

El señor Barack le ha dado con un mazo a cada uno de los “creyentes” en un cambio durante su administración, a quienes imaginaron nuevas perspectivas de vida para los inmigrantes, a los que consideraron un aumento del presupuesto del estado para evitar el ensañamiento de la crisis en las familias, a los que esperaron el fin de las guerras imperiales. Nada de eso. El presidente es un maestro: “Donde dije digo, dije Diego”.

Ahora, algunos medios de prensa, muestran el camino de esta retórica posición de ascenso al poder del mandatario Barack Obama, en relación con la política de su administración. Un video muestra al presidente Barack Obama, como candidato presidencial en el año 2007, diciendo que los estadounidenses tienen el derecho a saber y participar en el debate sobre las decisiones de la política exterior de EE.UU. y si la nación utiliza la fuerza militar.

“Pero el hecho del asunto es que cuando no hablamos con el pueblo estadounidense - nosotros estamos debatiendo los asuntos más importantes de la política exterior que enfrentamos, y los estadounidenses tienen el derecho a saber”, dijo Obama en el debate de AFL-CIO el 7 de agosto 2007. “No es sólo privilegio de Washington formar parte del debate que debe llevarse a cabo con respecto a cómo vamos a cambiar nuestra política exterior”, afirmó.

Los comentarios de Obama se presentaron al final de un coloquio entre él, la entonces senadora Hillary Clinton y el senador Chris Dodd sobre si era apropiado anunciar, como lo hizo Obama, que lanzaría ataques militares a Pakistán si Osama Bin Laden se encontraba ahí.

Los candidatos Dodd y Clinton criticaron a Obama por decir que él lanzaría los ataques militares si el gobierno pakistaní era incapaz o no estaba dispuesto a asesinar o capturar a Bin Laden, diciendo que discutir abiertamente tales opciones militares era poco prudente. Por supuesto, nadie se interesaba por capturar a Bin Laden. Así lo demostraron hasta la fecha.

Los muertos por el crimen del 11 de Septiembre, tampoco podrán reclamar al gobierno de los Estados Unidos por la posición asumida, a pesar de algunos indicios recibidos por sus agencias de inteligencia con relación a los ataques. No tienen voces y su memoria no será escuchada. Han sido tomados como rehenes del Pentágono para motivar, condicionar y justificar la guerra por el petróleo de Iraq y Afganistán. Quieren ir por Irán, pero antes se fueron a Libia y ahora preparan la escalada en Yemén.

Las condiciones están creadas para ocupar el Oriente Medio y controlar el acceso al Asia. El anillo de la serpiente cortará el puente hacia Europa, de ahí que las hienas (léase aliados de la coalición) no quieren dejar de participar en el nuevo festín de los lobos y halcones norteamericanos.

Por su parte la señora Hillary, en relación con la posición del señor Barack, en su camino a la presidencia, agregó: “Pienso que es un gran error anunciar eso y desestabilizar el régimen de Musharraf”, dijo, argumentando que defender abiertamente ataques militares puede perjudicar el frágil régimen pro EE.UU. del presidente pakistaní Pervez Musharraf.

“Pienso que es de mucha responsabilidad - o irresponsabilidad de la gente que está postulándose a la presidencia y buscando ese cargo, sugerir que podamos estar dispuestos de manera unilateral a invadir un país el cual estamos tratando de que sea más cooperativo con nosotros en Afganistán y otros lugares”, dijo Dodd.

En la foto junto al Comandante de la OTAN



Obama respondió diciendo que era “sentido común” señalar eso si los paquistaníes no podían actuar, entonces EE.UU. debería lanzar ataques a Pakistán.
“Si tenemos inteligencia procesable sobre operadores de Al Qaeda, incluyendo a Bin Laden, y el presidente Musharraf no puede actuar, entonces nosotros deberíamos hacerlo”, expresó Obama. “Ahora, pienso que es solo sentido común”.

Obama entonces hizo la declaración que se muestra en el video, defendiendo su posición sobre que decirle a los estadounidenses lo que él planea hacer, antes de que lo haga, es lo correcto.

Este video ha surgido en momentos cuando la administración Obama está enfrentando una creciente presión sobre sus ataques a Libia, que fueron lanzados sin el debate abierto que el entonces candidato Obama dijo a los estadounidenses que tenían el derecho a participar.

Los ataques a Libia - lanzados sin autorización del Congreso de EE.UU. el día en que el organismo tomó una semana de receso - son parte de una amplia misión internacional con la intención de imponer una zona de exclusión aérea sobre el líder libio Muammar Gaddafi, que lucha en una guerra civil en contra de facciones de rebeldes armados en la zona oriental del país.

La administración Obama también se movió a toda prisa esta semana para entregar el control de la misión a los comandantes de la OTAN, antes de que regrese el Congreso el próximo 29 de marzo.

DIGO DIEGO…

El objetivo militar de la intervención en Libia no es el de derrocar al coronel Muamar Gadafi porque todo “cambio de régimen” es “muy complicado” de poner en práctica, afirmó este domingo el Secretario de Defensa estadounidense Robert Gates.
“Como lo hemos visto en el pasado, un cambio de régimen es algo muy complicado, a veces requiere de mucho tiempo, a veces puede ser muy rápido. Pero esto jamás fue parte del objetivo militar” en Libia, destacó Gates en el programa ‘This Week’ de la cadena ABC, acompañado por la Secretaria de Estado Hillary Clinton.

Dijo que el Presidente estadounidense Barack Obama, así como otros dirigentes imperiales, exhortaron en numerosas ocasiones al presidente libio a dejar el poder, pero ese objetivo no figura en el mandato otorgado a las fuerzas de la coalición internacional por la ONU.

“Esa es la diferencia entre una misión militar y un objetivo político”, explicó Clinton. “Durante una campaña militar, una de las cosas esenciales, pienso, es no definir un objetivo que no se esté seguro de alcanzar”, agregó.

Estas son algunas de las patas cortas del imperio. La mentira su mayor aliado, la muerte de miles de personas por las guerras de rapiña no es importante, lo importante es que cada nuevo “superpresidente” de los Estados Unidos, se propone llevar más lejos los límites de su territorio. Controlar el mundo es su propósito.

las víctimas...daños colaterales

A 35 años del Golpe Militar en Argentina:



Los versos aparecidos de Carlos Aiub

“Cuando te toque hablar hazlo de modo que el escucha comprenda lo que sientes, cuando debas obrar que sepan todos que el fruto de tus obras es simiente. No te aconsejo el odio, pero escucha, tú que en viaje de ida me recibes, odia profundamente a aquel que vive luchando a muerte por odiar la dicha…” (Alfredo Zitarrosa)


Por Juan Aiub Ronco

Fotos: Nora Salas, Kaloian y tomada de la Internet

www.versosaparecidos.com.ar Sudestada

El secuestro y desaparición de sus tres hijos expulsó a mis abuelos paternos a un mundo ingrávido donde jamás volverían a hacer pie. Para sobrevivir en él, se aferraron al mecanismo menos inútil: conservar la mayor cantidad posible de objetos que habían pertenecido a Carlos (mi padre), Riqui y Marita. Esta acumulación garantizaba una presencia constante de los tres en el aire viscoso y gris que ya nunca dejarían de consumir en la vieja casa de Coronel Dorrego. Con obsesión de museólogos, archivaban o exponían sus juguetes, cuadernos escolares, sus ropas y disfraces, medallas, trofeos, diplomas, instrumentos musicales y millones de fotografías.

A los objetos que habían protegido inicialmente, pertenecientes a la infancia y juventud de sus hijos, se sumaron en junio de 1977 los que recibieron desde La Plata tras el secuestro de mis padres. Mi otro par de abuelos debió rescatar de la casa en ruinas todo lo que había sobrevivido al saqueo, hurgando como rescatistas sin esperanzas entre los escombros de un terremoto. Todo lo que resultó medianamente entero fue cargado en un camión de mudanzas y deportado a Dorrego, donde los Aiub aceptaron con agrado la posibilidad de velar por el patrimonio de Carlos y Beatriz hasta que pudiesen regresar.

Este culto a la conservación no se había iniciado tras la desaparición de sus hijos, pero fue cuando esto ocurrió que la colección material tomó el valor de la respiración para mis abuelos. No hubo otra cuerda de donde tomarse cuando comenzó el abismo. Fue, en principio, la garantía de un retorno seguro; luego, el alimento de una expectativa compañera que perdía intensidad con el paso del tiempo y, por último, la resignada prueba de que esos objetos tuvieron dueño, fueron propiedad, habían sido tomados o creados por extremidades vivas de las que ya no había señal, sólo resultados nulos de búsquedas desesperadas.



Años después, la muerte de mis abuelos nos puso a mi hermano y a mí, hacia el fin de nuestra adolescencia, ante el compromiso ineludible de decidir el destino que debíamos darle a los objetos acumulados y mantenidos por ellos durante tanto tiempo. Definitivamente, no estábamos dispuestos a cargar como caracoles los argumentos de nuestro pasado, arrastrándolos a cada lugar donde nos desplazáramos. Debíamos deshacernos de la colección y de la culpa con que esta acción cobarde comenzaba a perseguirnos. Nos vimos obligados a analizar, caracterizar, clasificar y decidir destino, no solo final sino también digno, de cada una de las pertenencias de mi viejo y sus hermanos, para sólo apropiarnos de lo indispensable, si es que a algo le cabía esa definición.

Fue durante esos días de hallazgos y descartes, de encuentros y rechazos de la propia historia (y cuando parecía que ya nada nos encandecería) que dentro de una vieja caja flaqueada, junto a las ruinas de un ajedrez imantado, un banderín de River Plate y algunas revistas de historietas, se reveló ante nosotros el viejo cuaderno anillado, de paradójica marca Éxito, guardián amarillento de los treinta poemas escritos a mano por mi padre.

El cuaderno terminaba así su primer cautiverio e iniciaba el segundo, ahora en mis manos. Había mucho por conocer de mi padre antes de sumergirme en su poesía. Casi todo. Muchas preguntas y pocos a quienes hacérselas. Mucha bronca todavía ubicada en lugares equivocados. Muchos legados por recibir, aun sin saberlos legados. Intentaba en vano, por esos días, descubrir alguna puerta que me expulsara fuera de mi historia, que me permitiera ingresar en alguna más confortable, y los poemas de mi viejo no me llevaban precisamente por ese camino.

Es por eso que durante años -y mientras descubría que no existe renuncia posible a la identidad- recluí el cuaderno en una caja similar a aquella donde lo habíamos encontrado. Sabía que algún mecanismo latente en mí debía encargarse de liberar, tarde o temprano, la poesía sobreviviente. Finalmente, esa activación llegó hacia mediados de 2007 cuando, al cumplirse treinta años de la desaparición de mi padre, decidimos publicarVersos Aparecidos, el libro (y página web) que contiene los treinta poemas inéditos de Carlos Aiub.

Carlos, el mayor de los tres hermanos Aiub, nació el 17 de diciembre de 1949 en Coronel Dorrego, un pueblo rural al sur de la provincia de Buenos Aires. Allí vivió su infancia y juventud: fue alumno destacado en la escuela primaria y secundaria, jugó al fútbol (un nueve con más ganas que habilidad), fue un ferviente católico (monaguillo y miembro de Acción Católica), escuchó los Beatles, gritó los goles de River, coleccionó estampillas, jugó al ajedrez, leyó Sandokan y soñó ser algún personaje de El Tony o D´Artagnan.

Una vez terminados sus estudios secundarios, Carlos emigró a La Plata a estudiar Geología, carrera en la que se graduó tiempo después. Durante esos años, la facultad, la pensión y la realidad descubrieron para él que la iglesia no era herramienta suficiente para alcanzar los cambios legítimos con los que comenzaba a soñar. Se acercó al Peronismo de Base e inició su militancia barrial; allí conoció a Beatriz Ronco -Bea en sus poemas- quien fue su compañera, esposa y la madre de sus dos hijos. Juntos y en compañía de Riqui, eligieron al Movimiento Revolucionario 17 de Octubre (MR-17) como nuevo espacio de lucha. Sería el nuevo y definitivo.

El golpe de estado de 1976 hirió trágicamente a la historia del pueblo argentino y lo hizo con la misma intensidad en mi familia: el 9 de Junio de 1977, detuvieron en La Plata a Beatriz Ronco y a Ricardo Aiub; al día siguiente, a Carlos, de quienes jamás se conoció su paradero; un mes después en un operativo, asesinaron a Marita, a su esposo Rafael Caielli (militantes Montoneros) y a Claudio, el hijo de ambos de solo dos meses de edad; también en julio de ese año, secuestraron en Coronel Dorrego a María, la madre de los hermanos Aiub que, tras ser brutalmente torturada, fue liberada días después.

***

Carlos fue un apasionado de la literatura; aun graduado y siendo docente en el Museo de Ciencias Naturales, continuaba con su trabajo alternativo de venta ambulante de libros. Su compañero de ventas era un escritor que recorría La Plata a bordo de un viejo Citroën azul sobre el que pintaba a mano y en color blanco los aforismos de su autoría (La mano amiga, sobre el hombro alivia; recuerdo sobre un guardabarro).

Juntos, deambulaban por pasillos de organismos públicos ofreciendo libros que cargaban o encargaban por catálogo. Se habían conocido años antes como vecinos de tablón en la feria de libros usados que se realizaba regularmente en la plaza San Martín platense, la pequeña Plaza de Mayo de esa ciudad, por donde pasa su historia política, donde años después marcharían las Madres, donde muchos años después marcharíamos los HIJOS.

A pesar de esta pasión de mi viejo por la lectura, no es mucho lo que quedó de su biblioteca, casi nada, solo un par de libros y algunos testimonios: A sangre fría, de Truman Capote y Otra vuelta de tuerca, de Henry James fueron recomendados como imprescindibles por él. Encontramos, tiempo después de la publicación de Versos Aparecidos, una antología de Paco Urondo que había pertenecido a mi padre, confirmando la sospecha casi obvia de que alguna vez había leído al poeta santafesino. Pero nada más, esto es todo.

El resto fue destruido por el grupo de tareas al allanar la que fuera mi última casa paterna o gradualmente abandonado por mi viejo en mudanzas anteriores de las que no debían quedar rastros.

Insistir en conocer cuáles habían sido sus lecturas sólo era un intento más por descubrirlo como escritor, categoría de la que no había más pistas que el cuaderno hallado. Sólo eso y nada más. Ninguna persona cercana a él, al menos entre los vivos, conocía a este otro Carlos oculto, al poeta.

Nadie, ni siquiera su amigo escritor de aforismos. Nada, ni una certidumbre, sólo el cuaderno. ¿Cuál habrá sido la real dimensión de la obra de mi viejo? ¿Sólo habrá escrito estos treinta poemas? ¿Serán estos una pequeña fracción de una obra mayor? ¿Hubiese querido hacerlos públicos? Estas son todas incógnitas de cuya respuesta nos privará por siempre la acción de la dictadura. No sólo el destino de los cuerpos nos fue y es aún negado, infinitas preguntas irresueltas como éstas, nos sobrevuelan día a día cargando de peso real, casi sólido, a sus desapariciones.

Penetrar en el cuaderno de mi viejo para transcribir su poesía con la intención posterior de difundirla resultó un viaje cifrado. Lo primero que los poemas dejan ver es su escritura exclusiva en letras mayúsculas y carentes de puntuación. La mayoría no poseen título, sólo unos pocos lo recibieron.

Algo similar ocurre con las fechas, no todas fueron registradas por Carlos; contemplando aquellos que sí fueron fechados, resulta extraña la inexistencia de una línea cronológica dentro del ordenamiento espacial (el ordenamiento ha sido respetado en la publicación y sobre esa base, numerados): los poemas van y vienen en el tiempo, pasan por 1972, saltan a 1975 y regresan nuevamente a años anteriores. Junto a la incógnita de esta línea temporal rota, el cuaderno muestra una decidida utilización de la tinta (basta acariciar las hojas añejas para corroborarlo), con tachaduras y correcciones prácticamente inexistentes.

¿Cómo explicar la extraña ubicación de los poemas? ¿Cómo entender esa seguridad en la palabra? La única respuesta que ha calmado mi vocación de detective salvaje es que el cuaderno contiene un selección hecha por mi padre, un poemario construido para ser atacado en el orden por él establecido y de modo completo, como el mapa de un tesoro perdido (¿la revolución?), donde solo la resolución de cada pista permite avanzar a la siguiente. El cuaderno es una botella lanzada a un mar picado, cuyo mensaje no transporta las esperanzas de un rescate imposible, sino las coordenadas de una isla donde es posible perdurar en el tiempo y quebrar el olvido.

La poesía de Carlos Aiub es poesía herida por las esquirlas de una realidad feroz. Es poesía que sangra ante las evidencias de un mundo partido. Es poesía por momentos agonizante, donde la cercana posibilidad de la muerte no está siquiera seducida por la duda de una alternativa posterior, sino padecida como el vacío que no permitirá sintetizarse en el triunfo inexorable. Pero es también poesía armada, poesía fusil persiguiendo el vértigo y la intensidad de una transformación urgente.

Es poesía íntima, reconociendo en su amor por Bea al motor necesario para el cotidiano andar dentro de la realidad viscosa. Y es, por sobre todo, poesía entrega, aquella que nos cuenta sobre sus hijos, flores y proyectos, temiendo una violenta imposibilidad de verlos crecer, pero confiando en la libertad como único posible legado.

***

El lenguaje escogido por Carlos prioriza la contundencia de la palabra por sobre formas estéticas complejas: las dudas por saber si alcanza sólo con el voluntarismo el ir de aquí para allá el odio y el amor juntos en cada palabra o en cada mirada/ si alcanza con el optimismo o el querer limpiar a medio mundo (…) -poema seis-. Estas incertidumbres a las que no consigue vencer marcan los límites de un universo íntimo, desde donde Carlos nos habla y se habla a sí mismo: los versos que aún intentás a golpes/ el amor y el odio juntos/ sin saber cuál es cuál a partir de algún momento(…) -poema dos-.

Sus versos están cargados de una melancolía extrema, refugio esencial donde recobrar fuerzas para permanecer en esa cornisa cuyos riesgos reconoce cercanos y decide no abandonar: y más allá de esas dudas seguir adelante / sabiendo que esta es tu vida ya y que no podrás salirte porque no querés salirte (…) -poema seis-; la tristeza es un pedazo de cielo tras la ventana pequeña de la celda/ es morir y no ver el triunfo (…) -poema doce-.

Pero la militancia es, a pesar de todo, alegría: (…) la alegría de nosotros en ellos…/ la alegría en esta guerra/ las partes lindas de la guerra sucia en la guerra larga/ la ofrenda generosa pura/ la ofrenda escamoteada quizá para mañana mismo…/ la pequeña zona liberada de mis sueños de estratega/ el marco de la guerra cotidiana…/ así simple mezclándose lo nuestro con el barrio, con los cumpas de la diaria militancia (…) -poema uno-.

Mi padre libró una guerra prolongada con el joven católico que fue y que parece no haber derrotado completamente: todo va cambiando/ hasta aquel niño que vino si vino/ y lo de la paz que trajo/ pensás basta del opio/ basta de esa paz de los sepulcros (…) -poema dieciocho-; pensar en Dios/ y muchas veces dudar (…) -poema tres-.

Su poesía encuentra lugar para honrar a los compañeros fusilados en la masacre de Trelew: Retomo la vida de ustedes inconclusa/ retomo la poesía aquella también inconclusa/ retomo mi propio camino entonces (hace tres años Trelew 22 de agosto)/ y busco (…) -poema diecisiete-. En otro de los poemas rinde homenaje a un compañero caído apodado “El Gordo”, con quien recuerda haber compartido años de pensión y militancia estudiantil para luego tomar cada uno caminos de lucha diferentes.

La publicación deVersos Aparecidos y su repercusión posterior nos permitió identificar al Gordo: se trata de Carlos Starita, militante del ERP que fuera abatido en un enfrentamiento relacionado con el secuestro del entonces director del diario El Día, de La Plata. Esta caída empuja a Carlos, una vez más, a reflexionar sobre la muerte y su cercana posibilidad: aquel Gordo es el de esta noticia que te cuento/ es el recuerdo que te trae la idea más concreta de la muerte-poema ocho-.

Las dudas que pesan en la palabra de Carlos parecen derrumbarse ante su mayor certeza, el amor por Beatriz, mi madre: a cuenta de tu permanente entrega de ternuras y sorpresas/ a cuenta de vos toda y de lo que buscamos/ es éste mi regalo más íntimo -poema diecinueve-; por lo que va a venir/ por lo que buscamos/ por todo eso Bea/ te quiero -poema veintiuno-.

Vuelvo una y otra vez sobre los poemas de mi padre en busca de nuevos rastros, convencido de que habrá más hallazgos. Sin embargo no puedo evitar detenerme, indefenso, siempre en los mismos versos donde mi padre se habla a sí mismo:

temés también tu olvido
o algo así
el qué pensarán de vos
si te recordarán
si tu nombre bautizará algo o servirá para algo
temer el final que no te deje ver el final

De todas las consecuencias que trajo la publicación de Versos Aparecidos, tal vez la siguiente haya sido la más valiosa, la única capaz de atravesar la poesía de mi viejo, de desafiarla, de cerrar aunque sea una de las incógnitas que nos dejó su palabra interrumpida. Reproduzco la respuesta de una compañera de mi viejo a los versos de arriba. Ella estaba embarazada cuando secuestraron a Daniel (nombre de guerra de mi padre) y dice estar viva gracias al silencio de mi viejo ante la tortura:

Carlos (Daniel), sí te recordamos.

Memoria eterna, pasará de generación en generación.
Sí, bautizaste, mi hijo lleva tu nombre, vos lo salvaste.

***

No me pertenece ni un solo recuerdo de mi padre, carezco absolutamente de ellos. Ni uno solo. Por más que lo intente y me lo reproche, no puedo recuperar ni una sola escena; sólo tenía 64 días de vida cuando lo secuestraron. He intentado apropiarme de algún recuerdo ajeno pero el experimento no funciona. Tampoco logro conformarme con los recuerdos de sus fotos, el hecho de volver a verlas infinitas veces no me permite entrar en ellas, a pesar de los intentos, no logro penetrarlas.

Mi memoria sobre él sólo tiene dos dimensiones y borde blanco, son siempre las mismas imágenes detenidas contra las que he corrido una carrera desigual hasta finalmente superarlas en edad. No logro dotar de volumen su cuerpo, ni mucho menos asignarle movimiento. Sin embargo, y a partir de la aparición de los poemas, comencé a recordar la voz mi padre. Recuerdo una voz que nunca escuché, o que sólo escuche un puñado de días. Recuerdo sonidos y palabras en extremo cercanas que no responden mis preguntas (lo he intentado) ni me marcan caminos (también lo he intentado). La voz que recuerdo sólo recita los versos que le pertenecen, y es en ellos donde debo buscar el encuentro inconcluso con mi padre. Alcanzar por fin ese diálogo postergado es hoy un triunfo mínimo pero posible.