Raúl
San Miguel
Ilustración:
SAMUEL (sobre imagen
del Parque Metropolitano de La Habana, tomada de la Internet)
He
visto clasificados donde se permuta la soledad. Rostros cargados de una
supuesta alegría bajo la tristeza frustrante del abandono. La incomunicación
abunda entre millones que padecen de este estigma importado en historias que,
muchas veces, fueron mutiladas de acuerdo con las circunstancias vividas por cada
cual.
He
venido escuchando a Silvio y tarareo una estrofa este domingo “especial
domingo/ la vida me colmó de actividad/ hoy todos los relojes/ sonaron a las
cinco/ la paja es un trajín que/ viene y va./ Hay sorbos de café en la madrugada/ y toses de motores a las seis/ hay risas y pañuelos/ antes de la
mañana/ hay voluntad de hacer/ amanecer/ Domingo/ que buen pretexto das para cantarte/ todo ha comenzado a saludarme y parece como si la tierra fértil
me esperase/ ¡oh! Domingo/ Domingo/ callé donde el sol puso/ residencia/ amor
que sigue/ haciendo de herramienta/ y ensancha las ventanas y las puertas/
Domingo es como si no me quedaran penas/ como si fuera siempre primavera/ como si la sed humana no supiese de fronteras/ ¡oh! domingo…”
Fue así
que tomé “prestado” la hermosa imagen del Parque Metropolitano de La Habana y
estampé allí, lo que me vino a la mente de esa hermosa canción de Silvio.
Tres hermanos
De tres
hermanos el más grande se fue
por la vereda a descubrir y a fundar.
y para nunca equivocarse o errar
iba despierto y bien atento
a cuando iba a pisar...
de tanto en esta posición caminar
ya nunca el cuello se le enderezó.
y anduvo esclavo ya de la precaución,
y se hizo viejo queriendo ir lejos
con su corta visión...
Je, je, je, je, je, je
ojo que no mira más allá, no ayuda al pie.
ju, ju, ju, ju, ju, ju
óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú...
De tres hermanos el del medio se fue
por la vereda a descubrir y a fundar.
y para nunca equivocarse o errar,
iba despierto y bien atento
al horizonte igual...
pero este chico listo no podía ver
la piedra, el hoyo que vencía a su pie.
y revolcado siempre se la pasó
y se hizo viejo queriendo ir lejos
a dónde no llegó...
Je, je, je, je, je, je
ojo que no mira más acá tampoco fue.
ju, ju, ju, ju, ju, ju
óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú...
De tres hermanos el pequeño partió
por la vereda a descubrir y a fundar.
y para nunca equivocarse o errar
una pupila llevaba arriba,
y la otra en el andar...
y caminó vereda adentro el que más
ojo en camino y ojo en lo porvenir.
y cuando vino el tiempo de resumir
ya su mirada estaba extraviada
entre el start y el in
Je, je , je, je, je, je
ojo puesto en todo, ya ni sabe lo que ve
ju, ju, ju , ju, ju, ju
óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú...
je, je , je, je, je, je
ojo puesto en todo, ya ni sabe lo que ve
ju, ju, ju , ju, ju, ju
óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú...
je, je , je, je, je, je
ojo puesto en todo, ya ni sabe lo que ve
ju, ju, ju , ju, ju, ju
óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú...
por la vereda a descubrir y a fundar.
y para nunca equivocarse o errar
iba despierto y bien atento
a cuando iba a pisar...
de tanto en esta posición caminar
ya nunca el cuello se le enderezó.
y anduvo esclavo ya de la precaución,
y se hizo viejo queriendo ir lejos
con su corta visión...
Je, je, je, je, je, je
ojo que no mira más allá, no ayuda al pie.
ju, ju, ju, ju, ju, ju
óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú...
De tres hermanos el del medio se fue
por la vereda a descubrir y a fundar.
y para nunca equivocarse o errar,
iba despierto y bien atento
al horizonte igual...
pero este chico listo no podía ver
la piedra, el hoyo que vencía a su pie.
y revolcado siempre se la pasó
y se hizo viejo queriendo ir lejos
a dónde no llegó...
Je, je, je, je, je, je
ojo que no mira más acá tampoco fue.
ju, ju, ju, ju, ju, ju
óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú...
De tres hermanos el pequeño partió
por la vereda a descubrir y a fundar.
y para nunca equivocarse o errar
una pupila llevaba arriba,
y la otra en el andar...
y caminó vereda adentro el que más
ojo en camino y ojo en lo porvenir.
y cuando vino el tiempo de resumir
ya su mirada estaba extraviada
entre el start y el in
Je, je , je, je, je, je
ojo puesto en todo, ya ni sabe lo que ve
ju, ju, ju , ju, ju, ju
óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú...
je, je , je, je, je, je
ojo puesto en todo, ya ni sabe lo que ve
ju, ju, ju , ju, ju, ju
óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú...
je, je , je, je, je, je
ojo puesto en todo, ya ni sabe lo que ve
ju, ju, ju , ju, ju, ju
óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú...
Gracias, una vez más, Silvio por hacer renacer la esperanza con tus canciones en nuestros barrios.
Postcuento: (repetido y reiterado)
... todo lo que puedes
A los que piensan al revés…,
cuando la mayoría…,
¿¡Piensa al derecho!?
“Pues
sí, llevo toda una vida en esto de la construcción”, dijo el viejo, mientras el
fotógrafo buscaba un clopse-up que definiera la esencia de su personalidad. “Lo
aprendí de niño el oficio y cuando el hambre aprieta la barriga, lo que se
aprende para evitar el hambre no se olvida.”, respondió el hombre sin dejar de
mover la cuchara sobre la mezcla de cemento.
“¿Preguntaba usted el por qué se ha demorado tanto la obra?” Asentí con un gesto. Me habían sugerido
entrevistar a Humberto: el veterano de todas las guerras por la construcción de
hospitales en la ciudad, pero también esperaba y deseaba obtener un testimonio
crítico relacionado con las demoras en
las entregas de esas instalaciones. También me interesaba saber, de primera
mano, el por qué la calidad de la terminación de estas obras era generalmente
cuestionable.
“Mira,
llevo tantos años colocando ladrillos y bloques que si los contara podría hacer
un muro tan o más grande que la muralla china. Pero, fíjate, cada vez que pongo
una hilada no dejo de emplear la plomada, la escuadra y el nivel. La
experiencia me sobra como para hacerlo con los ojos cerrados y sin estas
herramientas, pero la conciencia me impide hacer chapucerías, esa es la
diferencia.”
—
¿Dónde aprendió a establecer esa diferencia?
“Te
repito que cuando aprendía junto a mi padre y abuelo, ya incorporaba un
elemento imprescindible para hacerse respetar: el conocimiento y la
profesionalidad en lo que haces, aunque también si solo sacabas un pie…, había
un chorro de gente de oficio merodeando la obra. ¡¿Te imaginas?! Solo un
resbalón, un accidente…, y estabas afuera. Eran otros tiempos”.
— No
obstante, usted ha sido jefe de algunas de las obras en las cuales tampoco se
ha cumplido en la terminación.
“No
exactamente un jefe, digamos que he tenido a mi cargo una brigada de obreros a
los cuales transmití mis conocimientos y entre los cuales me esforcé para
lograr mejores resultados, pero… ¿a qué precio?”
—
Bueno no lo sé…, además ¿por qué usted dice lo del precio? ¿Puede definir esa
referencia al costo, se refiere a la calidad de la terminación?
“Por
supuesto. Eso me costó el primer
infarto”.
—
¡¿Un infarto…?!
“Uno
no, dos, y casi termino con todo en el tercero. Pero te cuento porque aún
recuerdo, como si fuera ahora mismo, la tarde en que me detuve frente al
hospital pediátrico infantil, convertido en verdadero monumento a la indisciplina.
Conocía muy bien el edificio, allí acudí en muchísimas ocasiones para llevar a
mi hijo en medio de un ataque de asma. En él también tenía motivaciones
familiares: habían trabajado, como constructores, mi abuelo y mi padre. Ambos
sentían orgullo de su procedencia asturiana y el sentido de la ética en la vida
y el trabajo. Tenía apenas doce años
cuando me dijeron: “hoy vienes con nosotros, será tu primer día de trabajo, ya
eres un hombre y tienes que aprender a llevar a casa tu propio salario. Poco
más de medio siglo después se repetían las palabras, pero en otras bocas:
“Necesitamos que se encargue de la selección del personal de su brigada” y eso
hice. Busqué algunos de los viejos conocidos de mi etapa de constructor en casi
todos los barrios de La Habana. Por
supuesto, ya no quedaban muchos, los que no se habían ido (para siempre)
esperaban en la terminal el fin del viaje y los que vinieron fueron tres:
Pedro, Aramís y Roberto, con ellos me propuse organizar un grupo de jóvenes
para iniciarlos. Aprendieron pronto y bien; pero comenzaron los problemas.
Había una total descoordinación entre quienes debían garantizar los suministros
de materiales, el cronograma establecido en el contrato y demasiados jefes para
decir cómo y cuándo tomar una decisión que impidiera detener la reconstrucción
del edificio.
—
¿Fue esa situación la que le provocó el primer infarto?
“No
esa situación era solo la punta del iceberg. En realidad, a los inversionistas,
parecía no importarles nada la reconstrucción del hospital. Por supuesto,
venían con cualquier pretexto para explicar que la parte extranjera no había
podido embarcar los suministros especiales en el puerto tal y, entonces, nos
pedían adelantar otras tareas. Fue así que comencé la titánica labor de suplir
los materiales importados por otros realizados con productos nacionales. Al
principio el impacto resultó contagioso: venían todos a la obra, pedían datos y
conversaban, buscaban, hasta el detalle, la imperfección; pero se iban con la
promesa de enviar sus especialistas para compartir experiencias, ofrecer sus
consejos y opiniones y velar que la iniciativa no interfiriera en los contratos
establecidos con la parte extranjera, eso era muy importante. Entonces…”
¡¿…entonces?!
“Un
buen día descubrieron la fisura que buscaban. Se habían colocado las ventanas
de marquetería de aluminio y cristales oscuros o parasol, pero el color de la
carpintería metálica no era el descrito en los planos y el cierre de las
ventanas no era seguro: permitía el espacio suficiente para que alguno de los
niños hospitalizados pudiera caer al asomarse, en un descuido (por supuesto) de
los cuidadores: médicos, enfermeras y familiares. Nos dimos a la tarea de
retirar la marquetería y decidí
preservarla, pero recibimos la orden de hacerla desaparecer. De ningún
modo podía llegar más arriba la información relacionada con el desliz del color
y la posibilidad del accidente. En menos de una semana muchas de las viviendas
en los alrededores y por toda la ciudad exhibían las ventanas desechadas. Pensé
en Manuel…”
—
¿Manuel…?
“El
gallego que permitió a mis padres que entrara como ayudante en la
construcción”.
— ¿Y
por qué Manuel, qué relación tiene ese nombre con la reparación del hospital?
“Fue
el primer contratista que me aceptó por el respeto que tenía por mi abuelo,
maestro de obras que en paz descanse y que mi padre también lo heredó, digo el
oficio, pero con mi poca experiencia y la edad, apenas podía moverme entre los
andamios con algunas de las herramientas menos pesadas y, en varias ocasiones, perdí
el equilibrio y algunos clavos. Cuando el gallego se percató, por casualidad,
de mis incidentes; le pidió a mi padre me llamara la atención. Un día me silbó
bajito, para que lo escuchara yo solo, y me hizo una señal. Cuando estuve junto
a él dijo: vez que tu padre tiene la razón. Debes cuidar los clavos, cuestan
muchos centavos, tantos como para alimentar a las familias de quienes
construyen este edificio. Después me dio unas palmaditas en el hombro y se
marchó. Si hubiese visto cómo quitábamos esas ventanas de aluminio nos hubiese hecho enviado a todos
al mismísimo infierno. Pero los tiempos cambian. No me contuve y ese fue mi
final. A partir de ese momento dejé de ser considerado una autoridad entre los
que aún reconocían el oficio del maestro de obras. Ni siquiera pudo detener mi
estruendoso final la estela de medallas (que guardaba en una gaveta dentro del
escaparate), ni la condición de un montón de años de Vanguardia Nacional. Solo
encontré miradas de reproche y gestos esquivos después de aquella carta que
hice pública en la Asamblea de los trabajadores de mi centro de labor. ¿Por qué
no alertaste antes?, dijeron. Porque, en
realidad, no entendían, se esforzaban por no entender el por qué había lanzado
aquella bomba sin tener en cuenta los
canales correspondientes ¿Se imagina
periodista…?”
¿..?
“Algunos
me dijeron, los menos, dos o tres de los que aún me consideraban un poco como
uno de los veteranos de la construcción o quizá porque mostraban lástima del árbol caído, ¿Para qué lo hiciste, compadre, si
apenas te quedaban unos meses para irte con un buen retiro y un
prestigio que no lo brinca un chivo?
No utilizar un anónimo, enfrentar el problema con pelos y señales, pero
a través de un proceso de alerta burocrático lo había considerado improcedente
y mucho menos de hombre; pero… me equivoqué de vuelta y vuelta. Es verdad que
se formó la de sálvese el que pueda, pero ya no se podía sancionar a nadie.
Todos los responsables estaban a buen recaudo en otros puestos
(responsabilidades) de trabajo y de los papeles…, ni hablar. Aseguran que
cayeron en una cisterna, que si no sé quien se los llevó a la empresa central,
si al permutarla para otro sitio se perdieron, en fin, el cálculo en gastos fue
considerable, pero la cifra no podía fiscalizarse, no había evidencia de que se
colocaron esos ventanales de aluminio y otros recursos costosos en las
instalaciones hidrosanitarias. Sencillamente no se pusieron, no estaban y ¡parece mentira que usted nos venga con
esas, de enviar un informe, a estas alturas, compañero! Pero el asunto fue más serio (coloca la mano
sobre el mentón) a todos los directivos de la obra los desaparecieron. Por
supuesto, la gente se entera de las cosas y alguien me hizo una relación de los
lugares donde comenzaron a insertarlos: gerencias comerciales relacionadas con
el suministro de materiales de construcción importados, inmobiliarias…, y a
mí…, me jubilaron casi a punto de pistola.
—
¿Pero usted es Vanguardia Nacional?
“Con
más de sesenta años de vida profesional, un trabajador casi obsoleto”.
— ¿Y
su experiencia…, lo que han aprendido durante toda una existencia, los
beneficios que aportó con sus innovaciones?
“Llegué
al punto sin retorno, ya no cuentan. Hay pueblos que veneran a los ancianos y son
tan sagrados como las vacas. En otros, aparentemente, más civilizados como
Holanda, no puedes decir que tienes deseos de morir tres veces, la familia lo
puede entender como una expresión de última voluntad y acelerarte el viaje. ¿No
lee usted las noticias periodista?”
—
Confieso que no lo sabía, pero…
“Vivimos
en una isla temperamentalmente volcánica, aquí el tiempo no cuenta mucho y lo
importante es tratar de vivir, hacerlo intensamente, sin arrepentimientos por
lo bueno o lo malo que has hecho”.
— Pensaba
que al final…
“Al
final cometí un error: hice lo que no debía. Pero de todo uno debe aprender, la
vida es precisamente eso: un viaje constante hacia adelante. Cuando alcanzas un
nivel es como si te bajases en una estación de ferrocarril, pero debes tener
preparadas tus maletas para continuar la marcha, si te detienes puedes perderte
en el lugar donde permaneces por más tiempo, de todas formas llegará el día en
que no tendrás que subir a ese tren (por tus propios pies) y lo harás
definitivamente horizontal, sin regreso, esa es la vida; pero hay algo que
debes saber: No hagas todo lo que puedes, porque al hacerlo colocas en peligro
a quienes viajan en sentido contrario a tus intereses y eso no te lo van a
perdonar.
RSM.
2010
Este relato fue basado en todos los esfuerzos por rescatar el Hospital Pediátrico Infantil Dr. Pedro Borrás Astorga, ubicado en el municipio Plaza de la Revolución. De los avatares entre la conciencia y la inconciencia sufrimos quienes conocimos del prestigio alcanzado por esta institución médica. Hoy solo queda toda la luz que aporta el Sol en el lugar donde fue demolido. Espero que el futuro traiga un edificio-monumento al esfuerzo de los habitantes de la Villa de San Cristobal de La Habana, empeñada en celebrar su aniversario 500 de fundada.