jueves, 14 de abril de 2011

¿Y tú, qué haces aquí?



Raúl San Miguel

Foto: Tomada de Cubadebate

La frase la conocí años después. La había dicho el Comandante en Jefe, Fidel, cuando observó entre los invasores derrotados en Girón a un mercenario negro. Desde entonces se ha mantenido en forma recurrente en mi memoria. Asumí el contenido de aquellas palabras como una brújula que marcaría el derrotero hacia otras que fueron dichas frente a los intelectuales en la Biblioteca Nacional: Dentro la Revolución todo, contra la Revolución nada.

Ambas complementan una idea martiana irrevocable en cuanto al sentido de Patria, identidad y soberanía, como valores imprescindibles en el surgimiento de una nación, perpetuados por la sangre de miles de cubanos desde el primer rebelde contra la opresión de los colonialistas españoles y en la organización del Partido Revolucionario Cubano para la continuidad de la lucha por la independencia de Cuba, hasta la primera gran derrota del imperialismo en América sobre las arenas de Playa Girón.

Nunca antes fue tan meridiano el pensamiento de Maceo, con tanta fuerza en el brazo, que evoca el legado de la Protesta de Baraguá y la condición (única) de colocarse al lado de las tropas españolas si los Estados Unidos intervenían en la guerra hispano-cubana: visión premonitoria que se cumplió al final de la contienda, y el surgimiento de una "República" mediatizada y dependiente como una fruta a punto de ser devorada.

¿Cómo pretender olvidar la muerte de miles de cubanos, víctimas de la tiranía batistiana durante las Pascuas Sangrientas? ¿Acaso no fueron desalojados y ultrajados otros miles de campesinos a todo lo largo y ancho de nuestro país antes de 1959?

Mucha gente puede perder la memoria ¿con los años? Pero la vergüenza tiene memoria propia. No se pueden olvidar las mordidas del hambre, las enfermedades y la miseria endémica que arrebató la vida de otros miles no solo en el campo, sino también en las ciudades de la Cuba seudorepublicana.

Para morir, entonces, no había que ser diferentes. ¿Habría que preguntar a los hombres y mujeres de la ciénaga y las montañas en cualquier lugar de la geografía del país, por qué perdieron a sus hijos enfermos y los enterraron cerca del remanso de los ríos con una pequeña cruz de madera hecha con palos del monte? Con el triunfo de la Revolución aquella imagen de un país sumiso y sin independencia cambió.

¿Cómo explicarme aquellas fotografías del ataque al poblado pesquero de Boca de Samá? Ni siquiera pensaba en ser periodista, pero sentí el pecho apretado por una rabia incontenible. Era entonces solo un niño y había leído de un bombardeo de amor a los niños de la Sierra. La idea de Celia y Fidel de enviar juguetes a los que nunca los vieron estaba fuera de la imaginación de quienes dieron vida a personajes universales de los cuentos infantiles, pero no era ficción, sino una indiscutible realidad. También —y a pesar del color de mi piel— pude cumplir mis sueños.

En la foto, homenaje a las víctimas del terrorismo realizado por mercenarios procedentes de Estados Unidos, Florida, que dispararon, desde una lancha, contra las viviendas del poblado pesquero Boca de Samá, Cuba.



Limitaciones materiales muchas sí, pero esa tiene cura, para eso trabajamos, luchamos y defendemos nuestro derecho a continuar independientes.
Olvidar el pasado de vejaciones a la Patria puede ser fácil para algunos, ayudar a regresarlo sería una traición. Por eso escribo, mientras evoco los sucesos de abril y siento como todo el color de nuestra bandera corre como un río por mis arterias hasta el lado izquierdo del pecho.

Este artículo que publicó el habanero, en su versión digital, el 20 de abril del pasado año, me es recurrente al conocer los preparativos de la Gran Marcha que tendrá lugar por el aniversario 50 de la primera gran derrota del imperialismo yanqui en América y la exclusiva puesta en escena del documental “Imágenes de la memoria”, de la cineasta Rebeca Chávez y donde la realizadora cubana reconstruye las principales circunstancias de la batalla de Playa Girón en abríl de 1961, a partir del testimonio de tres reporteros gráficos que participaron en estos acontecimientos hace 50 años.

Raúl Corrales, Panchito Fernández y Ernesto Fernández relatan sus vivencias y un rico anecdotario que junto a las fotos, en su mayoría inéditas, ofrecen el testimonio de una valiosa experiencia humana y de los peligros y belleza de su profesión. Entre los elementos poco conocidos que se ven en este documental están los campos y los cuerpos quemados por las bombas de napalm que lanzaron sobre la población civil los invasores entrenados en Estados Unidos, lo que prueba que este tipo de guerra química fue aplicada contra Cuba antes de ser utilizada por los invasores norteamericanos en Vietnam.

Además de las fotografías de los tres reporteros gráficos, la realizadora completa sus historias personales con imágenes filmadas en los combates por Mario Ferrer, Pablo Martínez y Julio Simoneau. En uno de los cuadros aparece Tomás Gutiérrez Alea, Titón, el célebre director de cine cubano que fue corresponsal de guerra y realizó para el Noticiero ICAIC que dirigía Santiago Álvarez el documental “Muerte al invasor”.

Rebeca Chávez, con una obra rotunda como directora de cine, explicó a Cubadebate que la chispa de este trabajo “la puso Ernesto Fernández. Fui con los tres fotógrafos a la zona de la invasión que habían recorrido en 1961 y armando sus historia como en una pirámide, los tres me contaron sus aventuras en la guerra”.

El sabotaje a la tienda El Encanto, donde perdiera la vida la revolucionaria Fe del Valle, otra herida en la memoria del pueblo cubano.