Raúl
San Miguel
Foto tomada de la Internet
La
guerra de Estados Unidos contra Cuba se inició, directamente, con la
intervención de las tropas norteamericanas después del desmedido “combate
naval”, en 1898, contra la flota del almirante Cervera y la posterior
intervención en Cuba: uno de los hechos más notorios de la segunda mitad del siglo XIX
americano. De acuerdo con el sitio digital cubano Ecured “Esta guerra, si bien
es para unos, causa de deshonra nacional, para otros significa el inicio de su
fase imperialista y del cumplimiento de sus viejos anhelos de dominación
mundial, bajo la égida del Destino Manifiesto. Para
los cubanos significó la frustración del ideal independentista tal y como la
había proyectado Martí en el Manifiesto de Montecristi.
Tal
sabor de imposición anexionista se advierte y extiende en la reciente
declaración
de la secretaria de estado, Roberta Jacobson, cuando (en La Habana) sentenció
que la administración de Barack Obama ha realizado un cambio en la táctica para
condicionar la destrucción de la Revolución del pueblo cubano, a partir del
establecimiento de las medidas (anunciadas por el presidente en Washington),
prácticamente unilaterales en cuanto a la posición asumida por la Casa Blanca,
respecto a mi país.
Seguidamente
se reunió con los mercenarios que conforman los grupúsculos
contrarrevolucionarios dentro de la Isla. De ahí que los reportes con relación
a lo incosteable de mantener Radio y TV Martí, no sorprenden cuando se hace referencia
a un anteproyecto de ley para el cierre definitivo de esas plantas emisoras de
propaganda subversiva en la artillería mediática de Washington contra Cuba. Es
conocido que ninguna ha logrado audiencia dentro de la población cubana, a
pesar del apoyo multimillonario de la Casa Blanca para sostener la tecnología,
el financiamiento y los medios incluidos aviones del ejército como el C-130,
empleado en transmisiones de este tipo y un globo aerostático.
En
mi criterio, tal acercamiento a Cuba, deja claro –en la autorización (prioridad
norteamericana) de inversiones de empresas telefónicas en la Isla- es una
variante en la táctica para consumar la estrategia, sostenida durante años, en
función de derrocar el sistema Socialista que construye, soberanamente el
pueblo cubano, y asestar un golpe de control financiero a partir de las
relaciones bancarias norteamericanas en mi país. Ninguna de las medidas propone
un paso de avance bilateral. En mi consideración, lo novedoso, ha sido la
presencia en Cuba de altos funcionarios norteamericanos para conversaciones
directas de asuntos a tratar por las partes. La historia, de estos más de 50
años de bloqueo, demuestra la voluntad del Gobierno cubano de restablecer
relaciones sobre la base del respeto y la no injerencia en asuntos internos de
los respectivos países. De hecho altos funcionarios cubanos, incluido el líder
de la Revolución cubana, visitaron a Estados Unidos con una sistematicidad
condicionada por asuntos de Estado.
Ahora,
los reportes de prensa informan que la congresista demócrata Betty McCollum
(Minnesota), el plan describe como fracasado y anticuado el proyecto
norteamericano (de mantener las presiones, imposiciones y el bloqueo contra
Cuba, desde la distancia), y precisa que, cito: “el gasto de la Oficina de
Transmisiones a Cuba (OCB), que administra las estaciones, es superior a los
770 millones de dólares.
«Nuestros
contribuyentes no deberían estar financiando radiodifusión propagandística. En
lugar de eso, deberíamos facilitar esfuerzos para que los estadounidenses
puedan involucrarse directamente con los cubanos», dijo Betty McCollum.
Radio
Martí surgió en 1983, en tanto TV Martí fue creada en 1990, pero ninguna de las
dos estaciones ha logrado audiencia dentro de la población cubana.
Un
informe del Inspector General sobre la Junta de Transmisiones para Cuba
revelaba en julio de 2014 baja moral dentro del personal, falta de
transparencia en la toma de decisiones y corrupción en el manejo de dietas y
otros recursos asignados por el gobierno.
Radio
y TV Martí se han involucrado en programas subversivos, entre ellos, Piramideo,
red social que serviría de apoyo a una supuesta primavera árabe en Cuba. Se
incluyen dentro de sus acciones ilegales el envío de DVD con su programación, e
información filtrada a más de 75 mil direcciones de correo electrónico dentro
de la Isla.
A
pesar de sus esfuerzos, las plantas solo han servido al proyecto de la
contrarrevolución en Cuba, apoyando las actividades subversivas en territorio
nacional, brindando sus micrófonos y espacios informativos a grupúsculos
financiados por Washington.
Desde
que este proyecto surgió, Estados Unidos ha buscado vías para llevar su
programación subversiva a la Isla. El 27 de marzo de 1990 comenzaron las
transmisiones de televisión desde un aerostato a 3 000 metros de altura en los
cayos del sur de la Florida. El intento se fue a bolina en 2005, cuando el
huracán Denis hizo desaparecer el globo.
En
agosto de 2004 se utilizó una aeronave militar EC-130, perteneciente al Comando
Solo de una Unidad de Guerra Psicológica de las Fuerzas Armadas de Estados
Unidos. Dos años después, dejaron a un lado ese avión para utilizar un bimotor
Gulfstream G-1.
Tras
el fracaso, Estados Unidos abandonó en mayo de 2013 las transmisiones desde el
aire, que se sufragaban con un presupuesto aprobado por el Congreso. Cada año
fiscal prevé más de 30 millones de dólares para las emisiones de señales de
radio y televisión a Cuba.
En
opinión de la congresista demócrata Betty McCollum, ha llegado la hora de que
Washington abandone totalmente ese proyecto, que suma ya más de 770 millones de
dólares gastados al contribuyente norteamericano y que no resulta funcional
ante el nuevo panorama que se avecina.”
¿Cuál
programa?
Es
obvio. Emplearse a fondo para destruir la Revolución cubana desde adentro.