miércoles, 5 de agosto de 2015

Sutilezas





Raúl San Miguel

Foto: Samuel

El bochorno del mediodía sube de la calle, atraviesa la puerta y se refleja en el rostro del capitán de la policía que mira hacia afuera como si nada más le importara. Esperé unos minutos, hasta que descubrí el gesto –casi imperceptible- enmascarado en el silencio. Repitió el mohín, como si una mosca le molestara, y me observó de reojo. ¡¿Dígame?! Reiteró con la mirada (hacia afuera) y el anterior silencio.
_ Vengo a realizar una denuncia.
Esta vez me observó como a un insecto repulsivo y volvió a mirar hacia afuera, por donde todo el bochorno del mediodía subía de golpe y entraba a la Estación de Policía.
Abrió la boca, en casi un bostezo, para articular una palabra que pensé me dirigía, cuando sentí que alguien se apoyó (sin permiso) en mi hombro y me pidió, con un susurro, le dejara hablar con el capitán de policía.
_ ¿Qué hago…? Dijo el recién aparecido.
_ Dáselo al negro…, respondió el capitán
_ Pero eso es…
_ Es el caso de la dinamarquesa, dáselo al negro…
_ ¿Sin problemas…?
El capitán lo miró con intención de devorarlo y dejó escapar unas palabras contenidas. Evidentemente denotaba cansancio.
_ De todas formas la dinamarquesa es una cubana nacionalizada en Dinamarca, no hay problemas, que el negro se ocupe…
_ Está bien…, dijo el otro y se retiró.
Entonces el capitán me miró como si fuera un scaner.
_ ¿Dígame…?
_ Vengo a denunciar un robo…
Hizo una mueca, casi de incredulidad y repulsión
_ ¿Un robo…?
_ Si me carterearon en el ómnibus
_ Explíquese, no le entiendo (mostró sus dientes como si tratase de desprender una goma pegada en la encía)
Llega un suboficial y toma asiento a su lado.
_ Me carterearon…, insistí.
El suboficial habló. Lo hizo de forma directa, autoritaria, sin margen a la réplica y, proyectando la voz hacia mi rostro, soltó:
_ ¡Eso no es un robo, es una pérdida!
_ ¿Una pérdida…? dije sin poder defenderme de las miradas lanzadas por los policías.
_ Usted no se sabe explicar, me reiteró el suboficial. Usted viene a realizar una denuncia por la pérdida de sus documentos.
_ Me los robaron…
_ ¡No entiende…!  Haber dígame ¿Cuáles documentos se le perdieron?
_ Todos…, me los robaron en la guagua.
Comenzó a escribir (sin deseo y, por hábito, concluyó).
Cuando salí, ni siquiera me di cuenta que el bochorno del mediodía se había refugiado dentro de la estación de policía y se reflejaba como una nota de vapor que empañaba el cartel donde reza (en inglés y español): “La policía al servicio del pueblo”, quizá por temor a la tormenta que venía gestándose entre grandes y oscuros cúmulo-nimbos, sobre los edificios de la avenida.

Nota: Este relato se basa en hechos recientes. Supongo que, lo más importante, eran las cifras. Me refiero al índice de robos (sobre las personas) en relación con las "pérdidas". No es lo mismo reportar un robo realizado por un carterista, porque determina el nivel de impunidad con la cual actúan en el destape de atracadores silenciosos. Escribir pérdida alude a la responsabilidad del ciudadano, en relación con lo sustraído, digo, perdido. Una simple sutileza.