Raúl
San Miguel
Foto: Samuel
El
bochorno del mediodía sube de la calle, atraviesa la puerta y se refleja en el
rostro del capitán de la policía que mira hacia afuera como si nada más le
importara. Esperé unos minutos, hasta que descubrí el gesto –casi imperceptible-
enmascarado en el silencio. Repitió el mohín, como si una mosca le molestara, y
me observó de reojo. ¡¿Dígame?! Reiteró con la mirada (hacia afuera) y el anterior silencio.
_ Vengo
a realizar una denuncia.
Esta
vez me observó como a un insecto repulsivo y volvió a mirar hacia afuera,
por donde todo el bochorno del mediodía subía de golpe y entraba a la Estación de
Policía.
Abrió
la boca, en casi un bostezo, para articular una palabra que pensé me dirigía, cuando sentí que
alguien se apoyó (sin permiso) en mi hombro y me pidió, con un susurro, le dejara hablar con
el capitán de policía.
_ ¿Qué
hago…? Dijo el recién aparecido.
_
Dáselo al negro…, respondió el capitán
_ Pero
eso es…
_ Es el
caso de la dinamarquesa, dáselo al negro…
_ ¿Sin
problemas…?
El
capitán lo miró con intención de devorarlo y dejó escapar unas palabras contenidas.
Evidentemente denotaba cansancio.
_ De
todas formas la dinamarquesa es una cubana nacionalizada en Dinamarca, no hay
problemas, que el negro se ocupe…
_ Está
bien…, dijo el otro y se retiró.
Entonces
el capitán me miró como si fuera un scaner.
_ ¿Dígame…?
_ Vengo
a denunciar un robo…
Hizo
una mueca, casi de incredulidad y repulsión
_ ¿Un
robo…?
_ Si me
carterearon en el ómnibus
_
Explíquese, no le entiendo (mostró sus dientes como si tratase de desprender
una goma pegada en la encía)
Llega
un suboficial y toma asiento a su lado.
_ Me
carterearon…, insistí.
El
suboficial habló. Lo hizo de forma directa, autoritaria, sin margen a la
réplica y, proyectando la voz hacia mi rostro, soltó:
_ ¡Eso
no es un robo, es una pérdida!
_ ¿Una
pérdida…? dije sin poder defenderme de las miradas lanzadas por los policías.
_ Usted
no se sabe explicar, me reiteró el suboficial. Usted viene a realizar una
denuncia por la pérdida de sus documentos.
_ Me
los robaron…
_ ¡No
entiende…! Haber dígame ¿Cuáles
documentos se le perdieron?
_
Todos…, me los robaron en la guagua.
Comenzó
a escribir (sin deseo y, por hábito, concluyó).
Cuando
salí, ni siquiera me di cuenta que el bochorno del mediodía se había refugiado
dentro de la estación de policía y se reflejaba como una nota de vapor que empañaba el cartel donde reza (en
inglés y español): “La policía al servicio del pueblo”, quizá por temor a la
tormenta que venía gestándose entre grandes y oscuros cúmulo-nimbos, sobre los edificios
de la avenida.
Nota:
Este relato se basa en hechos recientes. Supongo que, lo más importante, eran
las cifras. Me refiero al índice de robos (sobre las personas) en relación con las "pérdidas". No es lo mismo reportar un robo realizado por un carterista, porque
determina el nivel de impunidad con la cual actúan en el destape de atracadores
silenciosos. Escribir pérdida alude a la responsabilidad del ciudadano, en
relación con lo sustraído, digo, perdido. Una simple sutileza.