lunes, 17 de enero de 2011

El mundo al revés, el número maldito y los errores de los adivinos



Raúl San Miguel

Fotos: Tomadas de la Internet

Este artículo está dedicado a quienes me han mostrado que la vida es algo más allá del espacio en el cual nos mantenemos en estado vegetativo por el miedo y la rutina.

Según reportes noticiosos, una crisis de identidad se desató el viernes pasado con la aparición de un nuevo signo del zodiaco llamado Ofiuco. Esto ocurrió el sábado 15 Enero 2011. Así dice el despacho que tomé de Cubadebate:
“Una crisis de identidad se desató el viernes pasado con la aparición de un nuevo signo del zodiaco llamado Ofiuco. Gracias a ello, los nacidos entre el 29 de noviembre y el 17 de diciembre ya no serían sagitarios sino ofiucos. En caso de que el anuncio se formalice, todas las personas tendrían un signo diferente y por lo tanto habrían vivido sus vidas bajo la influencia de la constelación equivocada. Quien hizo el anuncio fue Parke Kunkle, un profesor de Astronomía de Minnesota, quien encontró que la posición de la Tierra en relación con el Sol ha cambiado desde que los 12 signos fueron establecidos, hace dos mil años, y la consecuencia de ese cambio es esta nueva constelación. La preocupación por el tema ha sido mundial, pues la mayoría se siente cómoda con su signo y rehúsa dejarlo. Según Kunkle, así quedaría el horóscopo:
•Capricornio: del 20 de enero al 16 de febrero
•Acuario: del 16 febrero al 11 de marzo
•Piscis: del 11 de marzo al 18 de abril
•Aries: del 18 de abril al 13 de mayo
•Tauro: del 13 de mayo al 21 de junio
•Géminis: del 21 de junio al 20 de julio
•Cáncer: del 20 de julio al 10 de agosto
•Leo: del 10 de agosto al 16 de septiembre
•Virgo: del 16 de septiembre al 30 de octubre
•Libra: del 30 de octubre al 23 de noviembre
•Escorpión: del 23 al 29 de noviembre
•Ofiuco: del 29 de noviembre al 17 de diciembre
•Sagitario: del 17 de diciembre al 20 de enero
Y me pregunto: ¿Acaso no sabíamos que los astros desde hace muchísimos años cambiaron su configuración estelar? Algunos ni siquiera existen. Otros nacieron y apenas hemos descubierto su luz. Sin embargo, el hombre (en el sentido genérico de la palabra) necesita creer en algo y, lamentablemente, insisto millones de personas sujetan su destino a las predicciones cósmicas, motivados o, mejor dicho, sugestionados por los mensajes publicitarios y todos los negocios que crean adicciones en relación con esa necesidad de no salir al mundo sin antes consultar el tarot, las cartas o el signo zodiacal.
Más que esa “crisis de identidad” resulta más urgente reconocernos como individuos, el universo personal de cada persona es mucho más amplio, desconocido y sugerente de lo que imaginamos. Precisamente ayer (y congelo con esta definición el tiempo en que ocurrió el hecho que contaré), compartía opiniones con un físico-nuclear, un fotógrafo y un obrero, acerca del tamaño del universo, la teoría del Big Bang, la cuántica, los cuasares y la existencia de Dios. Fue, entonces, que hice la pregunta al físico-nuclear: ¿Cómo un físico-nuclear pudo llegar a definir la existencia de Dios y asegurar que tuvo un encuentro (dos) cercano con el llamado creador del universo?
La respuesta la apresuró el fotógrafo, era el más convencido de que Dios es un acto de fe, de conciencia del hombre y argumentó con toda una avalancha de informaciones científicas. Sonreí. Le pedí, por favor, que deseaba la opinión del físico-nuclear. El obrero (hombre de probada formación cristiana) nos observaba, en realidad se comportó como el más sabio del grupo.
Por supuesto, el físico respondió. Claro lo que el define como un encuentro no por un acto de fe, sino real. Hizo referencia a la necesidad de conocer las motivaciones morales y éticas que deben formar parte de las ciencias, de la relatividad de la verdad, pero de su verdad con respecto a Dios.
Me sentí bien. El más sabio de todos, el obrero, no dijo una palabra. Solo escuchó. El fotógrafo no se conformó y ofreció toda una bibliografía para rechazar esta existencia, mi pregunta resultó solo una pregunta que buscaba confirmar la convicción religiosa de este físico-nuclear, un hombre entrenado a razonar con objetividad, pero un ser humano.
Es por eso que estuve motivado a comentar. Dejar inconcluso este pequeño artículo que no demuestra nada más que mi asombro ante la necesidad de mantener un esquema en nuestras vidas, una creencia, una fe, pero sin olvidar que la vida afuera, de nosotros mismos, fluye, nos atrapa y también se nos va.