jueves, 25 de noviembre de 2010

Mil razones para amarte


Contra la violencia en la mujer


Raúl San Miguel

Foto e ilustración: Tomada de la Internet

Resulta difícil escribir de la mujer cuando, a pesar de la evolución de la especie humana, aún permanece debajo de la superficie con respecto a su ubicación en la escala social. Por supuesto, en defensa de un criterio opuesto a estas líneas, pueden existir ejemplos de naciones en las cuales alcanzan a ser vistas como personas capaces de representar, dirigir y asumir tareas que generalmente realizan los hombres. En mi caso, pondría el ejemplo de Cuba: un país donde la mujer alcanzo el mayor grado de reconocimiento a nivel de sociedad con el triunfo de la Revolución y supera (en cifras) el mayor por ciento de profesionales (en todos los sectores) de nivel medio y superior en Cuba. Todo eso es cierto, pero no siempre las cifras se corresponden con la realidad.

La lucha por la emancipación de la mujer en Cuba ha sido una constante. Sin embargo, miles de graduadas universitarias enfrentaron (primero) la incomprensión de sus familiares en relación con las carreras que aceptaron por vocación, otras tantas el freno de sus esposos y lo peor, la dificultad de asumir una responsabilidad en correspondencia con su derecho garantizado por el conocimiento, nivel de instrucción y especialidad.

Posiciones machistas, como solemos llamar en nuestro país a quienes se oponen a ser dirigidos por una mujer o aceptar (que su compañera) lo haga en un colectivo laboral mayoritariamente de hombres, ha sido una constante en la lucha de la mujer cubana. Supongo que con más derechos y apoyo que el de millones de féminas que en el mundo sufren la marginalización de sus derechos sociales o simplemente son utilizadas como “adornos” u objetos museables por llamarle, de alguna forma, a la posición que alcanzan cuando se convierten en esposas y recaen sobre ellas todo el peso de la administración del hogar y los hijos.

Otras, disfrutan los beneficios de un matrimonio multimillonario, pero no dejan de ser joyas que pueden exhibirse como se hace con un auto, un yate o una lujosa mansión. Sobran los ejemplos en las revistas donde el glamour aconseja seguir una línea de perfume, consejos de belleza, de psicología para no perder a sus tiburcios maridos o sencillamente esperar que el tarot diga la última palabra.

Miles, más bien, millones, sufren del maltrato físico, de la prostitución, el hambre, las enfermedades incurables, el abuso silencioso o discriminatorio. En ninguna nación puede decirse que se alcanza el equilibrio (igualdad de derechos entre el hombre y la mujer) a pesar de los esfuerzos de algunos gobiernos en los cuales incluso son mujeres las que toman las decisiones máximas en representación del país.

No puedo “lanzar ninguna piedra” y ser el primero en hacerlo en defensa de la mujer. Muchos, millones, por suerte, lo hicieron antes. No lanzaron, por supuesto, ninguna piedra; pero defendieron el derecho de la mujer a construir junto al hombre el futuro de la humanidad.

Quisiera citar solo uno: Nuestro José Martí Pérez, el poeta, el revolucionario, el político cubano que alcanzó a vivir en todos los siglos desde la creación del mundo hasta el infinito; tal como se expone en su obra: un verdadero legado para todos los tiempos del hombre que murió por la independencia de Cuba con solo 42 años de edad. Toda la obra martiana, incluso su trabajo político, defiende el protagonismo de la mujer.

Hoy, dedico estas líneas a las mujeres que no pueden escribirlas, a las que puedan leerlas y no entenderlas porque deben permanecer en silencio, a las que pueden escribirlas y mueren por hacerlo. Para una mujer son estas líneas escritas con mil razones para amarles.