lunes, 18 de noviembre de 2013

Los secretos de Camila









"Conozco este camino de memoria/ pero igual me sorprendo" Benedetti

Se detiene y observa todo en derredor. Ha utilizado para entrar, a mi habitación, una de sus llaves mágicas y devela _con esta acción_, otro de sus secretos con el propósito de acceder a un espacio que le estuvo velado y necesita llenar con su alborada. Ahora, en un hábil “pase”, con sus ojos hermosos (fijos sobre los míos), logra neutralizarme y llegar donde mis libros. Abre la puerta del mueble. Descubre el tesoro. Pero no sabe, no puede saber, que han permanecido, allí, dormidos, desde hace un buen tiempo. Quiero expresar una protesta, pero se adelanta y neutraliza el intento de reproche con un beso-misil que todavía flota en el aire como el globo escapado de un cumpleaños. Extiende su manita. Se detiene. El silencio, bajo el cual reposan mis libros y documentos, es como un muro de hielo que su primavera (aun) no ha podido quebrar. Decide buscar y probar con otra de sus llaves. La encuentra. Señala el retrato en la pared. Intenta distraerme. Estoy alerta. Dice algo que descifro. Sonrío. Se acerca un poco más. Tanto que sus dedos casi tocan algunos de los objetos, sobre la mesita, junto a la cama. Reconoce, en mi rostro, que está a punto de disolver la muralla de escarcha que la separa de su objetivo. Frunce las cejas y sus labios esbozan una abultada queja, pero no es tal. Solo un gesto que refuerza con su inteligente mirada, en realidad, otra de sus llaves secretas. Deja caer el objeto que tiene en su mano. Obliga a evocar una tierna y didáctica explicación que recibí al respecto: actúa como su majestad el bebé. Me resisto a entrar en el juego que, como me advirtieron, ganará por instinto. Recuesto mi cabeza sobre la almohada. En la exigua oscuridad de la tarde no deseo perder de vista los avances de la diminuta invasora que, de repente, escala en busca del punto más alto sobre la cama. Parezco Gulliver maniatado por una sola liliput. Percibo sus piernas que huellan sobre mi pecho, mis hombros…, alcanza la ventana, empuja y se deja caer sobre mí, protegida por mis brazos, convertida en una enorme mariposa, como un torrente de luz.    

RSM.