jueves, 16 de octubre de 2014

El difícil camino de la identidad: La edad de la ira (3ra.parte)




Secretos compartidos de un guerrero

Raúl San Miguel

Fotos de la Internet



Aquel día fuimos a la casa de Tony, Antonio Guerrero. Antes habíamos llamado a Mirta y nos esperaba. No llevábamos ningún interés periodístico, solo visitarla y sabíamos que no habría ningún protocolo para recibirnos. Llegamos y conversamos un poco. Hablaba del Héroe con la sencillez que suelen hacerlo las madres y el orgullo en sus ojos. Han pasado muchos años de ese mediodía…
Es el cumpleaños de Tony. En este blog existe un espacio perpetuo para estos Cinco compañeros que fueron injustamente encarcelados por el gobierno de Estados Unidos. ¿El motivo? , interrumpir los planes terroristas de grupúsculos apoyados por la Washington y la CIA para destruir al pueblo de Cuba, esa es la razón del bloqueo. La Revolución cubana no podrá ser destruida. Por eso nos odian.
Antonio Guerrero es un Héroe. Consideré, como regalo, colocar a los cibernautas de este blog, la referencia necesaria para que la verdad encuentre un espacio más entre los millones que ya despiertan y condenan la infamia del gobierno de Estados Unidos contra Cuba.
Su derecho de expresar palabras en el tribunal que le condenó de manera arbitraria y manipuladora, demuestra la dimensión de este cubano, cuyo nombre nos recuerda al de otro grande: Antonio Maceo, y con la virtud multiplicada en el que sirven bien a la Patria.


Felicidades, Antonio.

No. 58741-004
Quarters: APACHE A
Federal Correctional Institution
P.O. Box 7007
Marianna, FL 32447-7007


Nació el 16 de octubre de 1958 en la ciudad de Miami.  Se graduó de Ingeniero en Construcción de Aeródromos en la Universidad Técnica de Kiev, antigua Unión Soviética.  Su obra más importante fue la ampliación del Aeropuerto Internacional de Santiago de Cuba.
Antonio es poeta y pintor. Tiene publicados tres libros, el primero “Desde mi altura”, y dos más recientes “Poemas Confidenciales” y “Décimas de Antonio Maceo”. Algunos de sus poemas han sido musicalizados. Es padre de dos hijos.
En el 2001 fue condenado injustamente a cadena perpetua  más 10 años. El 13 de octubre de 2009 fue resentenciado a 21 años y 10 meses

Cargos: Conspiración General; conspiración para cometer espionaje y conspiración para actuar como un agente extranjero no registrado.

ALEGATO PRESENTADO POR ANTONIO GUERRERO RODRÍGUEZ EN LA VISTA DE SENTENCIA
Jueves 27 de diciembre del 2001
Ahora, en este punto, me yergo con
mi alma robusta.
Walt Whitman
(en «Canto de mí mismo»)

Su Señoría:

Permítame expresar que comparto todo lo expuesto en esta Sala por mis cuatro hermanos de causa: Gerardo Hernández, Ramón Labañino, René González y Fernando González. Ellos hablaron con dignidad y coraje ante esta Corte. Nuestros alegatos se fundamentan en la estricta verdad, en la solidez de los principios que abrazamos y en el honor del heroico pueblo cubano. Honrado es destacar que los abogados y sus asistentes actuaron con gran profesionalidad, honestidad y valor, así como que el trabajo de las traductoras, de Liza, de Richard y de los alguaciles fue con una alta ética y profesionalismo.
Al comienzo escribí en el diario de mis largos días: “...el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber.” Son palabras de José Martí, que a más de un siglo de expresadas, impulsan, viven y son esencia de lo más puro y altruista.
Muchas veces es difícil
encontrar vocablos precisos,
pero estos han estado dentro de mí:
agolpados,
estremecidos,
incubados en la verdad,
esperando romper la fuente y ver la luz.
Y ha llegado el día.

Permítame explicar, Su Señoría, de la forma más diáfana y concisa, mi razón:
Cuba,
mi pequeño país, ha sido
atacado
agredido
y calumniado,
década tras década,
por una política
cruel,
inhumana
y absurda.
Una guerra verdadera,
voraz y abierta
de terrorismo,
precursor del horror;
de sabotaje,
generador de ruinas;
de asesinato,
causante del dolor,
del dolor más profundo,
la muerte.
No sólo los documentos y datos del gobierno de Cuba han puesto al descubierto esta agresión, sino los propios documentos secretos del gobierno de los Estados Unidos, que él mismo ha desclasificado.
Esta agresión ha incluido el reclutamiento, pago y entrenamiento de agentes contrarrevolucionarios por la CIA; la Invasión de Girón; la Operación Mangosta; pretextos para una intervención militar; planes de asesinato a jefes de gobierno y Estado; infiltraciones de grupos armados; sabotajes; violaciones del espacio aéreo; vuelos espías, riego de sustancias bacteriológicas y químicas; ametrallamiento a las costas y edificaciones; bombas en hoteles y otros centros sociales, culturales, históricos y turísticos; provocaciones de todo tipo, con crueldad y con saña.
Y como resultado de estos actos:
Más de tres mil cuatrocientos muertos; la incapacidad total o parcial de más de dos mil personas; cuantiosos daños materiales a la economía, a la fuente de la vida; cientos de miles de cubanos que nacen y crecen bajo un férreo bloqueo y en el clima hostil de la guerra fría. Terror, vicisitudes y dolor sobre el pueblo.
¿Dónde se han fraguado y financiado tan incesantes y despiadados actos?
En su gran mayoría, en el propio territorio de los Estados Unidos de América.
¿Qué se ha hecho por parte de las autoridades del gobierno de este país para evitarlos?
Prácticamente nada... Y la agresión no ha cesado...
Hoy, aún transitan libremente por las calles de esta ciudad personas que son responsables de algunas de estas acciones. Y estaciones de radio y otros medios publican y promueven nuevos hechos de agresión contra el pueblo cubano.
¿Por qué tanto odio hacia el pueblo de Cuba?
¿Porque Cuba escogió un camino distinto?
¿Porque su pueblo
quiere el socialismo?
¿Porque eliminó
el latifundio y erradicó el analfabetismo?
¿Porque le dio educación
y atención médica gratuitas
a su pueblo?
¿Porque le da
un libre amanecer a sus niños?
Cuba jamás ha atentado contra la seguridad nacional de los Estados Unidos ni cometido un acto de agresión ni de terrorismo contra este país; quiere profundamente la paz y la tranquilidad y desea las mejores relaciones entre ambos pueblos. Ha demostrado que admira y respeta al pueblo norteamericano.
“Cuba no es un peligro militar para los Estados Unidos”, declaró en esta Sala el Almirante Carroll.
El peligro militar para los Estados Unidos que ofrece Cuba es “cero”, testificó el General Atkinson.
Incuestionable es el derecho de mi patria ‑como el de cualquier otro país‑ a defenderse de quienes intentan hacer daño a su pueblo.
Compleja, difícil ha sido la tarea de frenar estos actos terroristas, porque estos han gozado de complicidad o indolente tolerancia de las autoridades.
Mi país ha hecho todo lo posible por advertir al gobierno norteamericano de los peligros de estas acciones, para lo cual se han usado canales oficiales; discretos o públicos. Pero nunca se ha podido lograr una cooperación recíproca.
En la década del noventa, alentados por el derrumbe del campo socialista, grupos terroristas intensificaron sus actividades contra Cuba. Era, según sus criterios, la tan esperada hora para crear el caos final, aterrorizar al pueblo, desestabilizar la economía, dañar la industria del turismo, fomentar la crisis y dar el golpe de muerte a la Revolución Cubana.
¿Qué podía hacer Cuba para defenderse y estar prevenida de los planes terroristas en su contra? ¿Qué podía hacer en aras de evitar un conflicto de mayor magnitud? ¿Qué opciones tenía para salvaguardar la soberanía y la seguridad de sus hijos?
Una de las formas posibles de impedir los actos brutales y sangrientos, de evitar que el sufrimiento creciera con más muertes, era actuar en silencio.
No quedó otra alternativa que contar con hombres que ‑por amor a una causa justa, por amor a su Patria y a su pueblo, por amor a la paz y a la vida‑ estuvieran dispuestos a cumplir, voluntariamente, ese honroso deber en contra del terrorismo. Alertar del peligro de agresión.
Prevenir un conflicto que sembrara dolor en nuestros pueblos, ha sido el objeto de mis actos y la razón de mi deber, como lo ha sido para mis compañeros.
No hemos actuado por dinero ni por rencor. Ninguno de nosotros ha tenido la idea de hacer daño al noble y laborioso pueblo americano. No lesionamos la seguridad nacional de este país. Ahí están los récords de la Corte. Los que duden, examínenlos y encontrarán la verdad.
Los bestiales ataques terroristas contra el Centro Mundial del Comercio y el Pentágono del once de septiembre pasado, llenaron de indignación a quienes amamos un mundo de paz. La muerte sorpresiva e insólita de miles de inocentes ciudadanos de este pueblo nos sembró un profundo dolor en el corazón.
Nadie niega que el terrorismo es un fenómeno inhumano, despiadado y repugnante, y debe ser exterminado con urgencia.
“Para alcanzar la victoria se debe tener a disposición la mejor inteligencia posible”. “Se requiere unidad para fortalecer las agencias de inteligencia, para así conocer los planes antes de que sean perpetrados y detectar a los terroristas antes que ataquen.”
Esas dos afirmaciones no fueron hechas por el Presidente de la República de Cuba, nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, sino por el Presidente de los Estados Unidos de América, a raíz de esos horrendos ataques. Me pregunto y me vuelvo a preguntar: ¿Esas afirmaciones no tienen valor para Cuba, que es víctima del terrorismo?
Precisamente eso es lo que Cuba ha hecho para intentar poner fin a ese flagelo, que también por tantos años ha azotado su territorio y martirizado a su pueblo.
Su Señoría,
...hubo un “juicio”,
lo sabe esta Sala;
convivimos y velamos
días repletos de declaraciones,
testimonios,
indicios,
evidencias,
argumentos,
mociones,
compromisos,
dudas,
injurias,
falacias,
deliberaciones...
No vengo hoy aquí a justificar nada,
vengo a decir
la verdad.
“Sólo con ella estoy comprometido”.
Acuerdo, no hubo otro que no fuera el compromiso de ser útil al mundo, de servir a una causa valedera llamada humanidad y también Patria.
Intención, no hubo otra que no fuera la de evitar la insensatez y el crimen, y salvar la flor viva de la muerte fortuita, brusca, vana y prematura.
No se traspasó. No se ultrajó. No se ofendió.
No se hurtó. No se engañó. No se defraudó.
No se intentó ni se cometió espionaje.
Nadie nunca me pidió buscar información clasificada alguna. Aquí en esta Sala lo confirmaron las declaraciones de testigos, no sólo de la Defensa, sino de la propia Fiscalía.
Léanse los testimonios del General Clapper, de Joseph Santos, del General Atkinson, por citar algunos, y se confirmará lo que con total honestidad digo.
Tal como vinieron a este recinto Dalila Borrego, Edward Donohue, Tim Carey, pudieron asistir muchas personas para explicar cómo era mi vida; para exponer qué hacía cada día. En cambio, en mi contra nadie vino, ni sería posible hallar persona alguna que, con sinceridad, señalara una falta en mi conducta ante la sociedad.
Yo amo la Isla donde crecí, me eduqué, y en la que viven mi madre, uno de mis idolatrados hijos y muchos otros de mis seres queridos y amigos; también amo a este país en el cual nací, donde en los últimos 10 años de mi vida he dado y recibido verdaderas muestras de amor y solidaridad.
Tengo la certeza de que es inevitable, no sólo un puente de amistad entre ambos pueblos, sino entre todos los pueblos del mundo.
Le corresponde a usted, Su Señoría, dictar Sentencia en este largo y tortuoso juicio.
¡Júntense pruebas y evidencias!
Voces dirán que no existen.
¡Tómense hechos y argumentos!
Voces dirán que no imputan.
¡Léanse casos y testimonios!
Voces dirán que no es posible
culpar a estos hombres.
Voces que salen del propio corazón.
Voces que llevan el vigor de lo justo.
Voces que no quisieron ser, o que no fueron
escuchadas por un jurado
que no pudo impartir justicia.
¡Se equivocaron! Su veredicto fue un sacrilegio. Pero teníamos conciencia, desde un inicio, de que tratándose del tema de Cuba, era Miami un lugar imposible a tal propósito.
Ha sido este, por encima de todo, un juicio político.
En lo personal, no tengo otra cosa que pedir: sólo justicia, por el bien de nuestros pueblos, por el bien de la verdad. Una Sentencia justa, libre de ataduras políticas, plena, hubiera sido un importante mensaje en este trascendental momento de lucha contra el terrorismo.
Permítame reiterar que nunca he hecho daño personal a nadie ni causado daño material alguno. Nunca he intentado realizar acción que pusiera en peligro la seguridad nacional de Estados Unidos.
Si se me pidiera una cooperación similar, volvería a hacerlo con honor. En este momento viene a mi mente con fuerza y pasión un fragmento de una carta que el general cubano Antonio Maceo, quien luchó por la independencia de Cuba en el siglo XIX, le escribió a un general español:
“No hallaré motivos para haberme desligado para con la humanidad. No es pues una política de odio la mía, es una política de amor; no es una política exclusiva, es una política fundada en la moral humana.” (Fin de la cita.)
Por su Sentencia, mis entrañables hermanos y yo deberemos guardar una injusta prisión, pero desde allí no descansaremos en la defensa de la causa y los principios que hemos abrazado.
Llegará el día que ya no vivamos en la zozobra del temor y la muerte, y en ese día de la historia, se verá la justicia real de nuestra causa.
Su Señoría:
¡Han pasado muchos meses y días de un encierro injusto, rudo y horrible!
A veces me he preguntado, ¿qué es el tiempo? Y como San Agustín me he respondido: “Si me lo preguntan no lo sé. Pero si no me lo preguntan, yo sí lo sé.”Horas de soledad y de esperanzas; de reflexión ante lo injusto y ruin; eternos minutos donde arden los recuerdos: ¡Recuerdos hay que queman la memoria!
Tomo versos de Martí, para esta última página, que anoté en el diario de mis largos días:
“He vivido: al deber juré mis armas
y ni una vez el sol dobló las cuestas
sin que mi lidia y mi victoria viere...”
(Versos Libres)
Y cito en esta Sala al poeta uruguayo y universal Mario Benedetti:
“...la victoria estará como yo
ahí nomás germinando...”
Porque al final reposaremos libres y victoriosos frente a ese sol que hoy nos ha sido negado.
Gracias.
Antonio Guerrero



                                                   http://www.cuba.cu/inocentes/tony.html


El difícil camino de la indentidad: La edad de la ira (2da.parte)






¿Quién mató a Rodofo Waslh?

Raúl San Miguel

Fotos de la Internet.
Óleo de Oswaldo Guayasamín



Leí el reporte en el perfil de un amigo en Facebook, la acción fascista contra un monumento dedicado a Rodolfo Walsh, en Argentina. No voy a contar la historia de un hombre donde la dimensión de su pensamiento político trasciende fronteras épicas y se ha vuelto eterno e inmortal. El odio de ese grupúsculo lo ha demostrado de fantoches que cebaron su odio impotente contra la piedra donde otros concibieron el necesario y justo homenaje.
Me limitaré a reiterar algunos pasajes sobre este hombre al cual admiro por su condición de revolucionario, humanista y periodista, más allá de su muerte porque ni siquiera han podido matarlo quienes hoy se enfrentan a monumentos cuando no pueden derrotar la verdad de la vida y el ejemplo de estos hombres eternos como el Comandante Ernesto Guevara de la Serna, el Che, y otro grande de esa tierra: el periodista Jorge Ricardo Masetti, quien entrevistó en la Sierra Maestra al líder histórico de la Revolución cubana, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y escribió ese histórico reportaje testimonio: Los que luchan y los que lloran: el Fidel Castro que yo conocí.
Rodolfo Walsh, viajo a Cuba en 1959, junto con sus colegas y compatriotas Jorge Masetti, Rogelio García Lupo y el escritor colombiano Gabriel García Márquez fundó la agencia Prensa Latina. Durante su estancia en la isla interceptó accidentalmente y logró descifrar, con sólo un manual de criptografía, las comunicaciones secretas entre la CIA y agentes en Guatemala sobre los preparativos para la invasión de Playa Girón, operación que terminó fracasando gracias a la labor de Walsh, quien también se infiltró en la base estadounidense disfrazado de sacerdote protestante por sugerencia de Massetti.
De regreso a la Argentina trabajó en la revista Panorama y ya durante la dictadura de Onganía, fundó el semanario de la CGT de los Argentinos que dirigió entre 1968 y 1970, y que luego de la detención de Raimundo Ongaro y el allanamiento en 1969 a la CGTA se publicó en forma clandestina.
En esos años publicó sus dos únicas obras de teatro (La granada y La batalla) y sus dos colecciones de cuentos más célebres: Los oficios terrestres (1965, que incluye el cuento "Esa mujer") y Un kilo de oro (1967). En 1969 publica ¿Quién mató a Rosendo?, una investigación sobre el asesinato del dirigente sindical Rosendo García. Walsh concluye que el responsable era Augusto Timoteo Vandor, secretario general de la CGT, y partidario de una política menos combativa y más concesiva con el gobierno militar que gobernaba en aquél entonces. Sin embargo, Walsh se sorprendió al enterarse de su asesinato.9
Luego de esto siguió viviendo en "Lorelei", la casa que alquilaba en el Delta de Tigre, donde escribió la primera versión de Operación masacre y donde residía desde su regreso de Cuba en 1960.
En 1967, conoció a Lilia Ferreyra, quien sería su compañera hasta su desaparición.
Dejé para el final porque considero que resulta impostergable esta carta de Rodolfo Walsh a su hija. Esto ocurrió en Argentina. Una historia filial, de lucha desde una posición revolucionaria real y en la cual el ejemplo de padre e hija, resulta imperecedero.

Reitero en mi blog, la estremecedora carta escrita a su hija, asesinada físicamente por defender las ideas de justicia durante la dictadura que azotó a Argentina.

Carta a Vicki

Querida Vicki: La noticia de tu muerte me llegó hoy a las tres de la tarde. Estábamos en reunión cuando empezaron a transmitir el comunicado. Escuché tu nombre, mal pronunciado, y tardé un segundo en asimilarlo. Maquinalmente empecé a santiguarme como cuando era chico. No terminé con ese gesto. El mundo estuvo parado ese segundo. Después les dije a Mariana y Pablo: “era mi hija”. Suspendí la reunión.
Estoy aturdido. Muchas veces lo temía. Pensaba que era excesiva suerte no ser golpeado, cuando tantos otros son golpeados. Sí, tuve miedo por vos, como vos por mí, aunque no lo decíamos. Ahora el miedo es aflicción. Sé muy bien por qué cosas has vivido, combatido. Estoy orgulloso de esas cosas. Me quisiste, te quise. El día que te mataron cumpliste 26 años. Los últimos fueron muy duros para vos. Me gustaría verte sonreír una vez más.
No podré despedirme, vos sabés por qué. Nosotros morimos perseguidos, en la oscuridad. El verdadero cementerio es la memoria. Ahí te guardo, te acuno, te celebro y quizás te envidio, querida mía.
Hablé con tu mamá. Está orgullosa en su dolor, segura de haber entendido tu corta, dura, maravillosa vida.
Anoche tuve una pesadilla torrencial, en la que había una columna de fuego, poderosa pero contenida en sus límites, que brotaba de alguna profundidad.
Hoy en el tren un hombre me decía: “Sufro mucho. Quisiera acostarme a dormir y despertarme dentro de un año”. Hablaba por él pero también por mí.

Carta a mis amigos

Hoy se cumplen tres meses de la muerte de mi hija, María Victoria, después de un combate con fuerzas del Ejército. Sé que aquéllos que la conocieron la han llorado. Otros, que han sido mis amigos o me han conocido de lejos, hubieran querido hacerme llegar una voz de consuelo. Me dirijo a ellos para agradecerles pero también para explicarles cómo murió Vicki y por qué murió.
El comunicado del Ejército que publicaron los diarios no difiere demasiado, en esta oportunidad, de los hechos. Efectivamente, Vicki era oficial 2° de la Organización Montoneros, responsable de la prensa sindical, y su nombre de guerra era Hilda. Efectivamente estaba reunida ese día con cuatro miembros de la Secretaría Política que combatieron y murieron como ella.
La forma en que ingresó a Montoneros no la conozco en detalle. A los 22 años, edad de su posible ingreso, se distinguía por decisiones firmes y claras. Por esa época comenzó a trabajar en diario La Opinión y en un tiempo muy breve se convirtió en periodista. El periodismo en sí no le interesaba. Sus compañeros la eligieron delegada sindical. Como tal debió enfrentar en un conflicto difícil al director del diario, Jacobo Timerman, a quien despreciaba profundamente. El conflicto se perdió y cuando Timerman empezó a denunciar como guerrilleros a sus propios periodistas, ella pidió licencia y no volvió más.
Fue a militar a una villa miseria. Era su primer contacto con la pobreza extrema en cuyo nombre combatía. Salió de esa experiencia convertida a un ascetismo que impresionaba. Su marido, Emiliano Costa, fue detenido a principios de 1975 y no lo vio más. La hija de ambos nació poco después. El último año de vida de mi hija fue muy duro. El sentido del deber la llevó a relegar toda satisfacción individual, a empeñarse mucho más allá de sus fuerzas físicas. Como tantos muchachos que repentinamente se volvieron adultos, anduvo a los saltos, huyendo de casa en casa. No se quejaba, sólo su sonrisa se volvía más desvaída. En las últimas semanas varios de sus compañeros fueron muertos: no pudo detenerse a llorarlos. La embargaba una terrible urgencia por crear medios de comunicación en el frente sindical, que era su responsabilidad.
Nos veíamos una vez por semana, cada quince días. Eran entrevistas cortas, caminando por la calle, quizá diez minutos en el banco de una plaza. Hacíamos planes para vivir juntos, para tener una casa donde hablar, recordar, estar juntos en silencio. Presentíamos, sin embargo, que eso no iba a ocurrir, que uno de esos fugaces encuentros iba a ser el último, y nos despedíamos simulando valor, consolándonos de la anticipada partida.
Mi hija no estaba dispuesta a entregarse con vida. Era una decisión madurada, razonada. Conocía, por infinidad de testimonios, el trato que dispensan los militares y marinos a quienes tienen la desgracia de caer prisioneros: el despellejamiento en vida, la mutilación de miembros, la tortura sin límite en el tiempo ni en el método, que procura al mismo tiempo la degradación moral, la delación. Sabía perfectamente que en una guerra de esas características, el pecado no era no hablar, sino caer. Llevaba siempre encima una pastilla de cianuro, la misma con que se mató nuestro amigo Paco Urondo, con la que tantos otros han obtenido una última victoria sobre la barbarie.
El 28 de setiembre, cuando entró en la casa de la calle Corro, cumplía 26 años. Llevaba en brazos a su hija porque a último momento no encontró con quién dejarla. Se acostó con ella, en camisón. Usaba unos absurdos camisones blancos que siempre le quedaban grandes.
A las siete del 29 la despertaron los altavoces del Ejército, los primeros tiros. Siguiendo el plan de defensa acordado, subió a la terraza con el secretario político, Molina, mientras Coronel, Salame y Beltrán respondían al fuego desde la planta baja. He visto la escena con sus ojos: la terraza sobre las casas bajas, el cielo amanecido, y el cerco. El cerco de 150 hombres, los FAP emplazados, el tanque. Me ha llegado el testimonio de uno de esos hombres, un conscripto.
"El combate duró más de una hora y media. Un hombre y una muchacha tiraban desde arriba. Nos llamó la atención la muchacha porque cada vez que tiraba una ráfaga y nosotros nos zambullíamos, ella se reía."
He tratado de entender esa risa. La metralleta era una Halcón y mi hija nunca había tirado con ella, aunque conociera su manejo por las clases de instrucción.
Las cosas nuevas, sorprendentes, siempre la hicieron reír. Sin duda era nuevo y sorprendente para ella que ante una simple pulsación del dedo brotara una ráfaga y que ante esa ráfaga 150 hombres se zambulleran sobre los adoquines, empezando por el coronel Roualdes, jefe del operativo.
A los camiones y el tanque se sumó un helicóptero que giraba alrededor de la terraza, contenido por el fuego.
"De pronto, dice el soldado, hubo un silencio. La muchacha dejó la metralleta, se asomó de pie sobre el parapeto y abrió los brazos. Dejamos de tirar sin que nadie lo ordenara y pudimos verla bien. Era flaquita, tenía el pelo corto y estaba en camisón. Empezó a hablarnos en voz alta pero muy tranquila. No recuerdo todo lo que dijo. 'Ustedes no nos matan' dijo el hombre 'nosotros elegimos morir'. Entonces se llevaron una pistola a la sien y se mataron enfrente de todos nosotros."
Abajo ya no había resistencia. El coronel abrió la puerta y tiró dos granadas. Después entraron los oficiales. Encontraron a una nena de algo más de un año, sentadita en una cama, y cinco cadáveres.
En el tiempo transcurrido he reflexionado sobre esa muerte. Me he preguntado si mi hija, si todos los que mueren como ella, tenían otro camino. La respuesta brota de lo más profundo de mi corazón y quiero que mis amigos la conozcan. Vicki pudo elegir otros caminos que eran distintos sin ser deshonrosos, pero el que eligió era el más justo, el más generoso, el más razonado. Su lúcida muerte es una síntesis de su corta, hermosa vida. No vivió para ella: vivió para otros, y esos otros son millones. Su muerte sí, su muerte fue gloriosamente suya, y en ese orgullo me afirmo y soy yo quien renace de ella.
Esto es lo que quería decir a mis amigos y lo que desearía de ellos es que lo transmitieran a otros por los medios que su bondad les dicte.