domingo, 7 de noviembre de 2010

¿Ser (in) diferente?

Raúl San Miguel

Fotos: Tomadas de la Internet

¿Ser o no ser diferentes? La cuestión relacionada con el dilema fundamental shakespereano emerge en cada una de las disyuntivas que enfrentamos como seres sociales. Específicamente, en este comentario, retomo un asunto polémico en cualquier sociedad y nación: los gays.
¿Qué los hace diferentes a otros individuos o grupos sociales? Por supuesto, nada. Esa sería mi respuesta. Sin embargo, considero que al abordarse el asunto de una relación homosexual, en las telenovelas cubanas, se tiende a exagerar la descripción de los personajes, cuando o a través de los cuales se pretende caracterizar la posición asumida (por estos individuos) con respecto a nuestra sociedad o viceversa. De ahí que considero que, si bien es necesario incluir estos personajes _ porque forman parte de nuestras vidas (como seres sociales) _, irse al otro extremo y redundar hasta el morbo los refleja (exactamente) como diferentes.
Pero no solo ocurre en las telenovelas. La vida social también redunda en ejemplos que pudiéramos considerar exagerados. Personas que requieren exhibir su desnudez interior como si fuese necesario o urgente gritar a los cuatro vientos su condición de gays o preferencia por el mismo sexo.



Algunos de mis buenos amigos (biológicamente, hembras y varones) son gays. Por supuesto, respeto la orientación sexual que los define. No la comparto. Asumo mi condición de heterosexual biológica y psíquicamente definido y no los veo como una relación de amistad rara, exótica o exclusiva. En realidad no los trato como extraños. No los hago diferentes.
Recuerdo, en una oportunidad, mi respuesta a la persona que presidía los primeros seminarios acerca de la definición género: hembra o varón al reflejarse en la prensa la participación de “niños y niñas” en determinado hecho que tenía interés periodístico. Llovían las bromas. La redacción del artículo se hacía extremadamente concurrente al tener que insistir en la repetición de “niños y niñas”. No obstante, comprendí que se nace hembra o varón y, después, se asume (con responsabilidad) el derecho a ser hombre o mujer.
Resulta que Mariela Castro Espín, quien dirige el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) www.cenesex.sld.cu, me dijo en broma, durante uno de estos seminarios realizados (San Diego de los Baños, Pinar del Río): “a partir de ahora te invitaré para cubrir algunas actividades como periodista. Puedes considerarte un federado (se refería a ser miembro de la Federación de Mujeres Cubanas)”. Ambos reímos. Mi respuesta fue: “Cuando funden la Federación de Hombres Cubanos, podrás contar con mi apoyo”.
Aquella respuesta machista nos hizo reír, pero sobre todo reflexionar hasta qué punto debía resolverse una cuestión que urgía tenerse en cuenta tanto en los medios de difusión masiva como eventos sociales.
Hace unos días nos referíamos al tema. La causa se relacionaba, directamente, con la posición asumida por un colega reconocido por su capacidad e inteligencia profesional. Una persona a la cual admiro y respeto.
Resulta que su posición ha despertado la polémica en cuanto a los gays. Me refiero a una respuesta que ofreció en este espacio que compartimos millones de personas con el propósito de participar o integrarnos (por voluntad propia) en una red social donde compartimos asuntos diversos y de nuestro interés.
Convertir el asunto en un tema para el debate pudiera funcionar si, en el caso de Cuba, la sociedad no hubiese dado pasos oportunos para evitar confusiones en cuanto a la posición del estado con respecto a los gays.
Sé que este asunto, como el del racismo o rechazo (no institucional) a las personas de la raza negra, no ha sido resuelto en mi país definitivamente. Existe como un fenómeno que tiene un profundo anclaje en nuestra cultura, en los propios orígenes de la formación de una nación. En este sentido deseo apuntar lo siguiente: fueron hombres y mujeres, negras y negros; blancas y blancos, quienes pelearon y dieron sus vidas durante todos estos años (más de un siglo) para concretar la independencia y soberanía política de Cuba. ¿Qué los hizo diferentes, cuando peleaban o compartían los sueños libertarios? ¿Pensaban en desunirse después, cuando triunfaran con las armas y comenzaran a labrar el camino de una verdadera república? La respuesta es obvia. No. Pensaron en compartir y defender sus sueños y el futuro de sus hijos e hijas en una nación verdaderamente independiente.
Hace unos días, en el programa televisivo estelar: Con dos que se quieran basta (dirigido por Amaury Pérez), el cantautor Gerardo Alfonso apuntaba que se trataba de una cuestión cultural el tema relacionado con el racismo no institucional en Cuba. Abordaba, certeramente, con ejemplos el asunto. En mi opinión, lo magistral, resultó no evadir las respuestas que como saetas lanzaba el conductor del espacio. Gerardo fue respetuoso y claro. Comparto la esencia de sus respuestas y aclaro: Con la Revolución se ofreció iguales oportunidades a todos los ciudadanos, sin mediar el credo, raza u orientación sexual. Los tabúes existían, no podrían ser borrados en medio siglo, tampoco la cuestión de las razas y el machismo tropical que nos caracteriza (a hombres y mujeres latinos) podía estar fuera de la polémica. ¿Tendría que crear un espacio para defender el color de mi piel? En mi opinión otros asuntos resultan más urgentes e inmediatos; aunque el asunto no me resulta excluyente. Así lo describo en mi artículo: Balada para mis dos abuelos que publiqué en este blog hace algún tiempo. http://elhabanerochekere.blogspot.com/2010/09/balada-para-mis-dos-abuelos.html
Es normal que se observen parejas, de diferentes razas, caminar por las calles sin que constituya un asombro o un rechazo por la sociedad. Tampoco el tema de los gays es visto como un fenómeno extraterrestre. Sin embargo, y pudiera parecer contradictorio, insistir en tratarlos como diferentes nos hace asumirlos como diferentes. No hace falta que la condición humana esté marcada por sus interioridades sexuales. Soy de la opinión que biológicamente el hombre y la mujer fueron dotados (por la naturaleza) para reproducirse y el diseño de sus cuerpos incluyó la preparación de órganos reproductores diferentes para la procreación de la especie. Es por eso que defiendo, en mi caso, la heterosexualidad.
También considero que la intimidad se comparte en la intimidad. Destapar la “caja de pandora” y caricaturizar, ridiculizar o defender a los gays como ejemplos, en los medios audiovisuales (fundamentalmente) los coloca en la posición de víctimas o de ejemplos que pudieran resultar dañinos, especialmente, a los adolescentes. Es en esta etapa del desarrollo psíquico y biológico de los humanos que se produce el efecto de rechazo, rebeldía, experimentación y toma de referencias que (generalmente) resultan contrarias a lo que esperan los padres.



Dejo claro que no existe el acoso, en Cuba, a las personas porque sean de un credo determinado, raza u orientación sexual. Existen normas de conducta social que están regidas por legislaciones incluidas en la Constitución de nuestro país, como ocurre en otros. Transgredir estas normas de conducta y manifestarse de manera obscena o impropia, de acuerdo con lo establecido en las leyes, es un delito en cualquier nación. Me refiero a personas que buscan, en estos grupos de gays, introducir drogas, ejercer la prostitución o estimular comportamientos que laceran las normas de convivencia social.
Asumir los derechos de los gays no significa que se rompan tabúes de la noche a la mañana. Existen suficientes ejemplos que lo demuestran: metrosexuales y gays se han puesto de moda. En ello influye, por supuesto, la forma en hacemos referencia exagerada en intercambios sociales, en las telenovelas, o nos colocamos en la posición de in-diferentes.