domingo, 12 de octubre de 2014

La edad de la ira: El difícil camino de la identidad




La caída de los dioses otros (Primera parte)

Raúl San Miguel

Realmente el mundo está patas arriba, pero no precisamente el Sur es quien marca el derrotero, sino el Norte con sus violentas crisis capitalistas que se transfieren a millones de personas que padecen hambre, casi endémica, mientras otros millones sufren los embates directos e indirectos de tales situaciones generadas para colocar a otros miles en el vórtice de las guerras imperiales o bajo las mismísimas bombas que "alivian" los arsenales de naciones como Estados Unidos e Israel. 
Casi nada, escapa a la voracidad de tal agujero negro que succiona los recursos de las naciones infectadas por el capital golondrina (ahora le llaman fondos buitres) bajo la comparsa de gobiernos y oligarquías locales que se disfrazan de democracias y asumen el papel de populares en medio de un show mediático que ni siquiera alcanzan a ver, o entender los pueblos originarios (Qom o Mapuches, al Sur de nuestro continente; o fenecen bajo la mortal expansión del ébola en el África), sin que los organismos internacionales se pronuncien de forma concreta para evitar tales males porque nada pueden hacer contra las megatransnacionales del poder.
De modo que este 12 de octubre de 2014, en el que no podemos conmemorar nada más que la barbarie a la que han sido sometidos nuestros pueblos, no debemos olvidar que también se libra una guerra en el ciberespacio para borrar nuestra identidad en lo que puede determinarse como la Edad de la ira, citando a Oswaldo Guayasamín y el comienzo de la Edad del hambre, como una vez escribí en este blog. 
Precisamente, en el difícil camino de la identidad e tenido experiencias relacionadas con personalidades públicas que no resisten reconocer la verdad que muestran las imágenes de la barbarie; sin embargo e conocido de otros, como el actor Ricardo Darin, que resume (no es la primera vez) un pensamiento coherente con al posición humanista de un hombre comprometido con la verdad y la justicia.

En esta primera parte les dejo el conocido texto de Galeano. 


Imagen: Óleo de Oswaldo Guayasamín (serie: La edad de la ira)
Foto y texto de Galeano: Tomados de la Internet


Una invitación al vuelo

Milenio va, milenio viene, la ocasión es propicia para que los oradores de inflamada verba peroren sobre el destino de la humanidad, y para que los voceros de la ira de Dios anuncien el fin del mundo y la reventazón general, mientras el tiempo continúa, calladito la boca, su caminata a lo largo de la eternidad y del misterio. La verdad sea dicha, no hay quien resista: en una fecha así, por arbitraria que sea, cualquiera siente la tentación de preguntarse cómo será el tiempo que será. Y vaya uno a saber cómo será. Tenemos una única certeza: en el siglo veintiuno, si todavía estamos aquí, todos nosotros seremos gente del siglo pasado y, peor todavía, seremos gente del pasado milenio. Aunque no podemos adivinar el tiempo que será, sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar el que queremos que sea.
En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible: el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones; en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros; la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor; el televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas; la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar; se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega; en ningún país irán presos los muchachos que se niegan a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo; los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas; los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas; los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos; los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas; la solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo; la muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero; nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene; el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra; la comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos; nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión; los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle; los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos; la educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla; la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla; la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda; una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú; en Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria; la Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo; la Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios: "Amarás a la naturaleza, de la que formas parte"; serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma; los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar; seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuanto hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa o del tiempo; la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero.

Eduardo Galeano
Patas para arriba (1998)