“Los médicos deberían tener siempre llena
de besos las manos”.*
José Martí
A los doctores Hugo y María del Carmen.
Raúl San Miguel
Fotos tomadas de la Internet.
Justo cuando _desde el Río Bravo a
la Patagonia_ nuestros países están próximos a celebrar el Día de la Medicina Latinoamericana
(3 de diciembre) siento el orgullo y la necesidad de adelantar este artículo, porque
decenas de egresados de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) ya forman
parte de los miles de cooperantes cubanos que ofrecen sus servicios en
diferentes naciones del continente. Hermoso
ejemplo de conmemoración que coincide con el natalicio del sabio cubano Carlos
Juan Finlay y Barrés, nacido en Camagüey, en 1833, y descubridor del agente transmisor
de la fiebre amarilla: el mosquito Aedes Aegypti.
Aunque no es
mi propósito realizar una disertación histórica sobre Finlay, si considero hacer
un paréntesis acerca de la forma en que se propusieron escamotear su logro al
pretenderse favorecer al norteamericano Walter Reed _quien presidió, en 1901,
la cuarta comisión estadounidense que vino a Cuba, precisamente_, para
«demostrar» (in situ) que la fiebre amarilla tenía un origen bacteriano y que,
por tanto, el doctor Finlay estaba equivocado. El médico cubano había visitado
Estados Unidos, en febrero de 1881, para presentar su trabajo «El mosquito
considerado hipotéticamente como agente de la transmisión de la fiebre
amarilla», y había sido ignorado.
Sin embargo,
la oposición a reconocer a Reed como el verdadero descubridor se puso de
manifiesto cuando Francia decide otorgar a Finlay (en 1911) la orden oficial de
la Legión de Honor, e Inglaterra la medalla Mary Kinsley, concedida en el mundo
solo a los científicos Mauson, Ross y al genial Koch, descubridor del bacilo de
la tuberculosis. Asimismo, el XIV Congreso Internacional de Historia de la
Medicina, celebrado en Roma en 1954, ratificó al cubano como el único
descubridor del agente trasmisor de la fiebre amarilla y la aplicación de su
doctrina en el saneamiento del trópico.
Dos años
después, esta misma cita realizada en España, acordó la ejecución de una
campaña intensa para que los libros de texto, diccionarios enciclopédicos y
medios de divulgación no atribuyeran a otras personas la gloria que, por
derecho propio, le pertenecía al doctor Finlay, quien fuera propuesto siete
veces para el Premio Nobel de Medicina, pero los Estados Unidos siempre se
opusieron. En la década del cincuenta, por fin se esclarece la verdad histórica
y se instaura el Día de la Medicina Latinoamericana en reconocimiento al
cubano. El 25 de mayo de 1981 la UNESCO instituyó por primera vez el Premio
Internacional Carlos J. Finlay, para reconocer avances en Microbiología, e
incluyó al sabio en su revista como uno de los seis microbiólogos más
destacados de la historia mundial.
También, un
poco más cercana la fecha al presente texto, hago referencia a los días en que
la destacada sexologa y directora del Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba (CENESEX), Mariela Castro Espín, invitó a un grupo de periodistas a realizar aquellos
primeros trabajos que introducían _como tema del debate social_ la cuestión
relacionada con el género, sexo, la violencia contra la mujer, y el VIH.
Para
ilustrar el rezago machista que (en mi caso) padecía, me dijo, durante una visita a San Diego de
los Baños: “Te voy a proponer como federado,”
y me hizo reír con el término que establecía una relación de pertenencia
con la Federación de Mujeres Cubanas. La broma resultó didáctica. Aprendí a
reconocer otras cuestiones relacionadas con la marginación de la homosexualidad
y la satanización de estas personas con relación a un estigma: considerados los
culpables de la propagación del VIH, cuando en el mundo (y por supuesto, en
Cuba) apenas se tenía conocimiento de la enfermedad. Durante un buen tiempo asistí a seminarios y
publiqué reportes acerca de la necesidad de participar, con argumentos, en el
debate de los temas señalados.
De cierta
forma me “alfabeticé”, en mi profesión como periodista, con respecto a la
transmisión del VIH y la necesidad de evitar la enfermedad, pero sobre todas
las cosas el tratamiento social a las personas que conviven con el VIH. Sin
embargo, debo reconocer que mi relación con las principales dirigentes de la
ONg, Allí donde estés, de la ciudad de la Plata, Argentina, específicamente su vicepresidenta, Nora Salas, quien me llevó a retomar
estos trabajos e incluso fue aceptada, por el Comité Científico organizador,
una ponencia que presenté al III Encuentro sobre el VIH que tuvo lugar en San
Juan, Argentina. Lamentablemente, por cuestiones ajenas a mi voluntad, no pude
asistir.
Esta ONg,
Allí donde estés, tiene una fuerte labor: visitas y entrega gratuita de recursos a pacientes en hospitales, embarazadas, mujeres que se encuentran en el sistema penitenciario, conferencias, para contribuir en la formación de una conciencia social y el establecimiento de una política que permita el tratamiento preventivo de las
muchas causales que conducen a un sexo desprotegido o la incultura relacionada
con el tema, cuestiones que obligan (a sus miembros) a desarrollar una fuerte campaña que, en ocasiones, resulta determinante debido al entorno social en que realizan su trabajo. Una cuestión que, en el caso de Cuba, muestra un saldo
favorable (léase CENESEX) gracias al apoyo del Estado para la realización de
investigaciones y el establecimiento de programas efectivos, recursos y
medicamentos, que permitan un mayor acercamiento social con el apoyo de la
familia de las personas que conviven con el VIH, en correspondencia con los derechos de sus ciudadanos.
El Día Mundial de la Lucha contra el
Sida o Día Mundial de la
Respuesta al Sida se conmemora el 1 de
diciembre de cada año, y se muestran los avances contra la pandemia de VIH/sida causada por la extensión
de la infección del VIH.Se conmemoró por primera vez el 1 de diciembre de 1988. La idea surgió en la Cumbre Mundial de Ministerios de la Salud de 1988, dentro de los programas para la prevención del sida. Desde entonces, la iniciativa la han seguido gobiernos, organizaciones internacionales y caridades de todo el planeta. Pero fue, determinante, el impacto mediático lo motivo que decidió tomar la fecha como referencia a escala mundial. Desde entonces, el VIH ha matado a más de 25 millones de personas, en todo el planeta, lo que la hace una de las epidemias más destructivas registradas en la historia. A pesar de que existe un mayor acceso y se ha mejorado el tratamiento antirretroviral y al cuidado médico en muchas regiones del mundo, la epidemia de sida costó aproximadamente 3,1 millones (entre 2,8 y 3,6 millones) de vidas solo en el año 2005, de las cuales 0,57 millones eran niños.
¿SOMOS DIFERENTES?
A
quienes me enseñaron cómo y por qué luchar
para
erradicar estas subjetivas diferencias
y han
demostrado que merecen este reconocimiento.
Las personas con capacidades diferentes han luchado, durante toda la existencia humana, por erradicar todas las barreras que implican el no reconocimiento de sus derechos como personas para ser tomadas en cuenta como integrantes plenos de la sociedad. De ahí que el decenio comprendido, a partir de 1992, fuera como un despertar (a escala mundial) o tema de conciencia en relación con las medidas orientadas hacia el mejoramiento de las personas con capacidades diferentes. El Decenio, había sido un período de toma de conciencia y de medidas orientadas, entre otras, hacia la consecución de la igualdad de oportunidades.
Se conoce que, alrededor de un 15% de la población mundial, o mil millones de personas, presentan algún tipo de capacidad diferente. Sin embargo, muchas personas, en general, y también las instancias decisorias (burocratismo en cualquier sociedad) ignoran a menudo el gran número de personas que presentan capacidades diferentes y, en consecuencia, multiplican los problemas que estas han de afrontar. La Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene, entre sus misiones, coordinar y apoyar para mejorar la calidad de vida de estas personas, mediante actividades nacionales, regionales y mundiales y en promover la toma de conciencia sobre la magnitud y las consecuencias del problema que representa ser indiferentes desde el individuo, la sociedad o los gobiernos.
Por ejemplo, en Cuba, el Estado desarrolló, prácticamente, desde el propio triunfo de la Revolución, las escuelas especiales para incorporar a estas personas con capacidades diferentes y permitirles la garantía de elegir su futuro en estos centros de enseñanza donde se les permite desplegar sus capacidades diferentes y prepararlos para la vida. No significa que estemos exentos de barreras como las descritas anteriormente, pero los avances son notables a escala de todo el país, sin excepción. En una serie de artículos que publiqué en elhabanerochekeré, aunque desde otro punto de vista, se demuestra que, Cuba es un país de derechos. De ahí la importancia de continuar el trabajo de sensibilización y erradicación de los obstáculos físicos y sociales que impiden la plena integración de personas con capacidades diferentes a todas las facetas de la vida. Somos diferentes si actuamos _con respecto a las personas con capacidades diferentes_ de manera indiferente. En este sentido, el apoyo del Estado cubano, también demuestra el respeto a los derechos humanos.
*Esta foto grafica el pensamiento martiano. Imagen tomada de la Internet, donde se muestra un médico cooperante cubano en Haití. Solo el dolor, cuando es compartido, se acerca mucho más al amor.