Raúl
San Miguel
“Meditó unos instantes.
Había probado un sorbo de luz y descubrió
que la oscuridad,
en derredor, había dejado de ser
absoluta
en el término perpetuo de la palabra”.
(Beberse el Sol, Relato. RSM)
Foto:
Miguel Ángel Meana (Bankai)
Sostuvo
en sus manos el puro y observó el nombre de Churchill en el anillo del cilindro con la marca
Romeo y Julieta. Fue la solución de su colega Miguel Ángel, cuando le entregó
aquella fórmula que le llevaría el aliento de más de un siglo de cultivo en las
vegas cubanas.
Había
pensado un modo para quemar el tiempo y esparcir las cenizas de la ira. Desde
la noche anterior la cuartilla vacía le reprochaba su mudez y acentuaba el
presagio de una jornada intensa al estilo del mitológico Sísifo, castigado por
los dioses a llevar una roca hasta la cima de una montaña, una y otra vez.
“Es lo que necesitas –le dijo y, ante la mirada dubitativa preguntó: ¿Puedes hacerlo…?
“Es lo que necesitas –le dijo y, ante la mirada dubitativa preguntó: ¿Puedes hacerlo…?
Aceptó
sin pensarlo, pero se detuvo. Volvió a detenerse en el nombre grabado en el
sello y la hermosa textura del habano como una obra de arte destinada a la
cuchilla y el fuego.
“No.
No puedo...”
Llevó
el tabaco a su estuche y evocó su infancia, construyendo sus juguetes con las
cajas de tabacos, la olorosa y frágil madera de los estuches, la estampida de
las lagartijas y gorriones, las escapadas para ver el mar, sus dibujos en los papalotes, el regreso de las mariposas…
RSM.