“Mientras el tiempo se escurre,
entre dos mitades,
me sumerjo en un pensamiento
donde no soy ninguno
sin ser el otro”. (RSM)
Óleo de Vicente Bonachea
Ilustración: Samuel
Ilustración: Samuel
Hoy sé que no es el día que es, ni pretendo demostrarme que es el día marcado en el almanaque porque he construido mi propio día: una jornada donde las horas viajarán marcha atrás y yo podré mantenerme despierto en espera del ocaso, segundos antes de amanecer.
En primer lugar escribo para
recordar que existo bajo regulaciones propias, sin ataduras jurídicas que me
impidan avanzar o retroceder en busca de sinónimos y notas aclaratorias durante
la escritura. He visto, en un montón de papeles añejos, la cursiva huella del
manuscrito, con toda la prisa que resume atrapar una avalancha de ideas para no
quedar sepultado en las palabras.
He sacado algunas cuentas,
mis propias cuentas, con respecto a todo lo que sucede en derredor y me
preocupa, disfruto o comparto. En este caso, resulta tan vital como la verdad
de no dejar de ser L´être et le néant, en la primera obra filosófica de Jean-Paul
Sartre y del cual me apropio:
«He aquí que una ojeada a la
interrogación misma, en el momento en que creíamos alcanzar la meta, nos revela
de pronto que estamos rodeados de nada. La posibilidad permanente del no-ser,
fuera de nosotros y en nosotros, condiciona nuestras interrogaciones sobre el
ser. Y el mismo no-ser circunscribirá la respuesta: lo que el ser será se
recortará necesariamente sobre el fondo de lo que el ser no es. Cualquiera que
sea esta respuesta, podrá formularse así: El ser es eso y, fuera de eso, nada».
'El ser y la Nada'
Dicho de paso. También he
comprendido (y me alegra) reconocer que todas las tempranas lecturas
compartidas con mi madre, finalmente han rendido frutos. En particular, para
saber cuántos (en cualidad, no en cantidad, son mis amig@s). Por eso, recuerdo el
logaritmo que define la esencia mágica del ajedrez.
Si colocase, sobre el primer casillero de un tablero de ajedrez, a uno de mis amig@s, dos en el segundo, cuatro en el tercero y así sucesivamente (doblando la cantidad de amig@s en cada siguiente casillero), ¿cuántos amig@s tendría, sobre el tablero, al final?”
Si colocase, sobre el primer casillero de un tablero de ajedrez, a uno de mis amig@s, dos en el segundo, cuatro en el tercero y así sucesivamente (doblando la cantidad de amig@s en cada siguiente casillero), ¿cuántos amig@s tendría, sobre el tablero, al final?”
La respuesta
(insisto, tiene que ver más con la cualidad de estas relaciones de amistad que la cantidad de lógica puesta en
el asunto. Un amig@ es algo que no puede evaluarse, si es real la amistad, en
cuanto a cantidad, ni precio (los amigos ni se compran ni se cosechan).
Sabemos que en un tablero de ajedrez existen 64 (8x8) casilleros y asumiendo que el número de amig@s se duplica en cada casillero sucesivo, entonces la suma de amig@s sería 1 + 2 + 4 + 8... y así sucesivamente para cada uno de los 64 casilleros. Una vez hecha la cuenta pertinente, el número total de amig@s resultaría, aproximadamente, un poco más de18 trillones en la escala numérica larga, lo que es una cifra mucho más alta de lo que la mayoría de las personas esperaría resolver aritméticamente y de forma intuitiva. El cálculo, sencillamente, resulta infinito y en constante expansión como el Universo). En mi caso no constituye un problema, decidí resolverlo mediante la realización de una simple suma para contar a los verdaderos amigos, con los dedos de ambas manos. Sin embargo, creo en que las ideas justas, en favor de la solidaridad entre los seres humanos puede multiplicar muchas veces la velocidad de la luz y propagarse como lo hace el sol, durante millones de años, para dar ese poquitín de calor que garantiza la vida en la madre tierra. Por supuesto, todo esto lo aprendí de otros, que lo aprendieron de otros y así sucesivamente me hicieron volver, en el espacio-tiempo, a un recuerdo:
Sabemos que en un tablero de ajedrez existen 64 (8x8) casilleros y asumiendo que el número de amig@s se duplica en cada casillero sucesivo, entonces la suma de amig@s sería 1 + 2 + 4 + 8... y así sucesivamente para cada uno de los 64 casilleros. Una vez hecha la cuenta pertinente, el número total de amig@s resultaría, aproximadamente, un poco más de18 trillones en la escala numérica larga, lo que es una cifra mucho más alta de lo que la mayoría de las personas esperaría resolver aritméticamente y de forma intuitiva. El cálculo, sencillamente, resulta infinito y en constante expansión como el Universo). En mi caso no constituye un problema, decidí resolverlo mediante la realización de una simple suma para contar a los verdaderos amigos, con los dedos de ambas manos. Sin embargo, creo en que las ideas justas, en favor de la solidaridad entre los seres humanos puede multiplicar muchas veces la velocidad de la luz y propagarse como lo hace el sol, durante millones de años, para dar ese poquitín de calor que garantiza la vida en la madre tierra. Por supuesto, todo esto lo aprendí de otros, que lo aprendieron de otros y así sucesivamente me hicieron volver, en el espacio-tiempo, a un recuerdo:
Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo reinaba en cierta parte de la India un rey llamado Sheram. En una de las batallas en las que participó su ejército perdió a su hijo, y eso le dejó profundamente consternado. Nada de lo que le ofrecían sus súbditos lograba alegrarle.
Un
buen día un tal Sissa
se presentó en su corte y pidió audiencia. El rey la aceptó y Sissa le presentó
un juego que, aseguró, conseguiría divertirle y alegrarle de nuevo: el ajedrez.
Después
de explicarle las reglas y entregarle un tablero con sus piezas el rey comenzó
a jugar y se sintió maravillado: jugó y jugó y su pena desapareció en gran
parte. Sissa lo había conseguido.
Sheram,
agradecido por tan preciado regalo, le dijo a Sissa:
-
Sissa, quiero recompensarte dignamente por el ingenioso juego que has
inventado.
El
sabio contestó con una inclinación:
– Soy
bastante rico como para poder cumplir tu deseo más elevado –continuó diciendo
el rey–. Di la recompensa que te satisfaga y la recibirás.
Sissa
continuó callado.
–
No seas tímido –le animó el rey-. Expresa tu deseo. No escatimaré nada para
satisfacerlo.
–
Grande es tu magnanimidad, soberano. Pero concédeme un corto plazo para meditar
la respuesta. Mañana, tras maduras reflexiones, te comunicaré mi petición.
Cuando
al día siguiente Sissa se presentó de nuevo ante el trono, dejó maravillado al
rey con su petición, por su modestia.
–
Soberano –dijo Sissa–, manda que me entreguen un grano de trigo por la primera
casilla del tablero de ajedrez.
–
¿Un simple grano de trigo? –contestó admirado el rey.
–
Sí, soberano. Por la segunda casilla ordena que me den dos granos; por la
tercera, 4; por la cuarta, 8; por la quinta, 16; por la sexta, 32…
–
Basta –le interrumpió irritado el rey–. Recibirás el trigo correspondiente a
las 64 casillas del tablero de acuerdo con tu deseo; por cada casilla doble
cantidad que por la precedente. Pero has de saber que tu petición es indigna de
mi generosidad. Al pedirme tan mísera recompensa, menosprecias, irreverente, mi
benevolencia. En verdad que, como sabio que eres, deberías haber dado mayor
prueba de respeto ante la bondad de tu soberano. Retírate. Mis servidores te
sacarán un saco con el trigo que necesitas.
Sissa
sonrió, abandonó la sala y quedó esperando a la puerta del palacio.
Durante
la comida, el rey se acordó del inventor del ajedrez y envió para que se
enteraran de si habían entregado ya al reflexivo Sissa su mezquina recompensa.
–
Soberano, tu orden se está cumpliendo –fue la respuesta–. Los matemáticos de la
corte calculan el número de granos que le corresponde.
El rey frunció el ceño. No estaba acostumbrado a que tardaran tanto en cumplir
sus órdenes.
Por
la noche, al retirarse a descansar, el rey preguntó de nuevo cuánto tiempo
hacía que Sissa había abandonado el palacio con su saco de trigo.
–
Soberano –le contestaron–, tus matemáticos trabajan sin descanso y esperan
terminar los cálculos al amanecer.
–
¿Por qué va tan despacio este asunto? –Gritó iracundo el rey–. Que mañana,
antes de que me despierte, hayan entregado hasta el último grano de trigo. No
acostumbro a dar dos veces una misma orden.
Por
la mañana comunicaron al rey que el matemático mayor de la corte solicitaba
audiencia para presentarle un informe muy importante.
El
rey mandó que le hicieran entrar.
–
Antes de comenzar tu informe –le dijo Sheram–, quiero saber si se ha entregado
por fin a Sissa la mísera recompensa que ha solicitado.
–
Precisamente para eso me he atrevido a presentarme tan temprano –contestó el
anciano–. Hemos calculado escrupulosamente la cantidad total de granos que
desea recibir. Resulta una cifra tan enorme…
–
Sea cual fuere su magnitud –le interrumpió con altivez el rey– mis graneros no
empobrecerán. He prometido darle esa recompensa y, por lo tanto, hay que
entregársela.
–
Soberano, no depende de tu voluntad el cumplir semejante deseo. En todos tus
graneros no existe la cantidad de trigo que exige Sissa. Tampoco existe en los
graneros de todo el reino. Hasta los graneros del mundo entero son
insuficientes. Si deseas entregar sin falta la recompensa prometida, ordena que
todos los reinos de la Tierra se conviertan en labrantíos, manda desecar los
mares y océanos, ordena fundir el hielo y la nieve que cubren los lejanos
desiertos del Norte. Que todo el espacio sea totalmente sembrado de trigo, y
toda la cosecha obtenida en estos campos ordena que sea entregada a Sissa. Solo
entonces recibirá su recompensa.
El
rey escuchaba lleno de asombro las palabras del anciano sabio.
–
Dime cuál es esa cifra tan monstruosa –dijo reflexionando–.
–
¡Oh, soberano! Dieciocho trillones cuatrocientos cuarenta y seis mil
setecientos cuarenta y cuatro billones setenta y tres mil setecientos nueve
millones quinientos cincuenta y un mil seiscientos quince
(18.446.744.073.709.551.615) granos de trigo.
El
rey se quedó de piedra. Pero en ese momento Sissa renunció al presente. Tenía
suficiente con haber conseguido que el rey volviera a estar feliz y además les
había dado una lección matemática que no se esperaban.

Y
colorín…
Nota contra el olvido (a mi madre
quien me enseñó a escribir y leer):
“(…) los recuerdos.
se esparcen como luciérnagas mudas
entre los cedros de mi fondo oscuro y lúgubre
vuelan en busca de las calles donde yacen
imágenes sepultadas de sueños inconclusos
fracciones de besos prisioneros…, olvidados
en palabras cercenadas por temores impetuosos
en manos que perdieron la tersura de las caricias,
en pasos que no germinaron,
se esparcen como luciérnagas mudas
entre los cedros de mi fondo oscuro y lúgubre
vuelan en busca de las calles donde yacen
imágenes sepultadas de sueños inconclusos
fracciones de besos prisioneros…, olvidados
en palabras cercenadas por temores impetuosos
en manos que perdieron la tersura de las caricias,
en pasos que no germinaron,
en busca de caminos nuevos.
(…).”
(Poemario: Fragmentos de vida. RSM)