sábado, 16 de abril de 2011

Mate para dos



“Permitidme que diga,
aun a riesgo de parecer ridículo,
que el verdadero revolucionario se guía por grandes sentimientos de amor”.

Ernesto Che Guevara


Raúl San Miguel

Foto: Samuel Ponce

Hace unos minutos terminé un mate con mi amigo, el poeta Ricardo Alberto Pérez. Había sido la sorpresa que durante días me había prometido compartir. Durante más de una hora recién hemos hablado de disímiles proyectos que están por nacer o en proceso de gestación. Pero sobre todo resultó una oportunidad para dar una salida a una avalancha de sentimientos que apenas me permiten conciliar el sueño desde hace unos días.

“¡Hay que operar!”, aseguró Ricardo poniendo cara de doctor y con el rictus demasiado serio en su boca.

¿¡Operar….!? Respondí como si emergiera del letargo.

¡Operar!, repitió el poeta. Y, aseguró con voz grave, su caso no tiene remedio.
¡No jod…! Estuve a punto de gritar la palabra completa, pero me contuvo la presencia de Renata, la pequeña hija que, de vez en vez, acepta ser mi sobrina, pero generalmente funciona como una estratégica jefa de despacho que impide (siquiera) llegar las llamadas telefónicas cuando su padre permanece recluido por alguna creación de entrega inmediata.

Lo cierto es que el mate que me ofreció Ricardo era tan real que me hizo sonreír al recordar a dos chicos que, ante la ausencia de estas provisiones, los reciclaban cada día al sol, tendiendo la hierba al sol y realizando pequeñas cosechas de inmediato para no olvidar el destino de ese sabor de destino y patria tan arraigado en las naciones del sur.

Hace unos minutos terminó la velada y he subido un vestigio de lo que ha sido estar rara noche, durante la cual leí el último relato que me nació y aún no le he puesto un nombre. Aunque no estaría mal: Mate para dos. Les prometo que pronto lo tendrán en mi blog.

¡Hay que operar….! Repitió Ricardo, hace unos minutos, y le vi sonreír junto a Renata. ¡operar…te del corazón, amigo, sentenció y caminé rumbo a mi casa evocando la posibilidad de encontrarla allí.




Nota: De la serie de relatos: Cuentos a deshora.

Jaruco, 10:40 pm, hora de Cuba.