“Y si es interesante la geografía, porque es el escenario donde vive
el hombre, el hombre tiene que ser necesariamente más interesante todavía
que la propia naturaleza donde vive.” (Fidel, 15 de enero de 1960)
Raúl
San Miguel
Fotos de Cubadebate e Internet
Sostengo,
y es mi opinión, que existe un sutil divorcio entre las instituciones del
conocimiento y los decisores en diferentes niveles de dirección de gobierno y
empresarial en mi país. Esto, sin entrar en disquisiciones, ha sido uno de los
talones de Aquiles (aunque el griego tenía uno solo) de los que más problemas
ha generado a la economía cubana y, en consecuencia, la imposibilidad de
aplicar (con la urgencia o la inmediatez que se demanda) muchas de las
innovaciones, soluciones de problemas o introducción de metodologías –apoyadas en
proyectos realizados y desarrollados por instituciones del conocimiento
diversas: universidades, escuelas politécnicas y centros de investigaciones, en
función de la búsqueda de una mayor producción en todos los sectores de la
economía y los servicios.
Tuve
la oportunidad de cursar, entre otros, dos diplomados importantes en mi
formación profesional: uno directamente relacionado con las herramientas de
análisis del Banco Central de Cuba, en el que recibimos seminarios de
contabilidad, finanzas, análisis bursátil, tipos de créditos y otras
herramientas capaces de develar problemas y un poco insertarnos en el análisis
de problemas económicos y financieros, mediante artículos y otros trabajos
periodísticos especializados.
Muchos
años después, un diplomado en Administración Pública, abriría las entendederas
a cuestiones que complementaban el aprendizaje de las primeras. En este
sentido, descubrí el cierto divorcio del que hago referencia y los argumentos
resultan más que sobrados: la alta profesionalidad de los colaboradores cubanos
que participan en diversas disciplinas en varios países del mundo. Se trata del
capital humano y la potencialidad de ese valor agregado que, utilizado en forma
correcta, como nos ha señalado el Líder Histórico de la Revolución Cubana,
Fidel, ha sido el recurso más importante del país para enfrentar el férreo y
genocida bloqueo impuesto por el gobierno de Estados Unidos, durante más de
medio siglo.
Por
supuesto, no podemos dejar a un lado las pifias cometidas por aquellos que no
tienen la capacidad suficiente para entender cómo emplear ese potencial
disponible en las instituciones del conocimiento. Precisamente, ahora que nos
preparamos para la nominación de los delegados a los diferentes niveles de
gobierno, en momentos que la sociedad cubana moderniza e inserta cambios
importantes, debemos tener en cuenta la necesidad de observar, como una
herramienta de trabajo imprescindible para gobernar con eficacia y efectividad
en función del desarrollo de un mayor nivel en la calidad de vida de los
cubanos.
Propongo
la lectura de este artículo publicado en Cubadebate, en el cual deja bien claro
una de las cuestiones que no podemos soslayar.
La Doctora Bárbara Garea, rectora del Instituto Superior de Tecnología y Ciencias Aplicadas (Instec), con la cual tuve el privilegio de compartir (gracias a su increíble ejemplo de modestia y sencillez), un lugar como "condiscípulo" en el diplomado de Administración Pública que cursé en la Escuela Superior del Partido Ñico López.
En lo particular, le agradezco la posibilidad de haber incorporado una nueva forma de observar las instituciones del conocimiento y conocer el potencial que, muchas veces, no es aprovechado de la forma más óptima y eficiente.
Recursos
humanos: un capital invaluable.
Por
Ismael Clark Arxer*
El
recurso humano constituye sin duda alguna el bien más valioso cuando se piensa
en el desarrollo socio-económico de un país. Fomentar ese potencial demanda
voluntad, perseverancia y recursos. Perderlo puede ser una calamidad;
desaprovecharlo, un disparate.
En
la sociedad contemporánea las entidades económicas se ven obligadas a
participar en procesos competitivos a menudo excluyentes, cuyo factor
determinante es la utilización de los conocimientos e instrumentos resultantes
del vertiginoso desarrollo de la ciencia y la tecnología.
La
influencia del factor cualitativo en el logro de menores o mayores indicadores
de eficiencia y productividad, condujo hace ya algunas décadas a que se acuñara
el término de “capital humano” para describir el peso de la contribución de las
personas al éxito de las entidades.
Para
algunos, como quien esto escribe, el mencionado término no resulta de agrado
por sus resonancias alusivas a un régimen social de nefastas implicaciones,
pero en la práctica su uso se ha impuesto como parte del lenguaje económico
universal. Por encima de ello eximios revolucionarios como el propio Comandante
en Jefe Fidel Castro lo han empleado en reflexiones de inequívoca proyección
socialista, según veremos más adelante.
En
la práctica, el mencionado “capital” estaría constituido por el conjunto de
habilidades, destrezas y en general de conocimientos y talentos que se
encuentran en poder de la fuerza de trabajo, y que se expresan en la aptitud
para desempeñar tareas específicas, sobre todo aquellas de particular
complejidad.
A
fin de cuentas, de lo que se trata es de expresar la capacidad del conocimiento
y la experiencia de aportar valor en los procesos productivos: una idea que
pudiera percibirse ahora como intuitiva pero que no fue objeto de
reconocimiento formalizado a lo largo de mucho tiempo.
En
la actualidad, el capital humano se considera el componente básico del llamado
capital intelectual, el cual incluiría también los llamados capital organizacional
y capital relacional. Más allá de los aspectos técnicos que no es este el lugar
para abordar, lo que se expresa en suma es la influencia cada vez más
determinante del factor humano en los procesos socio-productivos.
Ahora
bien, a diferencia de otros componentes intelectuales de la producción como la
cantidad, calidad y accesibilidad de la información técnica disponible, el
capital humano tiene que ver con la naturaleza misma del ser humano, su
capacidad de aprender, de empeñarse y triunfar. De ahí que su fomento,
aprovechamiento y conservación implique consideraciones muy particulares para
cualquier país, y en especial para aquéllos en vías de desarrollo.
Estudiosos
contemporáneos de las cuestiones de la dirección sobre bases científicas han
venido subrayando la importancia de utilizar herramientas meteorológicas, de
las que ya se dispone, para promover el crecimiento personal, la autoestima y
un ambiente favorable a la comunicación entre los componentes de una
institución dada.
Tales
instrumentos se consideran premisas obligadas para aprovechar de modo óptimo el
potencial humano del que se dispone, mantener su motivación y lograr que el
mismo esté plenamente identificado con la institución, con su trabajo y
asegurar o favorecer con ello su productividad, se creatividad, su
responsabilidad y la calidad de los resultados obtenidos.
En
particular, se pone el mayor énfasis en la necesidad de tomar en consideración
a las personas como el principal activo de una organización y no como un
recurso más, en la medida en que el éxito de aquéllas (y de los países) depende
de lograr aprovechar al máximo el talento, las capacidades y potencialidades de
las personas y su capacidad de funcionar en equipo.
A
nivel internacional, la adquisición, preparación y aprovechamiento del capital
humano se manifiesta de manera prominente en la competencia entre países. De
acuerdo con la cifras reflejadas en el último Informe de la Unesco sobre la
Ciencia (2010), Estados Unidos, la Unión Europea y China disponían cada uno de
alrededor del 20 % del número de investigadores, existiendo una clara tendencia
a que la última se coloque a corto plazo a la cabeza de esta lista.
De
acuerdo con el mismo Informe, el potencial de investigadores se encuentra
extremadamente concentrado. Los “cinco grandes” de esa lista (los ya citados
más Japón y Rusia) representan en conjunto alrededor del 35% de la población
mundial pero disponen de las tres cuartas partes de los científicos del
planeta.
La
citada desproporción está influida, a más de las políticas formativas
nacionales, por la migración de personas altamente calificadas hacia esos y
otros polos de atracción, sea en virtud de mayores remuneraciones, mejores
condiciones de vida o de trabajo, o cualquiera de las posibles combinaciones de
esos factores.
Como
expresa el ya citado informe de la Unesco, al fenómeno de la migración de
talentos se alude utilizando diversos términos. Algunos como nosotros lo
apreciamos como un real y dañino robo de cerebros, pero otros prefieren
utilizar formulaciones tales como “fuga (o “drenaje”) de cerebros”, con las
cuales la culpa del fenómeno se hace recaer sobre las víctimas del mismo.
En
cualquier caso, los estudios internacionales identifican que las principales
rutas de la migración van del Sur al Norte y del Norte al Norte, aunque según
el ya citado Informe está apareciendo un conjunto más variado de destinos
atractivos, como Sudáfrica, Rusia y Malasia.
La
cuestión no puede resultar de mayor importancia para países que, como el
nuestro, necesitan incrementar su capital humano aplicado al desarrollo, parte
indispensable del cual está constituida por quienes se dedican a la
investigación científica y al desarrollo tecnológico, frente a la competencia
de esos grandes y pequeños “a tractores externos”.
Para
estos países más pequeños y de economía más débil, es indispensable realizar
esfuerzos sostenidos encaminados a fomentar y ampliar su potencial humano en
estos campos, si bien objetivamente no pueden competir, en términos
estrictamente materiales, con el volumen de recursos financieros y materiales
que ponen en juego los grandes países consumidores de personal altamente
calificado.
La
cuestión se vuelve entonces terreno en el que se requiere elaborar y desplegar
políticas específicas y resortes no convencionales, para lograr el necesario
florecimiento de un potencial nacional consagrado a las actividades
científico-tecnológicas. Más aún en una época histórica en la cual la movilidad
de información, conocimientos y personas es un rasgo distintivo y de
crecimiento exponencial.
Aun
admitiendo como una realidad la desproporción de recursos disponibles entre
países para atraer recursos humanos, en desventaja de los menos desarrollados,
se requiere contar a nivel nacional por estos últimos con medidas que logren
actuar en favor de la estabilidad y permanencia del personal más calificado.
Una de ellas, y que me parece esencial, es el aseguramiento de las mejores
condiciones de trabajo posibles desde el punto de vista instrumental e
informativo, así como la posibilidad expedita de intercambio profesional.
Tales
condiciones no pueden verse en modo alguno como una dádiva, sino como una
premisa indispensable para la eficacia y para el rigor mismo de las tareas
científico-tecnológicas que se emprenden en interés del país. Es un hecho
innegable que buena parte del quehacer científico contemporáneo está
indisolublemente ligado a la utilización de herramientas tecnológicas
específicas, en constante perfeccionamiento.
Un
segundo componente, relativo a la remuneración y condiciones de vida, no puede
extraerse artificialmente de la realidad económica de cada país, pero sí
requiere ser objeto de consideraciones específicas que pongan claramente de
manifiesto, dentro del contexto general, el nivel de reconocimiento social a la
labor que se realiza, lo cual no sustituye ni obvia la importancia de cultivar
los elementos motivaciones de tipo estrictamente moral.
La
posibilidad del factor moral para cultivar y retener un importante potencial
humano es parte de la propia historia de las instituciones científicas cubanas,
virtualmente creadas al impulso del proceso revolucionario. La misma ha puesto
de manifiesto la enorme importancia del valor motivaciones para afrontar
limitaciones objetivas, tales como las derivadas del criminal y prolongado bloqueo
norteamericano, y lograr avances venciendo todo tipo de obstáculos.
El
líder histórico de la Revolución, Comandante Fidel Castro Ruz,
sintetizó de manera inigualable la visión revolucionaria en este sentido: “[…]
capital humano implica no sólo conocimientos, sino también —y muy
esencialmente— conciencia, ética, solidaridad, sentimientos verdaderamente
humanos, espíritu de sacrificio, heroísmo, y la capacidad de hacer mucho con
muy poco.”
Con
todos estos factores estrechamente inter-vinculados se tendrán que ir
conformando las diferentes estrategias nacionales de desarrollo de recursos
humanos calificados. Pienso que, como ha sucedido en el pasado con otros
factores del desarrollo científico, Cuba cuenta con condiciones para encontrar
y desplegar soluciones creativas —y aportar experiencias de valor general— en
el manejo de este crucial recurso para el desarrollo.
(Tomado de Cubarte)
*Es
Presidente de la Academia de Ciencias de Cuba. Forma parte del Comité Ejecutivo
del Panel Interacademias para Asuntos Internacionales, el cual agrupa a más de
90 academias de ciencias de todo el Mundo. Es Miembro de Honor de la Sociedad
Cubana de Epidemiología y se le otorgó la Legión de Honor de México en 2004.
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