viernes, 10 de septiembre de 2010

El puzzle de la muerte

Raúl San Miguel

Fotos: Tomadas de la Internet

He visto demasiados testimonios de soldados estadounidenses que han confesado su participación en la muerte violenta de civiles en los países ocupados por las tropas imperiales. Digo demasiado porque también he visto la agonía en los rostros de estos militares-víctimas y victimarios que finalmente (en muchos casos) terminan su vida, mediante el suicidio o provocan la muerte de personas en sus países de origen.

La guerra es como una droga escuché decir en una ocasión. Estoy seguro que lo es. Las televisoras de todo el mundo han combinado pasajes denominados Reality Show en el cual puede observarse morir a la gente en las naciones bajo conflictos bélicos. Se trata de una sensación provocada por torrentes de adrenalina inspirados en las escenas filmadas o protagonizadas por las tropas y la “necesidad de escapar” del agujero negro en el cual se encuentran sus vidas como soldados en campaña.

Escribo bajo el efecto causado por una noticia en la cual se informa de la investigación seguida contra 12 soldados estadounidenses “que enfrentarán acusaciones por formar parte de un equipo asesino que presuntamente disparó contra civiles afganos al azar y recogió sus dedos como trofeos”, según registro Europa Press.

Más adelante se dice que cinco de estos soldados están acusados de asesinar a tres afganos, presumiblemente por deporte, en ataques diferentes con armas de fuego o granadas este año. Y sigue: “Los acusados, de entre 19 y 25 años, enfrentarán la pena de muerte o la cadena perpetua si son condenados”. Esto ocurrió en la Base de Operaciones Ramrod. La revista Army Times, lo corrobora.

No tengo que abundar en más. Solo leer la condición: “…sin son condenados”, advierte que el proceso será difícil y repleto de vericuetos legales. Finalmente puede que no sean condenados. Advierto que no es mi deseo redundar en este aspecto. Me interesa priorizar otras razones. Por ejemplo, la edad de estos soldados. Jóvenes entre 19 y 25 años que han sido expuestos y preparados para los horrores de la guerra y no en las condiciones de preparación ante un supuesto ataque militar de invasión (por otro país) a sus naciones de origen, algo que está fuera del alcance de la más fecunda imaginación. Lamentablemente forman parte del bando agresor e imperialista.

Ahora bien. Reitero, ¿quiénes son estos soldados? Usted puede también responder. Pueden ser como sus hijos, sus sobrinos o sus hermanos. Solo que no están en un una institución donde aprenderán algo que les retribuirá en sus existencias. Han matado antes. Lo hicieron como nuestros hijos, sobrinos y hermanos en los video-juegos. Es allí, durante horas, concebidas para “héroes” que matan a “terroristas” están nuestros muchachos, viviendo en una dimensión diferente a la realidad. Se han convertido en residentes permanentes del ciberespacio. Un lugar donde reciben “todo” lo que necesitan para mantenerse alejados de nuestros proyectos de vida. Incluso, pueden comprar armas o entrenarse virtualmente con ellas hasta necesitar algo más fuerte: la droga, la guerra o ambas.

La psiquis de un soldado imperial no funciona igual que la de un soldado que cuida los predios de su Patria. En ambos casos funcionan motivaciones diferentes. Salvo que el mundo se ha convertido en un espacio muy pequeño como para mantenerse aislados unos de otros. O sea, quienes defienden sus predios pueden matar y odiar con la misma fuerza. Pueden morir o sufrir las heridas incurables que provocan los horrores de los conflictos bélicos. Estos soldados son asesinos creados por el ejército que les alimenta. Quiero hacer otra pregunta: ¿Cuál es su diferencia con los profesionales Black Waters? Casi nadie habla de estos mercenarios a sueldo que han protagonizados jornadas verdaderamente atroces en las zonas de ocupación, bajo la sombra de proteger a las empresas reconstructoras de los desastres provocados por…la tropas de ocupación militar.

¿Cómo juzgarles? Sería la pregunta de los jueces y fiscales. Una cuestión interminable como el caso que puso tras las rejas al sargento (mujer del ejército norteamericano) de Abu Graib, por ejemplo. ¿Cuántos han matado, por diversión, y seguirán matando? ¿Cuántos tendrán que volver con los horrores de la guerra y estas muertes, convertidos en otras personas: drogadictos, alcohólicos.



El placer de matar en un hombre lo deja fuera de la escala que denominamos humanos. Eso ocurre con estos jóvenes que serán enjuiciados. No podría continuar redundando en algo que nos concierne a todos: víctimas y victimarios. Se trata de juzgar, por crímenes contra la humanidad, a quienes disfrutan del placer de matar a pueblos enteros y envían a nuestros hijos, hermanos y sobrinos a la guerra. Se trata, también, de juzgar a los señores de la guerra.