sábado, 21 de febrero de 2015

Llanto por un bolero




Raúl San Miguel
“yo te desnudaba para ver cómo era el mar
y el mar se enredaba en mis deseos de volar”
Víctor Heredia



Fotos tomadas de la Internet (pinturas de Vicente Bonachea)


El hombre se detuvo frente a la puerta por donde emergía la voz melodiosa de un cantante de boleros. Sin pedir permiso tomó un lugar en el descanso y, sentado, comenzó a llorar, mientras sus manos dibujaban el retrato, supongo, de un perdido amor.
Profunda su historia, exponía en rostro ajeno, sobre la piel agrietada por el tiempo. Remanso en sus manos, desgranaba recuerdos, que atrapaban el aire intentando retener contra su pecho, en su agonía deshecho. Tanta impresión me causó que estuve a punto, casi de hablarle, más no fue prudente molestarle, ¿cómo pretender ignorarle a quien mostraba fecundo dolor? ¿Quizá fue la historia de un amor, interrumpido en su esencia, a quien llora -en mi presencia-, su etérea incontinencia, por un bolero en tenor?
Y el hombre, alzó su frente, gritó en silencio al espectro evocado, algo que jamás había esperado sobre la más intensa añoranza, de pie su cuerpo entero en alianza, cantó la copla en confianza y el bolero, se hundió más dentro de su pecho como un velero en lontananza y ¿la sangre...? no fue roja, sino cristalina, mucho más clara y sincera que un diamante, vi de sus ojos, colgante, aún pendiente el perfil de su amada, tomó rumbo en la calzada, paso a paso su figura, dejó una sombreada amargura, mientras entonaba dispuesto, a confiar su pena al viento aunque nadie le escuchara, cómo se desangraba llanto a llanto en un bolero.


Nota: La imágenes que describo, del hombre desconocido, son reales. Las vi con mis ojos. Fue estremecedoramente increíble.  Realmente me confieso impresionado.