domingo, 31 de agosto de 2014

Entre el insomnio y el desvelo






1:21, am.
“Amanece en la oscuridad sempiterna
Un hilo de luna me grita: ¡Despierta!
el desvelo es la condena
cuando los duendes de la madrugada
acechan                  
como sombras
sobre las palabras,
acechan,
devoran los minutos
en las horas muertas,
me condenan al desvelo
en la oscuridad eterna”.
RSM


 Raúl San Miguel

Óleos de Vicente Bonachea




Busqué entre los libros y encontré Hablar de Gramsci, editado por la Cátedra de Estudios Antonio Gramsci, del Centro de Cultura y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, leí: “Al pensar en Gramsci, se me impone ante todo esa dignidad profunda, y viene a mi mente una idea de Fitchte que repetía un viejo profesor. Decía aquel, poco más o menos, que si en un solo hombre el pensamiento y la acción se funden en un todo único, en ese hombre, y solo en él, la Filosofía ha cumplido su misión. No es necesario demostrar, en este sentido, que la Filosofía cumplió su misión en Gramsci, cuya vida representa todo un paradigma ético.
“Se piensa como se vive”, expresa la conocida máxima, y no le falta razón. Pero no menos cierta es la aseveración contraria: “Se vive como se piensa”; no como se dice pensar, sino como realmente se piensa. En sentido riguroso, el pensamiento es el modo de acción del ser humano, la serie de sus actos. “Por sus frutos los conoceréis” –dice la máxima bíblica. El pensamiento de Gramsci es la serie de sus actos, su obra toda, en primer lugar, su obra como revolucionario, la obra de un comunista que encarna la idea que él preconiza del intelectual orgánico, aquel que late con el corazón de su clase y de su pueblo; distante, como una galaxia de otra, del intelectual institucionalizado o de academia. Son conocidos el esfuerzo y las energías que dedicó a la creación del Partido Comunista de Italia. Si su rostro era pálido como el de algunos intelectuales institucionalizados, las sombras de la cárcel fueron culpables de ello.
Gramsci es uno de los hombres infinitos del pensamiento comunista de nuestro siglo. Subrayo esta determinación decisiva --la de comunista-- porque tampoco Gramsci ha escapado del desdibujamiento  político y académico de la gran tormenta contrarrevolucionaria que nos azota. Todos conocemos los abusos que se hacen en su nombre, allí donde el pensamiento hegemónico no ha podido silenciarlo del todo, o ha preferido, a través de sus teóricos de cierta izquierda resbaladiza, mellarle todos los filos anticapitalistas y enrumbarlo, no solo contra consabidos vicios antidemocráticos de la experiencia histórica de construcción socialista, sino contra el propio ideal comunista, hasta convertirlo en un muñeco funcional al sistema de dominación burgués.”
Después de leer la presentación del libro, escrita por Rubén Zardoya Loureda, había pasado, al menos una hora. No podía borrar el desvelo y decidí buscar la causa del insomnio entre las páginas del volumen Poesía de Dulce María Loynaz, de la edición centenario (1902-202), de la Biblioteca de Literatura Cubana.

Leí:

Nocturno (en la pp.53)

“La noche es redonda: Se enrosca
sobre sí misma. Y sobre sí gira tanto que se
le ha hecho un vacío en el centro.
tanto se ha pulido la noche,
que si alguien resbalara en ella
caería sin un asola arista de que asirse…
                                                                   Noche:
Embudo, remolino de
paredes de agua contenida,
bostezo negro de la Esfinge.
Noche… En ti se apagan las rosas,
se quiebra el mar desencajado
por la luna, se hunden los siglos.
Tú eres la que nos hace trampas
de luz con las estrellas muertas.
Tú eres la que se toca húmeda
en las alas de los murciélagos…
Noche, gelatina de luna
gris que se escurre entre los dedos…
Noche de las puertas cerradas
y del gato erizado… ¡Noche
del mundo repulida y cóncava--,
la noche sin caminos!... O
con un solo camino
en redondo: El trágico camino de la circunferencia…
(Dulce María Loynaz)

A esa altura de mi desvelo aún no había descubierto la causa del insomnio y habían pasado, al menos dos horas desde que desperté, asediado por los recuerdos el bullicio oscuro de los madrugadores, los chismes que se contaban –casi en susurro– las hormigas de una colonia ancestral al sur de mi ventana.
Después de haber leído, arriba, a Gramsci, también pienso que el tiempo se vive de una manera diferente, según las lecturas. Entonces, tampoco la Loynaz me dio la clave del porqué estaba despierto, ni qué pensamientos boceteaban las ideas vagantes dentro de mi cabeza. Escribí:

Húmeda la boca:
solloza un beso
en los ojos, la palabra
es una súplica.
La palabra quedada
como la hoja de un árbol,
negada a caer
a germinar
como una voz que despierta
después del letargo-silencio
y dice: escúchame,
no has muerto.
Anda,
Lucha,
Vive
porque solo muere el recuerdo
que no late
en un pensamiento nuevo.
Anda,
Vive,
Lucha.
Levanta en tus manos,
la palabra que despierta la voz,
de tus hermanos muertos.
(RSM).



Regresé diez páginas atrás, como si fueran años y leí:



La extranjera (en la pp.43)

No era bueno quererla; por los ojos
le pasaban a veces como nieblas
de otros paisajes: No tenían
color sus ojos; eran
fríos y turbios como ventisqueros...

No era bueno quererla...
Adormecía con su voz lejana,
con sus palabras quietas
que caían sin ruido, semejantes
a escarcha ligera
de marzo en las primeras
rosas, sin deshojar
los pétalos...
Alguien por retenerla
quiso hacer de toda su vida
un lazo...Un solo lazo fuerte y duro...
Ella
con sus frágiles manos rompió el lazo
que era lazo de vida...

(A veces, nieblas
de otro país pasaban por sus ojos...)

No era bueno quererla.
(Dulce María Loynaz)        

A esta hora, ya habían pasado al menos tres horas y el amanecer afloraba en el silencio fresco que precede al nacimiento de las rosas. Entonces encontré el motivo del desvelo y la causa del insomnio, no su causa. Justo en la imagen de dos seudorrevolucionarios, sumergidos en la gran tormenta que nos azota, lejos de sus propios rumbos y sin trincheras.

Escribí:

Ella encontró la imagen perfecta:
La colgó a su espalda y gritó
desde la herida, profunda, abierta
un surtidor blanquecino, difuso
como sus ideas,
y, espero, atenta,
entre gemidos onomatopéyicos
sus palabras huecas
verde entorno y espeso recinto,
su trampa epódica
su naturaleza infecta
y esperó, atenta,
en la sonrisa (...)
dispuesta (...).

Él oteando el horizonte
como un animal que acecha,
en su hambre inconexa
dispuesto a llorar su miseria.
Exhibe (por compromiso) una imagen
sin primavera,
(...)
y en el rostro de pez-luna,
la mirada prisionera.
Nunca le llama, esposa,
mucho menos compañera,
siempre a prudente distancia
la obliga a viajar en tercera,
en la sintaxis gramatical
nunca será la primera.
queda expuesta a los ataques
de otros amigos hienas.

Él y ella, tendidos,
en la impertinent espera,
acechan como reptiles,
acechan.

RSM