viernes, 22 de julio de 2011

Secreto a voces (I)



Raúl San Miguel

Foto: Tomada de la Internet

"Los hombres necesitan quien les mueva a menudo la compasión en el pecho, y las lágrimas en los ojos, y les haga el supremo bien de sentirse generosos: que por maravillosa compensación de la naturaleza aquel que se da , crece; y el que se repliega en sí, y vive de pequeños goces, y teme partirlos con los demás, y solo piensa avariciosamente en beneficiar sus apetitos, se va trocando en hombre en soledad, y llega a ser por dentro , y a parecer por fuera, insecto". (José Martí)

Con relación al burocratismo que se ha enraizado en la sociedad cubana tengo criterios específicos que se fundamentan en la observación continúa de la actitud asumida por estos personajes que ya muestran más que la punta de un iceberg contra el cual choca, constantemente, cualquier intento de desarrollar el sistema social que defiende Cuba: El Socialismo.

Primeramente considero que los burócratas forman parte de una mentalidad mucho más rancia que la utilizada para describir este mal como algo propio y generado por la sociedad capitalista y la vetusta mentalidad de quienes lograron minar la economía cubana durante la etapa de la seudorepública que concluyó con el triunfo del Ejército Rebelde en enero de 1959. Entonces, ¿por qué la Revolución no pudo erradicar este mal de raíces antirrevolucionarias? ¿Por qué persiste la influencia de estas personas que tanto daño hacen y que han sobrevivido a diferentes etapas de rectificación de errores a propuesta de la dirección del Partido comunista y el Gobierno cubano?

Desde mi punto de vista, en un análisis del comportamiento del burócrata, nos encontramos que se trata de individuos (en la mayoría de los casos y específicamente en el caso de Cuba) que no poseen ni las cualidades, ni los conocimientos requeridos para dirigir una empresa. De ahí que estos personajes esgrimen todo tipo de artimañas para evitar hacer cumplir las regulaciones y normativas legales que deben ser base obligada de su sistema de dirección.

Por estos días, los plenos del Partido _que se realizan en todo el país_ llenan la prensa de un denominador común: la “falta de visión” de los funcionarios y empresarios que han llevado, prácticamente, a la bancarrota los planes de producción de las entidades bajo su dirección y, en consecuencia, invierten la línea de desarrollo de la economía nacional, que depende de estas gestiones productivas para garantizar las finanzas para nuevas inversiones, adquisición de tecnologías, recursos y materias primas (del mercado exterior) en medio de la extrema situación que provoca el bloqueo impuesto por el gobierno de los Estados Unidos hace medio siglo, a nuestro país.

¿Cómo es posible, entender, que les falta visión a estos empresarios cubanos? La respuesta sería más simple que un exhaustivo análisis. Les falta capacidad para dirigir y la vergüenza necesaria para hacerlo. Apoyo estos argumentos en una cuestión que no podemos soslayar. Me refiero a las primeras medidas adoptadas por la Revolución cubana y que se sostiene en el alegato defendido por el líder histórico de la Revolución, el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, durante los sucesos que le condujeron a la cárcel después de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba.

Hago referencia al precepto martiano de que la primera ley de la República debe ser: "el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre." De hecho, para cumplir este compromiso, sellado con la sangre de las mujeres y hombres que dieron su vida por la libertad e independencia de Cuba, se cumplía con el programa de alfabetización que permitió convertir a nuestro país, en el primer territorio de América Latina que alcanzaba este nivel propio de naciones del llamado primer mundo. Pero no se detuvo, nacieron escuelas, institutos politécnicos y se desarrolló todo un sistema educacional que es de referencia obligada en todo el mundo. ¿De dónde surgen, entonces, estos burócratas?

Ninguna sociedad es perfecta. Pero en la realidad cubana este mal no debería existir. Los empresarios que adolecen “falta de visión” en realidad jamás la tuvieron. Sus métodos de dirección se apoyan en la posición asumida, como jefes, para sostener sus apetitos personales y someter a quienes les denuncian en los consejos de dirección por sus graves faltas. A estos últimos (los acusadores de las faltas de los burócratas) les imponen medidas disciplinarias por faltar el respeto al dirigente o por atacar a un “militante del Partido”, cuando, precisamente, el Partido exige de sus miembros una actitud moral y de acción consecuente, honesta y crítica. No es el Partido quien tiene los defectos, son los que (dentro de las filas del Partido) permitimos el avance del germen mortal (para cualquier sociedad de la burocracia).

Sostengo el argumento de que los burócratas son aquellos que han utilizado las debilidades propias de los sistemas de dirección empresarial para asumir los cargos más importantes. Por supuesto, se preocupan por ascender, rápidamente, a toda costa, aun cuando implique lesionar o destruir a sus propios compañeros de trabajo, a sus subordinados. Poco importa que no se cumpla o se avance en los planes de producción. Menos, el formar parte de esa terrible cadena de impagos (deudas entre las empresas) que pervierten los mecanismos financieros y posibilita que empresarios burócratas, verdaderos parásitos de la economía, puedan salir a comprar artículos que pudieran ser producidos y comercializados en el territorio nacional.

Cuando me refería a la forma en que la Revolución abrió capacidades de estudio, en todos los niveles de la enseñanza, de manera gratuita y asumió el subsidio de este gigantesco programa de formación educacional y profesional, sentaba las bases de lo que el Comandante Ernesto Guevara, el Che, definió como la formación del hombre nuevo. ¿Entonces de dónde salieron estos burócratas?

Si tomamos en cuenta la exigencia del Partido Comunista de Cuba, como rector político y garante de la soberanía nacional, en los puestos de dirección deben colocarse a quienes han mostrado resultados en su carrera profesional y poseen las condiciones éticas y morales para hacerlo. ¿Por qué se prostituye, entonces, este mecanismo de selección de cuadros? La respuesta, una vez más, está plenamente identificada con la actitud asumida por el burócrata en el socialismo y la falta de exigencia de la militancia del Partido, cuando asume (como una cuestión normal) que el consejo de dirección de una empresa, carezca de la reserva de cuadros y no se pregunté: ¿Por qué, cuál es el verdadero motivo, a dónde va a parar la cantera de cientos de miles de jóvenes que se gradúan cada año en los niveles medio y superior de la enseñanza técnica profesional?

No quiero extenderme en este análisis que abordo a partir de la motivación de un artículo publicado en el diario Granma y firmado por una de las voces intelectuales y políticas más prestigiosas de Cuba, desde el pasado siglo y hasta la fecha. Mucho más, su contemporaneidad se trasluce en la continuidad de su pensamiento, más allá de las fronteras de nuestro país y de los tiempos. Lo pongo, entonces (y he reiterado el “entonces”, con intención) a los lectores de este blog. En los próximos días continuaré este análisis hasta tres partes. Quizá, también una cuarta en la cual exponga algunos criterios relacionados con la situación que ahora describo y que ha sido denunciada por el Partido Comunista de Cuba, del cual formo parte.

En la foto, como todos los años ocurre en Cuba, nuevos graduados de las diferentes enseñanzas de la educación superior





OTRA VUELTA DE TUERCA AL PENSAMIENTO BUROCRÁTICO

(publicado en la edición impresa y digital del periódico Granma, órgano del Comité Central de Partido Comunista de Cuba, el jueves 21 de julio de 2011)

GRAZIELLA POGOLOTTI

El general de Ejército Raúl Castro, primer secretario del Partido y presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, ha criticado acerbamente en más de una ocasión lo que denomina "secretismo". A pesar de ello, el fenómeno parece recrudecerse en todas las instancias, desde la oficina de trámites destinadas al ciudadano común, hasta aquellas de mayor jerarquía, requeridas para dar respuesta a cuanto determina la vida de un centro laboral. Así deja de fluir con la rapidez debida la cadena de eslabones interdependientes indispensable para el funcionamiento de una sociedad compleja como lo son cuantas sucedieron a la estructura primaria de la tribu. Cuando el pequeño funcionario sale de vacaciones, asiste a una entre tantas reuniones o atiende asuntos personales, deja bien guardados bajo llave los documentos rectores de su trabajo. Mientras tanto las exigencias de la realidad seguirán andando sin hallar solución. Porque el monopolio del saber es la primera trinchera defensiva de su sistema de fortificaciones que incluye la rutina del hacer y del pensar.

A otra escala, comienza a edificarse el timbirichismo, un inconsciente actuar posmoderno atomizador que desconoce la finalidad última del "meta-relato" de la construcción del presente y la salvaguarda del porvenir. Cada cual preserva su pequeño espacio. La falta de integralidad en la perspectiva interfiere con el impulso a la necesaria cooperación entre los distintos sectores, tanto como el óptimo empleo del capital humano más calificado. La formalización de los procederes impide jerarquizar lo fenoménico respecto a lo esencial. Conduce a aferrarse a conceptos superados por la vida, descartar lo desechable para preservar, ante todo, los propósitos que constituyen la razón de ser del proceso revolucionario.

Pocos recuerdan una entrevista concedida por Fidel, allá por los ochenta del pasado siglo, a dos visitantes norteamericanos. Fue publicada en aquel entonces por la Editora Política. Aludiendo a Heráclito, afirmaba que, en efecto, no podemos bañarnos dos veces en el mismo río, no solo porque las aguas son otras, sino también porque el hombre ha cambiado. El sentido profundo de esta lección revela una asunción orgánica de la dialéctica más eficaz que la simple memorización de sus leyes. La idea, con las implicaciones que entraña, es un arma poderosa contra la rutinización del pensamiento burocrático y un estímulo a la incesante creatividad que impone el decursar de la vida.

La conducta del pequeño burócrata entorpece el adecuado funcionamiento de la economía, la aplicación de los Lineamientos aprobados por el Congreso del Partido y constituye una fuente de malestar político en el pueblo, sometido muchas veces a gestiones aberrantes, además de provocar una pérdida de credibilidad en las instituciones.

A otra escala, los daños son aun más irreparables y pueden lacerar la continuidad del proyecto socialista, la pérdida de la soberanía y la caída vertical del nivel de vida de las grandes mayorías, así como la entronización de la violencia por la intromisión de mafias de toda índole. Cuba es un lugar concreto del planeta, con su condición insular y su vecindad geográfica a los Estados Unidos, el mayor mercado del estupefacientes. Durante la ley seca en ese país, en Cuba operó el mayor contrabando de alcoholes de todo tipo. Pero los tiempos eran diferentes. Respecto a la contemporaneidad, los engranajes movidos por Al Capone corresponden a una etapa todavía muy primitiva.

En la coyuntura actual, urge cambiar la mentalidad. Parece lento, pero el modo de redactar los informes se ha convertido en hilo conductor de la manera de estructurar las ideas con olvido del "por qué" y "para qué" de las cosas, de la definición concreta de los propósitos a mediano y largo plazos, la problematización permanente de la realidad, de las prioridades y secuencia de las soluciones y de la valoración específica de la cualidad de los recursos humanos y materiales disponibles. La retórica establecida oscurece la formulación de las preguntas adecuadas. El lenguaje en este, como en otros casos, condiciona el modo de pensar. Se ha convertido en hábito indiscriminado el empleo del impersonal como fórmula verbal aplicable a cualquier circunstancia. "Se" trabaja para... , "hay" que emprender... Las responsabilidades precisas y las vías de ejecución permanecen envueltas en una nebulosa insondable. Las estadísticas llueven abrumadoramente, sin tener en cuenta la necesidad e seleccionar los datos significativos para despejar magnitudes, caracterizar la situación y someterlo todo al análisis correspondiente. Las cifras requieren un correlato cualitativo. El estudio de la realidad tiene que mostrarse en toda su crudeza, pues solo ella indicará el camino a seguir. Poco aclara una fraseología convertida en muletilla: "algo se ha avanzado, pero aún estamos insatisfechos".

Para desarticular la estructura básica del pensamiento burocrático, cada cual tiene que convertir en carne y sangre de su conciencia la verdadera modestia en el dominio del conocimiento. Solo así, nuestros poros permanecerán abiertos al aprendizaje derivado de la confrontación de la cotidianeidad. Lo que siempre se hizo de alguna manera, puede no ser lo requerido hoy. Los errores no se superan con autocríticas formales, ni tirando piedras a quienes ayer se equivocaron. El análisis crítico resulta útil cuando, visto en sus componentes multifactoriales, nos entrega la lección necesaria. En ese sentido, la "cultura del diálogo" —también convertida en muletilla a lo largo de los últimos veinte años— implica un intercambio de saberes procedentes de la empírea, del dominio de técnicas diversas y de entrenamiento para conceptualizar los fenómenos, dirigida a desentrañar problemas y a buscar soluciones.
En tanto personaje, el burócrata ostenta una amplia visibilidad. Aunque parezca inmortal, está sujeto a la crítica y, aun más, al humorismo demoledor. Lo encontramos con frecuencia en las cartas que los lectores dirigen a nuestros diarios. El pensamiento burocrático se manifiesta de manera sutil y puede invadir terrenos muy diversos. Algunos piensan que la reducción radical de los poderes del Estado puede contribuir a erradicar el mal. Por muchas razones, muchos organismos padecen de hipertrofia de personal y de funciones, derivados de la necesidad de contrarrestar el desempleo y de la excesiva centralización. El fortalecimiento de las estructuras municipales y de los órganos del poder popular no implica un desmantelamiento del Estado, sino una redistribución de recursos y responsabilidades, a fin de adecuar las directrices generales a las particularidades del desarrollo local. Sin embargo, estas instancias de gobierno integran el Estado. Ninguna medida de carácter organizativo logrará sus propósitos si persiste el predominio de un pensamiento burocrático, planta parasitaria que esteriliza la creatividad, la auténtica participación colectiva y el trabajo de formación de las nuevas generaciones.

La lucha contra el pensamiento burocrático no es obra de un día. Hay que ir demoliendo su poderoso sistema de fortificaciones. José Martí no fue un iluso. Pudo ofrecer a Máximo Gómez tan solo la probable ingratitud de los hombres. Y, sin embargo, creía en el mejoramiento humano, en el diálogo necesario para salir adelante. Recordemos la diferencia entre las contradicciones fecundantes y las antagónicas. Preservemos el respeto, la franqueza y la confianza mutua. Por ahí anda la clave de los cambios de mentalidad que estamos reclamando.