sábado, 21 de octubre de 2017

Del Benny a Cuba Libre






David Samuells
Fotos: Cortesía de Jorge Luis Sánchez

Conversamos en su casa de Cojímar, ubicada en el municipio La Habana del Este. En aquella especie de remanso, Jorge Luis Sánchez, director de cine y uno de los más prominentes realizadores de la última década en Cuba, resulta un interlocutor casi familiar. Su perro Mango bordea todo el tiempo el lugar donde nos encontramos. Recibe una caricia. Jorge Luis se sumerge en el tiempo…


-¿Cuba Libre después de un año de su estreno?
Cuando estoy regando las plantas me acuerdo mucho de cada pasaje de la película. He descubierto que en esa actividad me relajo mucho y no sé por qué siempre tengo una recurrencia con la película en el sentido de la brevedad de todo el proceso de realización y edición. Me habría gustado que durara más. Es una película que no he podido sacar de la mente.

Hace unos días alguien me recordó una secuencia del Benny que no recordaba cómo la filmé. De cierta forma está saliendo de mi cabeza. Cuba libre se mantiene intacta: filmé esto, pasó esto…  Raydel Araoz, un joven graduado de la Escuela de Cine, realizador, escribió en la revista Cine Cubano, algo que me asombró mucho. 

No la ubicó como una película épica, sino donde la epicidad está en el centro del conflicto. Y, efectivamente, considero que el conflicto en Cuba Libre va hacia lo interno de los personajes. Araoz la ubica en el terreno ético de la epicidad y eso me llamó la atención.

Si recuerdas La primera carga al machete, de Manuel Octavio Gómez, el conflicto es otro. Quizás no tanto en Lucía, aunque puede percibirse en el primer cuento. He pensado mucho en eso. Aquí, en mi película, digo que los cubanos se equivocaron y eso es lo que refleja también el filme, independientemente de la manipulación de los españoles. 


Sigo pensando, que es una película donde dejé la vida, las vísceras…, y la termino en un momento inesperado provocado por un cambio en el contexto de trascendencia político, social e internacional de nuestro país: restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos. Entonces la película habla de un conflicto (aun trascendente) y esa realidad cambia…

-¿Cómo fue concebida?
Esta película cierra un ciclo histórico que evoca la vigencia del conflicto Cuba Estados Unidos.  No fue un encargo. Generó un gran desgaste físico y psíquico en mi persona debido a la intensidad del proceso de rodaje, es normal. Decidí no hacer nada más después que la terminara. La tenía en mi cabeza, como proyecto, desde el año 1998. Durante todo ese tiempo volvía y revisaba el guión y descubría lo que estaba bien o no de lo realizado hasta el momento.

Fue una obsesión. Se convirtió en una luz roja latente. Esas dos horas en pantalla estuvieron comprimidas en algún lugar de mi cerebro. Es un ejercicio muy complejo que obliga a materializarse como otras que empujan dentro de mi cabeza. La cinta aborda cuestiones que aun no están cerradas y ojalá que sean selladas algún día y que el personaje que termina aliándose con los norteamericanos no exista, no tenga poder. 

 
Tal pensamiento no me deja dormir porque fue una gran dosis de adrenalina. Me dije que cuando terminara iba a descansar. En 2016 no haría nada. Terminar algo así es un ejercicio grande, un esfuerzo tremendo. Alguien me aseguró que esa cinta será recurrente y habría de volver a ella.
 
La he podido ver con norteamericanos intelectuales y les revela zonas históricas de este conflicto de las cuales no tenían ni idea de cómo Cuba, un cubano hizo esa película que defiende a nuestro país. Eso resultó gratificante. Incluso tengo la experiencia de Nicaragua. Me invitaron las embajadas de Latinoamérica a un evento en Managua, donde cada país llevó un filme.

Se sorprendieron porque fue la primera vez de invitar a un director de cine. La vi con un público representando la diversidad de las naciones allí reunidas y ocurrió el mismo efecto que referí de los estadounidenses o del Cine Chaplin en Cuba con espectadores más contenido porque el tema nos toca de cerca. En nuestro público puedes sentir cómo la gente respira, ríe o permanece en silencio.

Enviaba mensajes de una realidad que muchos latinos desconocen.  Cuba fue de las últimas colonias de España. En México, por ejemplo, un especialista hizo una disertación magistral relacionada con los personajes femeninos. Debí grabarlo. Me pregunté: ¿Tú viste eso en la película? ¡Yo creo que él vio otra película! Allí solo tengo tres personajes mujeres.

Isabel Santos, actriz estelarísima en su papel secundario de Cuba Libre

Demuestra que cada cual observa
la obra terminada desde su propia perspectiva.

A veces y he estado tentado a escribir sobre esto: los cineastas cubanos vamos como rehenes de los festivales. No sé cómo entender hacer películas para concurso. Nuestra condición de país latinoamericano nos convoca a estos eventos. La crítica está esperando el por qué no estamos en Berlín, Cannes, Venecia… No digo toda la crítica, sino la visión del mundo intelectual que acompaña a las producciones cinematográficas. No hago películas ni para festivales ni para la crítica. Las hago para comunicarme con personas a las cuales puedo transmitir un mensaje.

Si gana algo en un Festival qué bueno, pero no puede ser mi agonía. Mi agonía es con la creación, como decía Julio García Espinosa. Pero estoy muy contento porque en Cuba la gente me han parado en la calle para decirme sus criterios. En una ocasión me dijo un señor: Cineasta por qué no hace una película de las colas porque no se acaban nunca. 







Con el Benny pasaron cosas muy interesantes. No fue la película que hubiera querido hacer. Hay un cine norteamericano que nos condiciona mucho. Este tipo de producciones estadounidenses y las telenovelas están condicionando la forma de ver de los espectadores.
 
La película El Benny no debió ser mi ópera prima. Es un riesgo muy grande no solo porque parte de una persona que existió, como debutante hice una película que tenía baile, canto, o sea muy fuerte.

Tuve esa posibilidad. Incluso había una película (guardada) sobre el Benny. Tenía todas las posibilidades del mundo para darme contra la pared. Es posible que algunos hubieran querido un filme, como me decía el difunto Abraham Rodríguez, del “nuevo cine latinoamericano”. Parte de una estructura convencional. Tuve la suficiente lucidez para darme cuenta que hacía una obra sobre un hombre que muchos conocen y no podía inventar.