Muchas veces el amor complementa lo que ya es
un hecho: la propia existencia. Sin embargo, nadie puede determinar,
exactamente, cuando va a llegar y muchos menos el momento de su partida. Por
eso debe vivirse intensamente.
El relato que regalo a los ciberargonautas de
mi blog, lo escribí hace mucho tiempo. También el poema que coloqué al final.
Ambos se relacionan, por supuesto.
EL ÁNGEL
Por RAÚL SAN MIGUEL
Nadie nos vio esta tarde con las
manos unidas
mientras la noche azul caía sobre el mundo.
mientras la noche azul caía sobre el mundo.
Pablo Neruda
Lo observó, detenidamente,
como si fuera la primera vez. Él leyó: Cuerpo
de mujer, blancas colinas, muslos blancos, te pareces al mundo en tu actitud de
entrega. Mi cuerpo de labriego salvaje te socava y hace saltar el hijo del
fondo de la tierra. Entonces ella sintió un ligero temblor en sus labios
que acentuó el carmín de sus mejillas e hizo más intenso el brillo nocturno en
sus ojos. ¿Habría descubierto sus pensamientos? No, él no podría llegar más
allá de su piel, pensó, mientras (sin quererlo) todo su cuerpo estaba dispuesto
a corresponder con amor durante ese viaje en la locura que alguien llamó sexo.
Pero no era sexo la palabra exacta para definir lo que ocurriría o no segundos
después: cuando sus ropas quedaran en un lugar cerca de la cama y ella se
detendría a esperar tendida, resuelta a dejarse arrastrar, como si fuera una hoja
sobre el viento, con las piernas ligeramente abiertas, lo indispensable para
exhibir la belleza de sus curvas: suficientemente seductoras e inevitables,
mostrando lo que él quería ver. Sabía que no pasaría por alto ningún detalle y
que pronto sentiría su boca expandirse sobre los senos, después correría
vientre abajo y la obligaría a sucumbir. Por supuesto, lo deseaba. Esperaba que
él llegara más crecido ante su mirada interrogante, la rodeara con sus brazos
fuertes y sumergiera en un beso profundo, suave como el perfume que emanaba de
su piel: el mismo aroma que en más de una ocasión percibió que rondaba dentro
de su habitación como un fantasma empujado por el viento. Caería… ¿una vez más?
¿Temía sucumbir a la inevitable? ¿A lo ajeno?
Recordó su propia imagen
frente al espejo y detrás estaba él, en su otra vida: la de todos los días de
todas las horas convertidas en siglos. Él abrazándola toda como si quisiera
fundirse en un solo cuerpo. Ella poseída por el torrente que se vertía como un
río dentro de su vida y… _No, no, se dijo. _ Esta vez no será así.
Lo había pensado el día
anterior y lo juró en cada segundo de aquella eterna noche hasta que el
amanecer la descubrió mirando por la ventanilla del ómnibus, mientras el reloj
desgranaba los segundos. _No, esta vez no será así, se repitió y, de repente
_como sorprendida por el eco de sus pensamientos_, permaneció quieta hasta que
el vehículo se detuvo.
Sentada sobre la cama, en la
habitación color ámbar, su rostro helénico parecía más hermoso. Así le pareció
a él cuando aceptó, sin condiciones, tumbarse a su lado. Sabía que lo observaba. Cualquier motivo podría servir
para permanecer vestidos. _Esta vez no será así _dijo_, y la voz, temblorosa e
imperceptible, apenas alcanzó los labios cuando se escurrió en un beso, dentro
de la boca húmeda, contagiada por la sonrisa de aquel hombre que ahora yacía
desnudo sobre el lecho. “Esta vez no será así”, se repitió en silencio y sintió
como emergían alas de su cuerpo.
FIN
Es por eso que entrego este verso escrito
para aquellos que acechan como hienas el amor de otros o se escurren como
sombras entre las palabras y la confusión que provoca su presencia.
Las formas simples del amor
Los que “conocen” las formas simples del amor
Los que “conocen” las formas simples del amor
gustan
de dar opiniones
siempre
dispuestos,
a
mostrar sus errores
matizados
por lo áspero de sus vidas,
de
sus fracasos.
Los
que “conocen” las formas simples del amor
hablan
del sexo
y
lo tocan con las manos,
intercambian,
se
masturban,
entre
consejos libidinosos,
de
lujuria sin gemidos,
frente
a la esperma tibia
el
olor…,
del
sexo,
pero
no saben nada del amor.
RSM