viernes, 5 de diciembre de 2014

Reencuentros con mis fantasmas



Raúl San Miguel

"Cuando el alma escribe, 
es muy difícil que lo material se interponga". RSM

Foto: Óleo de Vicente Bonachea



Las casualidades no existen, de modo que lo ocurrido fue una causalidad; mientras atravesaba, ensimismado, un pedazo de noche tan oscuro que podía percibirse y escucharse cada detalle del plenilunio. Crucé frente al edificio donde viví parte de mi niñez-adolescencia y redescubrí la pubértica entrada a mi adultez, cuando todo el magnetismo de la agónica construcción me obligó a volver. Reconozco que el cambio me resultó impresionante: nada de lo que antes fue enorme continuaba siendo; todo lo contrario, parecía yo el agigantado dentro de un cuerpo ajeno que observaba, desde algún lugar de mi memoria, el camino que desanudé tantas veces en el pasado. Me detuve, exactamente, frente a el sitio que ocupaba nuestro apartamento. Podía ver cada detalle de sus paredes interiores y las del resto. Entonces ocurrió: como si fuera un carrusel despertando del letargo, todo en derredor se animó en medio de las penumbras y pude reconocer momentos compartidos con algunos de los vecinos, de una puerta a otra, en medio del otrora bullicio, las luces encendidas, el olor de las cocinas…y mis viejos, ahí, retenidos, mirando, sonriendo con las manos estrelazadas y sentados sobre un banco del parque, contagiados en un gesto de amor permanente.
Crucé la avenida como lo hice la primera vez y fue también, la primera vez, desde hace mucho tiempo, que pude volver a soñar y volver a despertar, ahora, sobre las raíces entre las cuales me he convertido en árbol.

RSM.