1:21, am.
“Amanece en la oscuridad sempiterna
Un hilo de luna me grita: ¡Despierta!
el desvelo es la condena
cuando los duendes de la madrugada
acechan
como sombras
sobre las palabras,
acechan,
devoran los minutos
en las horas muertas,
me condenan al desvelo
en la oscuridad eterna”.
RSM
Raúl San Miguel
Óleos de Vicente Bonachea
Busqué
entre los libros y encontré Hablar de Gramsci, editado por la Cátedra de
Estudios Antonio Gramsci, del Centro de Cultura y Desarrollo de la Cultura
Cubana Juan Marinello, leí: “Al pensar en Gramsci, se me impone ante todo esa
dignidad profunda, y viene a mi mente una idea de Fitchte que repetía un viejo
profesor. Decía aquel, poco más o menos, que si en un solo hombre el
pensamiento y la acción se funden en un todo único, en ese hombre, y solo en
él, la Filosofía ha cumplido su misión. No es necesario demostrar, en este
sentido, que la Filosofía cumplió su misión en Gramsci, cuya vida representa
todo un paradigma ético.
“Se
piensa como se vive”, expresa la conocida máxima, y no le falta razón. Pero no
menos cierta es la aseveración contraria: “Se vive como se piensa”; no como se
dice pensar, sino como realmente se piensa. En sentido riguroso, el pensamiento
es el modo de acción del ser humano, la serie de sus actos. “Por sus frutos los
conoceréis” –dice la máxima bíblica. El pensamiento de Gramsci es la serie de
sus actos, su obra toda, en primer lugar, su obra como revolucionario, la obra
de un comunista que encarna la idea que él preconiza del intelectual orgánico,
aquel que late con el corazón de su clase y de su pueblo; distante, como una
galaxia de otra, del intelectual institucionalizado o de academia. Son
conocidos el esfuerzo y las energías que dedicó a la creación del Partido
Comunista de Italia. Si su rostro era pálido como el de algunos intelectuales
institucionalizados, las sombras de la cárcel fueron culpables de ello.
Gramsci
es uno de los hombres infinitos del pensamiento comunista de nuestro siglo.
Subrayo esta determinación decisiva --la de comunista-- porque tampoco Gramsci
ha escapado del desdibujamiento político
y académico de la gran tormenta contrarrevolucionaria que nos azota. Todos
conocemos los abusos que se hacen en su nombre, allí donde el pensamiento
hegemónico no ha podido silenciarlo del todo, o ha preferido, a través de sus
teóricos de cierta izquierda resbaladiza, mellarle todos los filos
anticapitalistas y enrumbarlo, no solo contra consabidos vicios
antidemocráticos de la experiencia histórica de construcción socialista, sino
contra el propio ideal comunista, hasta convertirlo en un muñeco funcional al
sistema de dominación burgués.”
Después
de leer la presentación del libro, escrita por Rubén Zardoya Loureda, había
pasado, al menos una hora. No podía borrar el desvelo y decidí buscar la causa
del insomnio entre las páginas del volumen Poesía de Dulce María Loynaz, de la
edición centenario (1902-202), de la Biblioteca de Literatura Cubana.
Leí:
Nocturno (en la pp.53)
“La
noche es redonda: Se enrosca
sobre
sí misma. Y sobre sí gira tanto que se
le ha
hecho un vacío en el centro.
tanto
se ha pulido la noche,
que si
alguien resbalara en ella
caería
sin un asola arista de que asirse…
Noche:
Embudo,
remolino de
paredes
de agua contenida,
bostezo
negro de la Esfinge.
Noche…
En ti se apagan las rosas,
se
quiebra el mar desencajado
por la
luna, se hunden los siglos.
Tú eres
la que nos hace trampas
de luz
con las estrellas muertas.
Tú eres
la que se toca húmeda
en las
alas de los murciélagos…
Noche,
gelatina de luna
gris
que se escurre entre los dedos…
Noche
de las puertas cerradas
y del
gato erizado… ¡Noche
del
mundo repulida y cóncava--,
la
noche sin caminos!... O
con un
solo camino
en
redondo: El trágico camino de la circunferencia…
(Dulce
María Loynaz)
A esa
altura de mi desvelo aún no había descubierto la causa del insomnio y habían
pasado, al menos dos horas desde que desperté, asediado por los recuerdos el
bullicio oscuro de los madrugadores, los chismes que se contaban –casi en
susurro– las hormigas de una colonia ancestral al sur de mi ventana.
Después
de haber leído, arriba, a Gramsci, también pienso que el tiempo se vive de una
manera diferente, según las lecturas. Entonces, tampoco la Loynaz me dio la
clave del porqué estaba despierto, ni qué pensamientos boceteaban las ideas
vagantes dentro de mi cabeza. Escribí:
Húmeda
la boca:
solloza
un beso
en los
ojos, la palabra
es una
súplica.
La
palabra quedada
como la
hoja de un árbol,
negada
a caer
a
germinar
como
una voz que despierta
después
del letargo-silencio
y dice:
escúchame,
no has
muerto.
Anda,
Lucha,
Vive
porque
solo muere el recuerdo
que no
late
en un
pensamiento nuevo.
Anda,
Vive,
Lucha.
Levanta
en tus manos,
la
palabra que despierta la voz,
de tus
hermanos muertos.
(RSM).
Regresé
diez páginas atrás, como si fueran años y leí:
La
extranjera (en la pp.43)
No era bueno
quererla; por los ojos
le pasaban a veces como nieblas
de otros paisajes: No tenían
color sus ojos; eran
fríos y turbios como ventisqueros...
No era bueno quererla...
Adormecía con su voz lejana,
con sus palabras quietas
que caían sin ruido, semejantes
a escarcha ligera
de marzo en las primeras
rosas, sin deshojar
los pétalos...
Alguien por retenerla
quiso hacer de toda su vida
un lazo...Un solo lazo fuerte y duro...
Ella
con sus frágiles manos rompió el lazo
que era lazo de vida...
(A veces, nieblas
de otro país pasaban por sus ojos...)
No era bueno quererla.
le pasaban a veces como nieblas
de otros paisajes: No tenían
color sus ojos; eran
fríos y turbios como ventisqueros...
No era bueno quererla...
Adormecía con su voz lejana,
con sus palabras quietas
que caían sin ruido, semejantes
a escarcha ligera
de marzo en las primeras
rosas, sin deshojar
los pétalos...
Alguien por retenerla
quiso hacer de toda su vida
un lazo...Un solo lazo fuerte y duro...
Ella
con sus frágiles manos rompió el lazo
que era lazo de vida...
(A veces, nieblas
de otro país pasaban por sus ojos...)
No era bueno quererla.
(Dulce María
Loynaz)
A
esta hora, ya habían pasado al menos tres horas y el amanecer afloraba en el
silencio fresco que precede al nacimiento de las rosas. Entonces encontré el
motivo del desvelo y la causa del insomnio, no su causa. Justo en la imagen de
dos seudorrevolucionarios, sumergidos en la gran tormenta que nos azota, lejos
de sus propios rumbos y sin trincheras.
Escribí:
Ella
encontró la imagen perfecta:
La
colgó a su espalda y gritó
desde
la herida, profunda, abierta
un
surtidor blanquecino, difuso
como
sus ideas,
y,
espero, atenta,
entre
gemidos onomatopéyicos
sus
palabras huecas
verde
entorno y espeso recinto,
su
trampa epódica
su
naturaleza infecta
y
esperó, atenta,
en
la sonrisa (...)
dispuesta (...).
Él
oteando el horizonte
como
un animal que acecha,
en
su hambre inconexa
dispuesto
a llorar su miseria.
Exhibe
(por compromiso) una imagen
sin
primavera,
(...)
y
en el rostro de pez-luna,
la
mirada prisionera.
Nunca
le llama, esposa,
mucho
menos compañera,
siempre
a prudente distancia
la
obliga a viajar en tercera,
en
la sintaxis gramatical
nunca
será la primera.
queda
expuesta a los ataques
de
otros amigos hienas.
Él
y ella, tendidos,
en
la impertinent espera,
acechan
como reptiles,
acechan.
RSM