Raúl San Miguel
Foto: Tomada de Cubadebate
En este mes (abril) debe hacerse el lanzamiento de la convocatoria
de consulta popular, previa a la realización del VII Congreso del Partido
Comunista de Cuba. Tal y como sucedió antes del VI Congreso, una vez más el
pueblo cubano demostró la autenticidad del Partido Comunista como guía
imprescindible de la Revolución cubana.
Recuerdo que este proceso posibilitó aportes necesarios a los
Lineamientos de la Política Económica que, desde entonces, ha situado en los
principales escenarios los temas urgentes de resolver en la sociedad cubana y
el enfrentamiento sostenido a cualquier manifestación de corrupción que impida
alcanzar los propósitos de mantener la independencia política y buscar las vías
para la soberanía económica en medio de un bloqueo real y genocida agudizado en
variantes mucho más sofisticadas por parte del gobierno de los Estados Unidos como
es el caso de la intensificación de las agresiones mediáticas y el cabildeo, a
través de los grupúsculos de mercenarios, detrás de toda la propaganda para
restablecer relaciones diplomáticas con la Isla, bajo condición de bloqueo.
En particular recuerdo todas las críticas realizadas por Fidel, a
la militancia del Partido Comunista de Cuba (PCC), en la mayoría de sus
discursos. En 1986, durante la clausura del III Congreso del Partido, realizada en el teatro Karls Marx, el 2 de diciembre,
de ese año, se refería a la aprobación del Programa del Partido
Comunista de Cuba, y expresó:
“Yo tengo la íntima convicción de que si nosotros no rectificamos
los errores y las tendencias negativas, ni este Programa, ni nada que merezca
llevar el nombre de Programa podría llevarse a cabo. (…)”.
Más adelante, en aquel discurso, hizo referencia al trabajo de los
periodistas cubanos:
“En nuestro encuentro con los periodistas en el último congreso de
la UPEC, yo abordé algunos de estos problemas que son de importancia, no solo
para nuestro país, sino para todo el pensamiento revolucionario, internacional.
Nuestro Partido ha explicado con una gran franqueza y con una gran valentía qué
errores ha cometido y cómo los ha cometido; cómo cometimos en determinado
momento ciertos errores, quizás de extremismo, llamémosles, digamos, de
idealismo. Y después estábamos cometiendo errores peores, realmente peores, más
graves, de más consecuencias, porque los otros podían ser errores reversibles;
pero errores como estos que he estado mencionando, a partir de un momento dado,
se podían hacer irreversibles. A tiempo había que rectificarlos, no solo en
aras de nuestro propio proceso, sino en aras del proceso revolucionario en general,
porque la construcción de una sociedad nueva, la construcción del socialismo,
el camino del comunismo es nuevo enteramente para el hombre, es una experiencia
nueva, reciente, muy reciente, que debe ser enriquecida en la teoría y en la
práctica constantemente.
Nadie puede imaginarse que ya todo está dicho, que ya desde el
siglo pasado, que ya desde hace 150 ó 160 años o más, desde la divulgación del
Manifiesto Comunista o el Programa de Gotha, o los libros de Marx, de Engels, y
más adelante de Lenin, todos los problemas están resueltos. Sería
antidialéctico creer eso, sería antimarxista creer eso”.
Casi un año después, en un encuentro en el Consejo de Estado con
los estudiantes de la Facultad de Periodismo de la Universidad de la Habana,
argumentaba en relación con la posible desaparición de la URSS y el campo
socialista.
“Deben estar preparados”, nos dijo y tuvo razón.
He tenido la suerte de crecer, como revolucionario cubano,
escuchando las orientaciones y críticas del Partido hacia la necesidad de
mantener la unidad como principio de todas nuestras luchas y la amenaza real
que supone la existencia del imperialismo norteamericano para los pueblos que
decidan tener su propio destino, fuera de los intereses de Washington, donde
existe un solo partido: el de los círculos del poder que dirige la política
exterior de la Casa Blanca, representado por dos bancadas: Demócratas y
Republicanos.