miércoles, 25 de agosto de 2010

El amor en los tiempos de crisis

Hoy, me encontré una página en blanco. Hacía mucho tiempo no me ocurría. Por general cuando aparece una página virgen (cualquier escritor) se experimenta el incontrolable impulso por grabar un pequeño trazo; aunque solo fuese un signo, es la necesidad de explorar o dejar una pequeña mancha de tinta o grafito; en este caso teclear, hacerlo como si las palabras te persiguieran con el propósito de encontrar un rastro en lo más profundo del pensamiento. Específicamente, hoy dejé claro el significado de esos signos sobre un papel en blanco: un gesto de amor en tiempos de crisis mundial.
En mi caso, tecleo y observo las letras en la pantalla del monitor. Escribo algo que pueda compartir. Un ejemplo, este texto que me pidieron borrar para que no fuera publicado en las páginas del periódico donde trabajo. Las encontré y me detuve a mirarlas. Comprendí que me habían pedido asesinar un ejemplo bueno. De esas cosas que ocurren y son invisibles para algunos ojos. No tuve valor para hacerlo. Solo omití los nombres de las personas. Esas palabras gritaban desde el papel. Ahora, las hice volar por el ciberespacio. No se asusten. Son como pequeñas mariposas de la luz y no hacen ningún daño.
Hace unos días, tres ancianas acudieron al médico porque una de ellas precisaba de la consulta clínica. El médico, un hombre joven, después de atenderlas, le extendió la receta cuidadosamente doblada. “Ábrala con cuidado”, advirtió en medio de la sorpresa de las tres venerables mujeres. Por supuesto, no es costumbre (al menos en Cuba) recibir una receta doblada y con esa singular prescripción verbal. “¿Sucede algo doctor…?”, preguntó la más joven de las ancianas. La respuesta del médico fue una sonrisa. El misterio fue develado de inmediato: dentro de la receta había un billete de veinte pesos. “¿Por qué lo hizo doctor?”, inquirió la paciente. “Es para que compren las medicinas”, subrayó el galeno.
El asunto, en mi opinión, no adquiere trascendencia, por el gesto desprendido del médico que ayudó a comprar la medicina. En realidad no se trataba de personas que reflejaran el desamparo, sino el agradecimiento por la calidad de la consulta. Sin embargo, en mi opinión, el hecho trasciende. Alcanza significación porque resume la esencia de los valores exhibidos por los profesionales de la medicina, durante el cumplimiento de su humanitario servicio. Por supuesto, también funcionan otros factores que están condicionados por ejemplos recibidos por este joven doctor y directamente relacionados con su educación familiar y social.
La esencia de este hecho gratifica una posición asumida en medio de los efectos _denominados, por algunos, como crisis de valores_, pero que (en mi opinión) pudiéramos llamarle pérdida de la dignidad de aquellos individuos que se esfuerzan por justificar las malas actitudes con los problemas generados como una consecuencia directa de todos los males que afectan a la humanidad y de la cual no estamos excluidos.
No se trata de imitar a quien, en este caso, decidió hacer esa pequeña contribución desde su bolsillo. No podría hacerlo con todos los pacientes, aunque quisiera; pero estoy segura de que fueron otros los resortes que le motivaron. Quizá, pudiéramos pensar en aquellos profesionales de la salud (de todas las naciones del mundo) que desandan los cerros y lugares más intrincados de la selva sudamericana y africana o comparten con los más humildes de los barrios en cualquier país del tercer mundo. No alcanzaría este espacio para ilustrar tantas páginas de sacrificio y entrega. Solo, que este ejemplo, motiva a pensar en todo lo que pudiéramos hacer si fuéramos un poquitín mejores y menos egoístas.
Vivimos tiempos difíciles; una época en la que parodiando a García Márquez podemos demostrar que el amor es la condición humana indispensable para enfrentar los más grandes retos; aun en medio de la más grande de las crisis.