Raúl San Miguel
Ilustración: Samuel
Entre tus cabellos se escurren el Sol y la noche,
la Luna y el mar”. (A María Esther)
RSM
Allí,
en un lugar visible del barroco salón estaba. Sonreía y me obligó a evocar sus
caricias para mi inquieta infancia. Sobre su regazo el Sol resbalaba en mi
espalda, atenuado por sus besos. Me mostraba el mar y me contaba de sus enigmas
e imperturbables secretos. Reía cuando le decía que yo era un pez. Entonces
replicaba con ternura: “Eres un pez-volador. Podrás volar en tus sueños y
navegar entre las estrellas”. Después
del ocaso, me mostró, en la bóveda celeste, algunos puntos brillantes. “Escoge
una de ellas y te acompañará toda la vida. Ese es tu secreto. Solo tienes que
escuchar sus voces.
Esta
mañana me hiciste recordar a la abuela, el olor de la caoba, mientras mis manos
recorrían los dibujos tallados como si pudiera retenerlos en mi memoria.
Gracias
por existir en mis sueños y por escuchar sus voces. Te regalo esta canción de Silvio
y te recuerdo, como cada noche, el susurro del mar y la estela de los peces mostrándome
los caminos del universo.
No puedo dejarte de ver
arañando el silencio con tus ojos
tratando de decir algo que las palabras
nunca hubieran dicho mejor.
Aquella mirada
era el resumen de la noche posado en tus ojos
con su lluvia, su viento y tu miedo al mar
y aquel sueño que te conté.
No puedo dejarte de ver
describiendo una estrella descubierta por mí
en tu erótica constelación
que no cabe en los mapas del cielo.
Tu mano dibujando en el aire
era capaz de ponerle colores
al espacio vacío que se llenaba
con la luz de la estrella brillante.
Cuida bien tus estrellas, mujer
cuida bien tus estrellas,
cuida bien tus estrellas, mujer
cuida bien tus estrellas.
Cuida bien tus estrellas, mujer.
No puedo dejar de decir
que hay idiomas perfectos por descubrir
y que son olvidados frecuentemente
en el tedio del tiempo
y hay que buscarlos,
porque los barcos y las piedras
tienen abecedarios mejores
para demostrar que son bellos sencillamente
sin palabras o esquemas.
No puedo dejar de decir
que esta triste canción a tu lado oscurece
que quizás este sea el último misterio
que mirarán tus ojos nacer de mis manos,
pues es tarde quizás para mí
y Caín me ha marcado sobre la frente
pero quiero alertarte de un gran peligro
y quisiera encenderte esta frase en la mente.
Cuida bien tus estrellas, mujer
Cuida bien tus estrellas
Cuida bien tus estrellas, mujer
y que nunca las pierdas.
arañando el silencio con tus ojos
tratando de decir algo que las palabras
nunca hubieran dicho mejor.
Aquella mirada
era el resumen de la noche posado en tus ojos
con su lluvia, su viento y tu miedo al mar
y aquel sueño que te conté.
No puedo dejarte de ver
describiendo una estrella descubierta por mí
en tu erótica constelación
que no cabe en los mapas del cielo.
Tu mano dibujando en el aire
era capaz de ponerle colores
al espacio vacío que se llenaba
con la luz de la estrella brillante.
Cuida bien tus estrellas, mujer
cuida bien tus estrellas,
cuida bien tus estrellas, mujer
cuida bien tus estrellas.
Cuida bien tus estrellas, mujer.
No puedo dejar de decir
que hay idiomas perfectos por descubrir
y que son olvidados frecuentemente
en el tedio del tiempo
y hay que buscarlos,
porque los barcos y las piedras
tienen abecedarios mejores
para demostrar que son bellos sencillamente
sin palabras o esquemas.
No puedo dejar de decir
que esta triste canción a tu lado oscurece
que quizás este sea el último misterio
que mirarán tus ojos nacer de mis manos,
pues es tarde quizás para mí
y Caín me ha marcado sobre la frente
pero quiero alertarte de un gran peligro
y quisiera encenderte esta frase en la mente.
Cuida bien tus estrellas, mujer
Cuida bien tus estrellas
Cuida bien tus estrellas, mujer
y que nunca las pierdas.
Silvio Rodríguez