
Raúl San Miguel
Foto tomada de la Internet
Le recuerdo desde aquellos días de septiembre del 84 en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. El chico, gordito, de mirada inquieta e inteligente, callado y sencillamente deslumbrante. Nunca imaginé que escribiría sobre Rufo Caballero, menos esta esquela de porquería que emerge como un buque fantasma en medio del caos y el estupor causado por la absurda muerte.
También sé, imagino, sin temor a equivocarme, que se marchó como suelen hacerlo los hombres excepcionales que han servido bien. Dijo adiós y se marchó despacio. Nos dejó el dolor de su partida y selló su destino. ¡Que absurda muerte de mierda!