viernes, 28 de enero de 2011

Fuente de eterna luz



Regresaba de un homenaje por el aniversario 158 del nacimiento de nuestro José Martí Pérez. Desde hacía unos días había pensado en realizar mi pequeño homenaje al Maestro, el Apóstol que sirvió a su Patria y muchos de los pueblos de América Latina. El hombre que cayó en Dos Ríos, después de escribir su carta inconclusa al amigo, el mexicano, Manuel Mercado.

Quise escribir una crónica y me encuentro estas que fueron escritas por Regla Bárbara Llorente Querol del Grupo Guevaristas, del cual formo parte. Me gustaría compartirlas con mis amigos del blog.

TRIBUTO

Al niño de Caimito de Hanábana van dirigidas estas palabras, al Hombre de la Edad de Oro, que supo ver en los infantes “la esperanza del mundo”.
A Martí en el aniversario 158 de su natalicio.

A Martí que reconoció en el amor el lazo de los hombres, el modo de enseñar y el centro del mundo y lo asoció con los pinos y las palmas para, desde su altura, ver pequeño al mundo.

Al hombre amante que escribía a su amada con la misma pasión con que hablaba de la Patria, allá en el exilio.

Al hombre sincero que murió como quiso “de cara al Sol”, los cubanos y cubanas de hoy rendimos tributo y, en ello va todo: el agradecimiento por sus primeros apuntes, por presentarnos a Fermín Domínguez, a María Mantilla, a Carmen, a Doña Leonor, a Manuel Mercado y a tantas personas que pudieron disfrutar de su presencia y aprender de él, en la misma medida en que lo nutrieron.

Al periodista que hizo de esta profesión un oficio, un servicio público, le agradecemos su pluma firme y sensual que demuestra la fuerza de las palabras en tanto son “proposición, estudio, examen y consejo”
Al hijo que sintió en su madre “el sostén de la vida” y que dijo “toda madre debiera llamarse Maravilla” los cubanos y cubanas recordamos en el aniversario 158 de su natalicio, convencidos de que su obra nos inspira y su ejemplo indica el camino.
La suerte está echada: Unidos a la Patria. “Nadie como ella para hacer crecer a sus hijos”.

AMO A MI PAÍS

Amo a mi país y a su gente.
Cualquiera diría que es natural si en él nací y su gente soy yo misma.
Pero sucede que mi gente es de las que se crece en las dificultades y, al primer llamado, al primer sufrimiento, tiende su mano, sin pedir nada a cambio.
Así ha sido siempre, desde que se unieron negros y blancos en la manigua mambisa al grito de !Viva Cuba Libre!

Diferencias aparte, mi gente siempre antepone la necesidad y sentimientos colectivos a lo personal.

En estos días en que el mundo sufre y mira espantado cuánto dolor puede resistir un país víctima primero de la furia de la Naturaleza y de siglos de explotación y ahora del cólera, mi pueblo vuelve a mostrar su esencia.

Entre los primeros en llegar y prestar auxilio, aunque ya estábamos dándole luz a la vida desde hace once años, de forma permanente, con Brigadas Médicas de alta calificación profesional y, aún mayores, valores humanos.
Amo a mi país y a su gente.

Las imágenes hablan por sí solas del amor, la dedicación y la responsabilidad con que se trabaja en Haití para robarle vidas primero a los escombros y después al cólera. En condiciones mínimas se establecieron quirófanos para atender a lesionados y enfermos.

Se escucha el lamento de una nación necesitada de sueños realizables con la ayuda de los demás.

Crece mi gente y con él su pueblo, es decir, mi pueblo.
En nombre de la Humanidad, cubanos y cubanas se han puesto de pie y comparten conocimientos, esfuerzos, necesidades, dolor y también esperanza.
Esa que sólo es posible "con todos y para el bien de todos".
Amo a mi país y a su gente, su gente que soy yo misma.

JUVENTUD CUBANA: NI PERDIDA, NI DESENTENDIDA

"La juventud ha de ir a lo que nace, a crear, a levantar", escribió Martí en el periódico La Nación, de Buenos Aires, Argentina, en agosto de 1889.
Sabía muy bien el Maestro que en manos jóvenes definitivamente se alzaría el triunfo, sabía que el vigor , la impaciencia y el deseo de ser útiles eran razones más que suficientes para involucrarlos en la lucha y en la proclamación de una República "con todos y para el bien de todos".

Con el paso de los años la juventud cubana ha crecido hasta su máximo esplendor, sin que ello signifique que todo está logrado y no hay nada que hacer o aportar. Pero, lo cierto es, que ha sido abanderada de las principales luchas de nuestro pueblo.
Ayer, en la manigua mambisa. Después en los reclamos estudiantiles, en las exigencias obreras, en el Asalto a los Cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo. En el exilio, en el Granma, en la Sierra, en el llano... en el triunfo de enero del 59.

Después en la alfabetización-, en las nacionalizaciones, en la Lucha contra Bandidos, en Girón, enfrentando y derrotando al Ejército mejor armado del planeta.
La juventud cubana estuvo de protagonista en los días de la Crisis de Octubre y en toda la labor organizativa de una sociedad, heredera de las más nobles ideas, a pesar de los prejuicios y vicios acumulados.

La juventud cubana -protagonista indiscutible de la resistencia y la victoria de su pueblo- ha estado siempre al frente de cada batalla y en cada triunfo.
Caracterizada por su honradez, honestidad, lealtad, solidaridad, patriotismo, dignidad y responsabilidad con su pueblo, entre muchos valores, la juventud cubana asiste al reto de recibir el legado de la historia y fortalecer esa gran obra de todos que es la Revolución.

Las nuevas generaciones de cubanos están al alcance de las manos, creando y amando; están en los campos, en las fábricas, prestando servicio a la población, en las aulas, en el deporte, la cultura, en la defensa, en los centros de salud dándole luz a la vida, en los polos científicos y tendiendo las manos en cualquier lugar del mundo que las necesiten.

De la juventud cubana se puede hablar de su pasado glorioso, de su presente de lucha y resistencia y de futuro de victoria. Quien no lo reconozca es porque le enceguece tanta luz.

Gracias a María Regla

Este es el último poema que escribió Victor Jara estando en estadio Chile y ademas están las palabras de quien estuvo con él durante todo ese maldito momento de torturas, a los que fueron sometidos muchos compañeros. Es emotivo y demuestra mas la brutalidad de los milicos.


“Somos cinco mil aquí,en esta pequeña parte de la ciudad.Somos cinco mil.¿Cuántos somos en total en las ciudades y en todo el país? Somos aquí diez mil manos que siembran y hacen andar las fábricas.¡Cuánta humanidad con hambre, frío, pánico, dolor,presión moral, terror, locura!Seis de los nuestros se perdieron en el espacio de las estrellas.Un muerto, uno golpeado como jamás creí se podría golpear a un ser humano.Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores,uno saltando al vacío,otro golpeándose la cabeza contra el muro,pero todos con la mirada fija en la muerte.¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!Llevan a cabo sus planes con precisión artera sin importarles nada.La sangre para ellos son medallas.La matanza es acto de heroísmo.¿Es éste el mundo que creaste, Dios mío?¿Para esto tus siete días de asombro y de trabajo?En estas cuatro murallas sólo existe un número que no progresa,que lentamente querrá más la muerte.Pero de pronto me golpea la conciencia y veo esta marea sin latido y veo el pulso de las máquinas y los militares mostrando su rostro de matrona lleno de dulzura.¿Y México, Cuba y el mundo?¡Que griten esta ignominia!Somos diez mil manos menos que no producen.¿Cuántos somos en toda la patria?La sangre del compañero Presidente golpea más fuerte que bombas y metrallas .Así golpeará nuestro puño nuevamente.Canto, qué mal me sales cuando tengo que cantar espanto.Espanto como el que vivo,como el que muero, espanto de verme entre tantos y tantos momentos de infinito en que el silencio y el grito son las metas de este canto.Lo que nunca vi,lo que he sentido y lo que siento hará brotar el momento...”Victor Jara
Porque a pesar de lo fuerte, vale la pena ser leido, en onor a nuestro Querido Victor.
Yorka.
por Boris Navia (Chile)
“¡A ese hijo de puta me lo traen para acá!”, gritó el ficialapuntando con su dedo a Víctor Jara, quien junto a unos 600 profesoes y estudiantes de la UTE ingresábams con las manos en la nuca y a punta de bayoneta al Estadio Chile la tarde del miércoles 12 de septiembre d 1973.El día antes, Víctor debía cantar en el acto que se relizaría en l UTE, donde el Presidente Allende anunciaría el llamado a plbiscito al pueblode Chile.
¡A ese hijo de puta me lo traen para acá!”, repitió iracundo eloficial. El casco hasta los ojos, rostro pintado, metralleta al hombro, granada al pecho, pistola al cinto y balanceando su cuerpo tensado y prepotentesobre sus botas negras.
“¡A ese huevón!… ¡a ése!”. El milico lo empuja, sacándolo de la fila.
“¡No me lo traten como señorita, carajo!”. Ante la orden, el soldado levanta el fusil y le da un feroz culatazo en la espalda de Víctor, que caede bruces casi a los pies del oficial.
“¡Ch’e tu madre! Vos soy el Víctor Jara, huevón. El cantor marxista, el cantor de pura mierda!”
Y su bota se descarga furibunda una, dos, tres, diez veces en el cuerpo, en el rostro de Víctor, quien trata de protegerse la cara con las manos; ese rostro que cada vez que lo levanta esboza una sonrisa, que nunca loabandonó hasta su muerte.
“Yo te enseñaré, hijo de puta, a cantar canciones chilenas, no comunistas!”El golpe de la bota sobre un cuerpo indefenso no se olvida jamás… El oficial sigue implacable su castigo, enceguecido de odio, lo increpa y patea. Labota maldita se incrusta en la carne del cantor.
Nosotros, apuntados por los fusiles contemplamos con horror la tortura de nuestro querido trovador y pese a la orden de avanzar nos quedamos transidos frente al horror.
Víctor yace en el suelo. Y no se queja. Ni pide clemencia. Sólo mira con su rostro campesino al torturador fascista. Este se desespera. Y de improviso desenfunda la pistola y pensamos con pavor que disparará sobreVíctor. Pero, ahora le golpea con el cañón del arma, una y otra vez.Grita e increpa. Es histeria fascista. Y, entonces, la sangre de Víctor comienza a empaparle su pelo, a cubrirle su frente, sus ojos… Y la expresión de su rostro ensangrentado se nos quedó grabada para siempre en nuestras retinas…
El oficial se cansa del castigo y se detiene, mira a su alrededor y advierte los cientos de ojos testigos que lo observan con asombro y con ira.Se descompone y grita.
“¿Qué pasa, huevones! ¡Que avancen estas mierdas! Y a este huevón -se dirige a un soldado- me lo pones en ese pasillo y al menor movimiento lo matas, ¡lo matas, entendiste, carajo!”.
El Estadio Chile se iba llenando rápidamente con prisioneros políticos.Primero 2.000, luego serían más de 5.000 Trabajadores heridos, ensangrentados, descalzos, con su ropa hecha jirones, bestialmente golpeados y humillados. El golpe fascista tuvo allí, como en odas partes, una bestialidad jamás vista.
Las voces de los oficiales azuzando a los soldados a golpear, a patear, a humillar esta “escoria humana”, a la “cloaca marxista”, como lo espetan.
Hasta hoy día la gente nos pregunta si los miles de prisioneros del Estadio presenciaron estas torturas a Víctor y la respuesta es que sólo unos pocos, sus compañeros de la UTE y los más cercanos, ya que el destino y la vida de cada uno estaba en juego y, además, el Estadio Chile era un multiescenario del horror, de la bestialidad más despiadada. Allíarriba un oficial le cortaba la oreja con un corvo a un estudiante peruano, acusándolo por su piel morena de ser cubano. Un niño de 14 años enloquecía y el soldado le descargaba su arma. De pronto un soldadotropieza en las graderías con el pie de un obrero viejo y “El Príncipe”, que así se hacía llamar el oficial a cargo, desde lo alto de los reflectores que nos enceguecían le ordena que lo golpee y el soldado toma el fusil porsu cañón y quiebra su culata en la cabeza del trabajador que se desangra hasta morir.Víctor, herido, ensangrentado, permanece bajo custodia en uno de los pasillos del Estadio Chile. Sentado en el suelo de cemento con prohibición de moverse. Allí, en ese mismo Estadio que lo aclamó en una noche del año 69 cuando gana el Primer Festival de la Nueva CanciónChilena, con su “Plegaria de un Labrador”.
Allí es obligado a permanecer la noche del miércoles 12 y parte del jueves 13, sin ingerir alimento alguno, ni siquiera agua.Tiene varias costillas rotas, uno de sus ojos casi reventado, su cabeza y rostro ensangrentados y hematomas en todo su cuerpo. Y estando allí, es exhibido como trofeo por elPríncipe ante las delegaciones de oficiales de otras ramas castrenses, y cada uno de ellos hace escarnio del cantor.
La tarde del jueves se produce un revuelo en el Estadio. Llegan buses de la Población La Legua. Se habla de enfrentamiento. Y bajan de los busesmuchos presos, heridos y también muchos muertos. A raíz de este revuelo, se olvidan un poco de Víctor. Los soldados fueron requeridos a la entrada del Estadio.
Entonces, aprovechamos de arrastrar a Víctor hasta las graderías. Le damos agua. Le limpiamos el rostro. Eludiendo la vigilancia de los reflectores y las “punto 50”, nos damos a la tarea de cambiar un poco el aspecto de Víctor. Queremos disfrazar su estampa conocida. Que pase a ser uno más entre los miles. Un viejo carpintero de la UTE le regala su chaquetón azul para cubrir su camisa campesina. Con un cortauñas lecortamos un poco su pelo ensortijado. Y cuando nos ordenan confeccionar listas de los presos para el traslado al Estadio Nacional, también disfrazamos su nombre y le inscribim os con su nombre completo: Víctor Lidio Jara Martínez.
Pensábamos, con angustia, que si llegábamos con Víctor al Nacional, y escapábamos de la bestialidad fascista del Chile, podríamos, tal vez, salvar su vida.Un estudiante nuestro ubica a un soldado conocido, le pide algo de alimento para Víctor. El soldado se excusa, dice que no tiene, pero más tarde aparece con un huevo crudo, lo único que pudo conseguir y Víctortoma el huevo y lo perfora con un fósforo en los dos extremos y comienza a chuparlo y nos dice, recuperando un tanto su risa y su alegría, “en mi tierrade Lonquén, así comíamos los huevos”.
Y duerme con nosotros la noche del jueves, entre el calor de sus compañeros de infortunio y, entonces, le preguntamos qué haría él, un cantor popular, un artista comprometido, un militante revolucionario, ahora en dictadura, y su rostro se ensombrece previendo quizás la muerte.
Hace recuerdos de su compañera, Joan, de Amanda y Manuela, sus hijas, y del Presidente Allende, muerto en La Moneda; de su amado pueblo, de su partido y de sus compañeros artistas. Su humanidad se desborda aquella noche de septiembre.
El viernes 14 estamos listos para partir al Nacional.Los fascistas parecen olvidarse de Víctor. Nos hacen formar para subir a unos buses, manos en alto y saltando. En el último minuto, una balacera nos>vuelve a las graderías. Y llegamos al fatídico sábado 15 de septiembre de 1973. Cerca del mediodía tenemos noticias de que saldrán en libertad algunos compañeros. Frenéticos, empezamos a escribirles a nuestras esposas, a nuestras madres, diciéndoles solamente que estábamos vivos. Víctor sentado entre nosotros me pide lápiz y papel. Yo le alcanzo mi libreta, cuyas tapas aún conservo. Y Víctor comienza a escribir, pensamos en una carta a Joan su compañera.
Y escribe, escribe, con el apremio del p resentimiento. De improviso, dos soldados lo toman y lo arrastran violentamente hasta una de las casetas detransmisión y por ello lo seguimos viendo.
El oficial llamado el Príncipe tenía visitas, oficiales de Marina. Y desde lejos vemos cómo uno de ellos comienza a insultar a Víctor, le grita histérico y le da golpes de puño. La tranquilidad que emana de losojos de Víctor descompone a sus cancerberos. Los soldados reciben orden de golpearlo y comienzan con furia a descargar las culatas de sus fusiles en el cuerpo de Víctor. Dos veces alcanza a levantarse Víctor, herido,ensangrentado. Luego, no vuelve a levantarse. Es la última vez que vemos con vida a nuestro querido trovador. Sus ojos se posan por última vezsobre todo aquel pueblo mancillado.
Aquella tarde, nos trasladan al Estadio Nacional y al salir al foyer del Estadio Chile vemos un espectáculo dantesco. Cincuenta cuerpos sin vida están botados allí y entre ell os, junto a Litré Quiroga, Director de Prisiones del Gobierno Popular, también asesinado, elcuerpo inerte perforado a balazos de nuestro querido Víctor Jara.La brutalidad fascista había concluido su criminal faena. Era la tarde el sábado 15 de septiembre.
Al día siguiente su cuerpo sería arrojado cerca del Cementerio Metropolitano.
Aquella noche, entre golpes y culatazos, ingresamos al Estadio Nacional. Y nuestras lágrimas de hombres quedaron en reguero, recordando tu canto, amado Víctor, Víctor del Pueblo.Esa misma noche y al buscar una hoja para escribir, me encontré en mi libreta, no con una carta, sino con los últimos versos de Víctor, que escribió unas horas antes de morir y que él mismo tituló “Estadio Chile”.Inmediatamente acordamos guardar este poema. Un zapatero abrió la suela de mi zapato y allí escondió las dos hojas del poema; antes yo hice dos copias de él, y junto al ex senador Ernesto Araneda, tambiénpreso, se las entregamos a un estudiante y a un médico que salían en libertad.
Sin embargo, el joven es revisado en la puerta de salida y le descubren los versos de Víctor y bajo tortura obtienen el origen del poema, llegan a mí y me llevan al velódromo, transformado en recinto de interrogatorios.Me entregan a la FACH y, tan pronto me arrojan a la pieza de tortura, el oficial me ordena sacarme el zapato donde oculto los versos. “¡Ese zapato cabrón!”, grita. Su brutalidad se me viene encima.Golpea el zapato hasta hacer salir las hojas escritas. Mi suerte estaba echada. Y comienzan las torturas destinadas a saber si existían más copias del poema.
¿Por qué a los fascistas les interesaba tanto el poema? Porque a cinco días del golpe en Chile, el mundo entero, estremecido, alzaba la voz levantando las figuras de Salvador Allende y Víctor Jara y, en consecuencia,sus versos de denuncia había que sepultarlos.
Entonces, se trataba de aguantar el dolor de la tortura. Yo sabía que cada minuto que soportara las flagelaciones, era el tiempo necesario para que elpoema de Víctor atravesara las barreras del fascismo.
Y, con orgullo, debo decir que los torturadores no lograron lo que querían.
Una de las copias atravesó las alambradas y voló a la libertad