He logrado reunir fragmentos de sendos artículos publicados
en elhabanerochekeré para rendir homenaje a La Habana. Advierto que, ahora en
su 494 aniversario, realmente no he podido desandarla como quisiera, pero no
hace falta. La Habana tiene esa característica de ciudad viva que entra dentro
de la piel y se adhiere como parte inseparable de sus visitantes o residentes. Uno
de los textos fue escrito el martes 22 de febrero de 2011. El
plan para levantar La Habana y otros cuentos..., de afuera. Fue una respuesta contra los que pretenden
tergiversar nuestra realidad, el sentido de la lucha y resistencia de nuestro pueblo, frente a bloqueos imperialistas y agresiones de mercenarios.
Escribía: “Quienes han tenido el privilegio de ver La Habana, en la
mañana, no podrán evitar esa imagen de frescura que corre entre la ciudad que
se despierta temprano, en el bullicio madrugador de quienes regresan del trabajo
o van hacia la nueva jornada laboral, las escuelas y los centros hospitalarios.
La ciudad, como en cualquier lugar del país, comienza su agitada vida entre los
que se esfuerzan por subir al ómnibus, se quejan de los precios en el mercado
agropecuario o se disponen a buscar un espacio para el recreo, los ejercicios y
otros asuntos cotidianos”.
El otro texto, redactado el 8 de agosto de 2010, Hace
calor en la Habana , intentaba describir un poco más, con esa nostalgia que
a veces nos embriaga, para decir que La
Habana todos los días es una ciudad distinta. Lo que marca la diferencia es la
temperatura ambiente. Si en la madrugada llovió, entonces se puede observar la
humedad dibujando islas y continentes en las paredes de las fachadas de las
casas y los edificios. El tema del día, por supuesto, girará en torno a la
lluvia y su relación con los problemas de la agricultura que impiden hacer
llegar los precios más bajos a los agromercados.
La Habana es una ciudad con muchos rostros en los cuales se refleja esta urbe y cada habitante, tiene en su interior una Habana propia que cambia de acuerdo con la temperatura ambiente.
Por eso, en la mañana, después de la lluvia, puedes ver a las personas aglomeradas en las paradas de los ómnibus o en las colas de cualquier lugar donde venden (o se corrió la bola de que sacarán algo a la venta) cosas que no se pueden comprar después.
Cada atardecer tiene un ocaso diferente para las distintas barriadas habaneras. Por ejemplo, en la zona de los litorales de Miramar (Playa) son hermosos y solitarios; en cualquier punto del Nuevo Vedado, pueden resultar exclusivos; folklóricos o populares en la parte colonial de la ciudad (Habana Vieja) y así sucesivamente; pero todos tienen que ver con la temperatura ambiente.
La temperatura ambiente resulta determinante para los habaneros, incluso hasta el punto de converger, cientos de capitalinos, en el amplio balcón costero llamado malecón. (...) Pero esta convergencia se debe a la temperatura externa y la imposibilidad de combatir el calor con los equipos tecnológicos imprescindibles para un clima como el nuestro: sofocante.
(…)
No creo que exista una ciudad más temperamental que La
Habana, capaz de sonreír en medio de la más grande tristeza, de las peores
dificultades materiales que laceran la economía doméstica de sus habitantes,
debido a un absurdo bloqueo impuesto por el gobierno de los Estados Unidos,
hace casi medio siglo. La presencia de dos monedas oficiales: una con un gran
poder adquisitivo (dentro de la Isla) y otra, la de los salarios cobrados por
la mayoría, que no representa nada; provoca también cambios de temperatura en
los que no pueden dejar algo para combatir el calor con un refrigerio capaz de
absorber de un golpe un salario medio; por suerte, es solo un ligero aumento de
la temperatura corporal y nada más.
(…)
Concluía:
“Despertar
en La Habana, en Cuba, tiene su encanto. Al menos eso puede sentirse hasta que
cae la noche. Siempre ocurre algo nuevo, después de aquel magnifico despertar
el Primero de Enero de 1959. Siempre ocurre algo nuevo”.
Para mi Habana, este fragmento de mi poema: Alas de mariposa nocturna. Es mi homenaje a la ciudad. También la foto de una pintura de mi amigo Vicente Bonachea, el amigo marienense de la infancia, cuyos restos permanecen en un pequeño jardín detrás de las paredes del Convento de San Francisco de Asis.
Para mi Habana, este fragmento de mi poema: Alas de mariposa nocturna. Es mi homenaje a la ciudad. También la foto de una pintura de mi amigo Vicente Bonachea, el amigo marienense de la infancia, cuyos restos permanecen en un pequeño jardín detrás de las paredes del Convento de San Francisco de Asis.
Alas de mariposa nocturna
Te
han crecido alas,
quizá
las más hermosas alas
y
te he visto cruzar el cielo nocturno
(…)
y
he sentido la respiración nerviosa de los insectos ciegos,
el
susurro del viento entre los naranjos,
el
golpe de las olas en la roca,
el
roce misterioso del tiempo sobre los huesos de los muertos,
de
los que reposan, (...) en sus tumbas,
(…)
cruzas
despacio, siento tu olor, de hembra madura,
tu
olor perpetuo, primero, después tus manos y tu cuerpo.
cruzas
sobre mi cielo apagado, en silencio,
y
presiento que llegas, desnuda de tus alas,
desnuda,
sin
alas,
despacio,
en
silencio,
te
escurres,
bajo
mi piel,
sin
mis alas,
sin
alas.
(17
de febrero de 2011).