martes, 22 de febrero de 2011

El plan para levantar La Habana y otros cuentos..., de afuera







Raúl San Miguel

Fotos: Roberto Suárez

Quienes han tenido el privilegio de ver La Habana, en la mañana, no podrán evitar esa imagen de frescura que corre entre la ciudad que se despierta temprano en el bullicio madrugador de quienes regresan del trabajo o van hacia la nueva jornada laboral, las escuelas y los centros hospitalarios. La ciudad, como en cualquier lugar del país, comienza su agitada vida entre los que se esfuerzan por subir al ómnibus, se quejan de los precios en el mercado agropecuario o se disponen a buscar un espacio para el recreo, los ejercicios y otros asuntos cotidianos.

A solo 90 millas, como todos los días, se fraguan nuevos planes de agresión contra Cuba. Dentro del país, los grupúsculos o “jabiteros (reciben la cuota de alimentos y dinero de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, SINA), preparan un “levantamiento” para la desobediencia civil. Sueñan que podrán hacerlo. Ni siquiera tienen en cuenta la propia idiosincrasia que nos caracteriza, se han convertido (mercenarios a fin de cuentas) en extranjeros en su propia tierra, verdaderos parias que han perdido su identidad. ¿Acaso pensarán en “inglé como vitomanué”?, como le gustaba decir a una amiga argentina, Nora Salas que se convirtió en ciudadana cubana por derecho propio durante su visita a nuestro país.



Lo cierto es que la amenaza velada ha sido parte de la conjura. El propósito de realizar el “levantamiento” tendrá el apoyo del gobierno de los Estados Unidos y de la Unión Europea. En algunas ciudades de estos países marcharán parte de estos “opositores”. Pero La Habana, Cuba, todo el país, está siempre despierto, vigilante, atento. Convivir con las presiones, las agresiones y las amenazas no son motivos para dejarnos arrastrar por la rutina, el temor, la desesperación.

Conocemos nuestras dificultades, problemas, aciertos. Discutimos, con o sin argumentos, cada una de las situaciones que enfrentamos, pero las discutimos, con criterio propio, no importado, menos impuesto por nadie que venga de afuera.




Despertar en La Habana, en Cuba, tiene su encanto. Al menos eso puede sentirse hasta que cae la noche. Siempre ocurre algo nuevo, después de aquel magnifico despertar el Primero de Enero de 1959. Siempre ocurre algo nuevo.

Lo de los jabiteros de “sabeninglé” forman parte de otros cuentos.

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