Raúl
San Miguel
“El río siempre pedía que lo visitaran después del
anochecer,
los campos necesitaban que alguien los recorriera
para poder expresarse en
susurros.”
Clarissa Pinkola
Óleo de Vicente Bonachea
El
primer sorbo tenía el sabor del jazmín, pero no reparó en ese detalle o mejor
no quiso detenerse y continuó absorbiendo el néctar que variaba según avanzaba
en la geografía de la hembra tendida sobre la hierba. En realidad aquella piel,
limpia y húmeda, expedía el sabor de la tierra recién alimentada por la lluvia.
Se detuvo. Fue entonces que comprendió. Había degustado una sustancia des-conocida
y se tendió olfateando en el aire, pero no encontró la respuesta. La inquietud
se extendió en derredor como un eclipse de mar. Buscó en su memoria algún
resquicio para describir la inquietante fragancia que le invadía despertando
recuerdos ignotos, desconocidos de otras vidas.
Permaneció
agazapado hasta que el plenilunio irrumpió en el silencio y develó el secreto
profundo inesperado. Lanzó su voz de reclamo al viento nocturno y las montañas
lo replicaron.
RSM.
Nota: Con permiso de C.P, por tomar su dedicatoria:
“para
todos los que amo
que continúan desaparecidos”.
C.P.