“(…) oteando
el horizonte
como un
animal que acecha,
(…)” RSM
El hambre es mala consejera. El pez miró de soslayo el
fragmento de olorosa carne y cruzó hasta colocarse bajo el bote. Permaneció
allí durante varios minutos antes de atravesar como una saeta la distancia que
le separaba del alimento sostenido por el anzuelo. Por un momento su cuerpo
estremecido se expuso fuera del agua. Observó sorprendido a los hombres y emprendió una larga escapada
que tiró del cordel varios metros bajo la superficie. De momento, el instinto
de conservación le llevó a realizar la maniobra aprendida durante años: aflojó
cuanto pudo la cuerda hasta convertirla en un péndulo justo en el medio de la
quilla. Así estuvo, durante media hora o tal vez un poco más para esgrimir su
ataque minutos antes de la muerte, su muerte. Una vez más tensó la cuerda,
sujeta a una de las vitas del bote, y volvió a emerger como un brillo de rabia
azul sobre las aguas. Uno de los hombres, sangrando las manos, recogió hasta
acortar la distancia y pegar su cabeza junto a la borda. Los ojos profundos, la
mirada retadora…
(…)
RSM.
“¿lo amado?
y lo manso,
sumergirlo en frío,
perpetuo,
sin deshielo de cometas,
condenado,
vivirlo en la oscuridad sempiterna
que le convierte, en juez y, en tanto,
es quien asesina lo bello,”
y lo manso,
sumergirlo en frío,
perpetuo,
sin deshielo de cometas,
condenado,
vivirlo en la oscuridad sempiterna
que le convierte, en juez y, en tanto,
es quien asesina lo bello,”
RSM