Raúl San Miguel
“yo te desnudaba para ver cómo era el mar
y el mar se enredaba en mis deseos de volar”
Víctor Heredia
Fotos tomadas de la Internet (pinturas de Vicente Bonachea)
El hombre se detuvo frente a la puerta por donde emergía
la voz melodiosa de un cantante de boleros. Sin pedir permiso tomó un lugar en
el descanso y, sentado, comenzó a llorar, mientras sus manos dibujaban el
retrato, supongo, de un perdido amor.
Profunda su historia, exponía en rostro ajeno, sobre la
piel agrietada por el tiempo. Remanso en sus manos, desgranaba recuerdos, que atrapaban
el aire intentando retener contra su pecho, en su agonía deshecho. Tanta
impresión me causó que estuve a punto, casi de hablarle, más no fue prudente
molestarle, ¿cómo pretender ignorarle a quien mostraba fecundo dolor? ¿Quizá fue
la historia de un amor, interrumpido en su esencia, a quien llora -en mi
presencia-, su etérea incontinencia, por un bolero en tenor?
Y el hombre, alzó su frente, gritó en silencio al espectro evocado, algo que jamás había esperado sobre
la más intensa añoranza, de pie su cuerpo entero en alianza, cantó la copla en confianza y el bolero,
se hundió más dentro de su pecho como un velero en lontananza y ¿la sangre...? no fue roja, sino cristalina, mucho más clara y sincera
que un diamante, vi de sus ojos, colgante, aún pendiente el perfil de su amada,
tomó rumbo en la calzada, paso a paso su figura, dejó una sombreada amargura,
mientras entonaba dispuesto, a confiar su pena al viento aunque nadie
le escuchara, cómo se desangraba llanto a llanto en un bolero.
Nota: La imágenes que describo, del hombre desconocido, son reales. Las vi con mis ojos. Fue estremecedoramente increíble. Realmente me confieso impresionado.
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