Raúl
San Miguel
“(…)
Puedo ver
los interiores del silencio
Y la
soledad” RSM.
Fotos
tomadas de Yahoo.es
Ilustración SAMUEL
Entre
los enigmas visibles e indescifrables aun para los avances
científico-tecnológicos, los misterios como el Área 51 (de los Estados Unidos),
los ocultamientos de información pública y cooperación subversiva entre muchos
gobiernos, el mundo continúa ofreciendo imágenes a través de las redes sociales
en cuanto a la relación de los seres humanos y las especies que evolucionaron
dentro del ciclo líquido vital y aún permanecen allí.
Ahora
exhiben una nueva moda donde los famosos prefieren desnudarse y posar junto a
los peces para exponer la referencia de sus cuerpos. Por supuesto, cada cual en
su medio y en cuanto a “nadar fuera del agua” para los humanos resulta muy
fácil.
Si verdaderamente
queremos proteger a esas especies ¿por qué vertimos tanta porquería en los
océanos y para qué traerlos fuera del agua, su medio natural de vida, con el
propósito de hacer tales secuencias fotográficas?
En
cuanto al título que empleo, es una referencia a los pulpos. Se ha demostrado
que son muy inteligentes, quizá más que nuestra propia especie; tal vez, por sus
características físicas sean el resultado de las expediciones que se realizaron
a la tierra desde otras estrellas en el espacio.
Buena jornada para los cibernautas de este blog. Y les regalo este relato. Espero lo
disfruten.
No
creas todo lo que ves (reeditado)
Una
razón ¿de más,
que no estaba incluida en siete
razones capitales…?,
lo juro.
(RSM)
Frente
al edificio el encargado conversa animadamente con una de las inquilinas. El
tema del agua se comparte por igual en cualquier lugar del país, la sequía y
los cambios climáticos mantienen en jaque a las tres cuartas partes del mundo.
Me detuve (intercambio de saludos) ella dice: quizá el periodista pueda hablar
del asunto, a propósito, ¿dicen que cortarán el servicio durante dos días? “No
lo sé”, respondo y me despido justo cuando sale la muchacha de los bajos: no
camina, más bien flota y detrás de ella se arremolinan las miradas como
atrapadas por la gravedad en un agujero negro.
“¿Vas a coger la guagua frente al hospital Emergencia?”, dice. ¿Me
habló? — Sí…, claro, respondo y, por
supuesto, trato de ser amable, delicado y sobre todo me esfuerzo por mirar
hacia un punto cualquiera en la esquina, vamos en esa dirección. Detrás el
encargado y la vecina sonríen, lo sé, no debo mirar para saberlo, aunque podría
escuchar sus pensamientos si no fuera porque inicio una caminata acompañado por
una extraterrestre (de esta forma me ahorro una descripción física de la joven),
si tengo en cuenta que los chóferes casi detienen sus vehículos como si la
avenida estuviese llena de alcayatas. “B u u e e e n o ooos d í a a a assss”,
dice el señor de la esquina, al que le dejo el periódico porque dice ser fan de
mis comentarios. En realidad, casi siempre, me dice: “Buenos días, socio” y
sigue su plática con cualquiera de las personas que esperan la apertura de la
Caja de Cambios frente a su casa. — Buenos días, Moré, respondo y continúo. Sé
que si vuelvo la vista estará sonriendo. No requiero volverme para advertirlo,
con el saludo me dijo lo que piensa. ¿Cuánto falta para llegar hasta la parada
del ómnibus? Camino, estoy a casi unos metros de un grupo de pintores de
fachadas en la avenida, se hacen a un lado (para ver mejor) tal como lo hace la
guardia presidencial, pero sin marcialidad. Si miro hacia atrás, hasta mis
nalgas nunca hubiesen estado más expuestas. Lo sé porque el tipo de un auto
hizo una seña (al grupo de pintores) como si se hubiese ponchado un neumático.
Camino. Estoy a punto de doblar la
esquina que siempre tomo para acortar el camino, pero no es su ruta, ella me lo
hace entender al casi torcer hacia donde camino, sin embargo, sonríe (ella no
ha dejado de hacerlo) y ¿me obliga? a seguir su derrotero. Faltan tres cuadras.
Casi llego. Durante todo el tiempo hemos hablado, cosas intrascendentes, es
lógico. A fin de cuentas caminábamos y de algo tendríamos que hablar. Para mi
resultó una experiencia difícil, en extremo. Ella responde lo que me pregunto,
cosas intrascendentes (reitero), y dice que no le gusta leer nada de política,
prefiere los temas actuales, relacionados con la juventud, con el VIH, algo de
lo que pueda sacar una enseñanza. Es obvio, es una persona joven, apenas salida
de la adolescencia, por supuesto que marca la distancia con su referencia
(directa) al tema de los jóvenes. Claro no soy ya joven (sonreí, yo era, ahora,
quien sonreía, como si nunca lo hubiese hecho en toda mi vida) ¡¿Un momento?! Había
mencionado dos cosas: solo había leído de política el libro que relata los
sucesos del crimen de Barbados, la entiendo. Ahora lo del VIH, ¿fue un desliz?,
sugería que no le gustaba la promiscuidad, sabe la necesidad de mantener el
sexo protegido, sabe, no es necesario que la enseñen, quiere leer todo lo
relacionado con el tema (pienso que ella piensa: ¿acaso escribes de este
asunto?), pienso (valga la redundancia) que fue la introducción a un contenido
en el cual se podría argumentar cuestiones relacionadas con la intimidad en la
pareja, pero (faltan solo unos metros para llegar a la parada del ómnibus y me
siento abrumado por las miradas que sé, llueven sobre nosotros) además ella es
joven ¿qué puedo decir: que escribo de todo, incluso del VIH, para lucirme,
hacerme el bárbaro…? “¿Qué ruta coges (ya coincidimos una vez en la parada y me
recuerda que trabaja en una cafetería de la Terminal de Ómnibus Nacionales)?” —
Me sirve cualquiera ¿cualquiera?, — respondo. “A mí también, ¿Tú trabajas
cerca, verdad?” — Sí, cerca de la Terminal, donde están casi todas las editoras
de periódicos nacionales y algunas provinciales.
Llega la guagua, ella hace por
sacar el menudo, le hago un gesto, lo entiende y detiene la acción de abrir su
monedero. El chofer la mira, lo hace como si tratase de evitar que la muchacha
cayera al subir los escalones, la acompaña por el retrovisor, ¡está a salvo!,
pensaría y, sonríe, lo sé, no tengo que mirar atrás para saberlo.
RSM.
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