viernes, 13 de febrero de 2015

¡¿Nos comemos a los extraterrestres?!





 

Raúl San Miguel




“(…)
Puedo ver los interiores del silencio
Y la soledad” RSM.

Fotos tomadas de Yahoo.es
Ilustración SAMUEL

Entre los enigmas visibles e indescifrables aun para los avances científico-tecnológicos, los misterios como el Área 51 (de los Estados Unidos), los ocultamientos de información pública y cooperación subversiva entre muchos gobiernos, el mundo continúa ofreciendo imágenes a través de las redes sociales en cuanto a la relación de los seres humanos y las especies que evolucionaron dentro del ciclo líquido vital y aún permanecen allí.
Ahora exhiben una nueva moda donde los famosos prefieren desnudarse y posar junto a los peces para exponer la referencia de sus cuerpos. Por supuesto, cada cual en su medio y en cuanto a “nadar fuera del agua” para los humanos resulta muy fácil.
Si verdaderamente queremos proteger a esas especies ¿por qué vertimos tanta porquería en los océanos y para qué traerlos fuera del agua, su medio natural de vida, con el propósito de hacer tales secuencias fotográficas?


En cuanto al título que empleo, es una referencia a los pulpos. Se ha demostrado que son muy inteligentes, quizá más que nuestra propia especie; tal vez, por sus características físicas sean el resultado de las expediciones que se realizaron a la tierra desde otras estrellas en el espacio.
Buena jornada para los cibernautas de este blog. Y les regalo este relato. Espero lo disfruten.



No creas todo lo que ves  (reeditado)

 Una razón ¿de más,
que no estaba incluida en siete razones capitales…?,
 lo juro.
(RSM)

Frente al edificio el encargado conversa animadamente con una de las inquilinas. El tema del agua se comparte por igual en cualquier lugar del país, la sequía y los cambios climáticos mantienen en jaque a las tres cuartas partes del mundo. Me detuve (intercambio de saludos) ella dice: quizá el periodista pueda hablar del asunto, a propósito, ¿dicen que cortarán el servicio durante dos días? “No lo sé”, respondo y me despido justo cuando sale la muchacha de los bajos: no camina, más bien flota y detrás de ella se arremolinan las miradas como atrapadas por la gravedad en un agujero negro.  “¿Vas a coger la guagua frente al hospital Emergencia?”, dice. ¿Me habló? —  Sí…, claro, respondo y, por supuesto, trato de ser amable, delicado y sobre todo me esfuerzo por mirar hacia un punto cualquiera en la esquina, vamos en esa dirección. Detrás el encargado y la vecina sonríen, lo sé, no debo mirar para saberlo, aunque podría escuchar sus pensamientos si no fuera porque inicio una caminata acompañado por una extraterrestre (de esta forma me ahorro una descripción física de la joven), si tengo en cuenta que los chóferes casi detienen sus vehículos como si la avenida estuviese llena de alcayatas. “B u u e e e n o ooos d í a a a assss”, dice el señor de la esquina, al que le dejo el periódico porque dice ser fan de mis comentarios. En realidad, casi siempre, me dice: “Buenos días, socio” y sigue su plática con cualquiera de las personas que esperan la apertura de la Caja de Cambios frente a su casa. — Buenos días, Moré, respondo y continúo. Sé que si vuelvo la vista estará sonriendo. No requiero volverme para advertirlo, con el saludo me dijo lo que piensa. ¿Cuánto falta para llegar hasta la parada del ómnibus? Camino, estoy a casi unos metros de un grupo de pintores de fachadas en la avenida, se hacen a un lado (para ver mejor) tal como lo hace la guardia presidencial, pero sin marcialidad. Si miro hacia atrás, hasta mis nalgas nunca hubiesen estado más expuestas. Lo sé porque el tipo de un auto hizo una seña (al grupo de pintores) como si se hubiese ponchado un neumático. Camino.  Estoy a punto de doblar la esquina que siempre tomo para acortar el camino, pero no es su ruta, ella me lo hace entender al casi torcer hacia donde camino, sin embargo, sonríe (ella no ha dejado de hacerlo) y ¿me obliga? a seguir su derrotero. Faltan tres cuadras. Casi llego. Durante todo el tiempo hemos hablado, cosas intrascendentes, es lógico. A fin de cuentas caminábamos y de algo tendríamos que hablar. Para mi resultó una experiencia difícil, en extremo. Ella responde lo que me pregunto, cosas intrascendentes (reitero), y dice que no le gusta leer nada de política, prefiere los temas actuales, relacionados con la juventud, con el VIH, algo de lo que pueda sacar una enseñanza. Es obvio, es una persona joven, apenas salida de la adolescencia, por supuesto que marca la distancia con su referencia (directa) al tema de los jóvenes. Claro no soy ya joven (sonreí, yo era, ahora, quien sonreía, como si nunca lo hubiese hecho en toda mi vida) ¡¿Un momento?! Había mencionado dos cosas: solo había leído de política el libro que relata los sucesos del crimen de Barbados, la entiendo. Ahora lo del VIH, ¿fue un desliz?, sugería que no le gustaba la promiscuidad, sabe la necesidad de mantener el sexo protegido, sabe, no es necesario que la enseñen, quiere leer todo lo relacionado con el tema (pienso que ella piensa: ¿acaso escribes de este asunto?), pienso (valga la redundancia) que fue la introducción a un contenido en el cual se podría argumentar cuestiones relacionadas con la intimidad en la pareja, pero (faltan solo unos metros para llegar a la parada del ómnibus y me siento abrumado por las miradas que sé, llueven sobre nosotros) además ella es joven ¿qué puedo decir: que escribo de todo, incluso del VIH, para lucirme, hacerme el bárbaro…? “¿Qué ruta coges (ya coincidimos una vez en la parada y me recuerda que trabaja en una cafetería de la Terminal de Ómnibus Nacionales)?” — Me sirve cualquiera ¿cualquiera?, — respondo. “A mí también, ¿Tú trabajas cerca, verdad?” — Sí, cerca de la Terminal, donde están casi todas las editoras de periódicos nacionales y algunas provinciales. 
Llega la guagua, ella hace por sacar el menudo, le hago un gesto, lo entiende y detiene la acción de abrir su monedero. El chofer la mira, lo hace como si tratase de evitar que la muchacha cayera al subir los escalones, la acompaña por el retrovisor, ¡está a salvo!, pensaría y, sonríe, lo sé, no tengo que mirar atrás para saberlo. 

RSM.




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