viernes, 13 de febrero de 2015

Los límites de La Habana




Raúl San Miguel

Ilustración SAMUEL
Foto, de fondo, tomada de la Internet 
José Martí.

Óleo de Vicente Bonachea




“Los hombres políticos de estos tiempos han de tener dos épocas:
la una, de derrumbe valeroso de la innecesario;
la otra, de elaboración paciente de la sociedad futura
con los residuos del derrumbe”. José Martí

No es la primera vez que choco contra ese muro de la subjetividad que llamamos límite, sobre todo cuando tal obstáculo es impuesto por sujetos devenidos decisores por determinadas circunstancias y actúan como si vivieran en el Olimpo homérico al establecer fronteras al uso de la información relacionada con La Habana en los diferentes órganos de prensa.
A estos individuos no les corresponde, como en la mayoría de los casos, tampoco entienden de perfiles editoriales, ni de la especialidad comunicacional aprendida por los profesionales de la prensa. “Pueden” decidir, tras un buró, y eso les basta. Miran lo publicado en el periódico y deciden pautas, a partir de conceptos que no aparecen en ninguna ley de prensa, porque esta regulación no existe. Es una cuenta pendiente en el periodismo cubano en la Isla.
Geográficamente los límites de La Habana están determinados; sin embargo, lo que ocurre en la capital (grandes acontecimientos) solo es de incumbencia de los órganos nacionales, por disposición unitaria de quien puede levantar el auricular de un teléfono y crear una pequeña tormenta en la redacción de un órgano de esa provincia.
Esto me recuerda, acontecimientos recientes en los cuales retomar una información (existe una gran diferencia con la noticia) publicada por un diario nacional tres meses antes, se convierte en sacrilegio por obra y gracia de un concepto de secretismo, bajo el síndrome del misterio (yo diría inoperancia, por no decir ignorancia u otro término para definir a estos sujetos dotados de la potestad de decidir) cuando el periodista o el fotorreportero, pretende cumplir su trabajo, dentro del perfil editorial de la publicación para la cual labora y los intereses de la agenda pública, sin contraponerse a los designios de la agenda política.
Esta vez, debo retomar el texto, relacionado con el discurso del Primer Secretario del Partido y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, General de Ejército Raúl Castro Ruz, en uno de sus discursos, que ilustran lo que pienso. Hace falta. Reconozco que el periodismo siempre ha sido una fusta (cuando se emplea con la razón y al servicio de la verdad) contra todo lo oscuro que impida ver la luz, esclarecer, informar, sugerir, polemizar…
Esas llamadas exuberantes de poder, resultan arcaicas y molestas porque nos obligan a pensar (en qué lado del deber, como diría José Martí) se colocan estos decisores, estas personas dotadas del poder que les confía el pueblo para ocupar un cargo importante en la Asamblea del Poder Popular. El pueblo es quien elige. Estos individuos deben acabar de entender que no son patricios, sino representantes de esos intereses de la mayoría. No son propietarios de la información pública, de la misma forma que la prensa (los periodistas) no pueden develar determinada información sensible a la defensa y la seguridad del país. Pero es absurdo, ocultar lo que es público y sobre todo el derecho de la gente a obtener información al respecto en cuanto a lo ocurrido en su territorio.
En más de un cuarto de siglo de ejercicio profesional me he encontrado estos dinosaurios que se escudan en factores objetivos como la presión ejercida por las agresiones  y el bloqueo de Estados Unidos contra nuestro país, durante más de cinco décadas. También utilizan como escudo, lamentablemente, una tergiversación de las orientaciones políticas como si desconocieran que, precisamente el debate público generado previo al VI Congreso del Partido, posibilitó perfeccionar, ahondar y sugerir nuevas cuestiones que podrían estar fuera de los Lineamientos discutidos y aprobados, proceso que no excluyó a la prensa, mucho menos el trabajo de los periodistas.
De manera que los límites de las informaciones que interesan a la población de La Habana, muchas veces, son determinadas por estas personas en cargos de administración pública y muy lejos de ser garantes de este servicio al cual deben ofrecer acceso. Es una obligación y un deber. No una súplica de la prensa.
¿Cómo pretender decidir cuándo, en qué momento, resulta conveniente la hora cero para publicar una información relacionada con una obra pública, de interés público, del patrimonio nacional que, por demás, se ejecuta –con un nuevo propósito, también público-  frente a los ojos de la ciudad?
De ningún modo se puede esgrimir, como razonamiento, la justificación empleada por directivos de empresas, administraciones y organismos del nivel provincial (al que hago referencia) para no ofrecer la información solicitada por la prensa, porque los directivos se toman el derecho de decidir cuándo ofrecer esa información y lo peor, cuándo y cómo publicarla. Mucho menos acepto que se pretenda hacer creer la “aparición” de periodistas en esas oficinas sin previo aviso (no soy absoluto), pero mis colegas observan un código de ética que ha devenido herramienta moral para continuar su labor.
Los periodistas buscan hacer su trabajo. Los límites de la información, o sea su repercusión social son determinados por los intereses de la población que los demanda. Disponer de un poder que permita crear una tormenta dentro de una redacción es inaceptable, precisamente cuando enfrentamos la peor de las batallas como diría nuestro Apóstol,  a pensamiento, y se precisa de hombres y mujeres capaces para esta batalla de ideas en las cuales los espacios vacíos son ocupados de inmediato por quienes pretenden subvertir y confundir, al servicio del imperio que se dirige en Washington.
Es necesario estar bien claros en la función que nos corresponde en esta brutal batalla ideológica que ahora se recrudece a partir de la solicitud de la Casa Blanca para acelerar la presencia del gobierno norteamericano, con una representación diplomática dentro de la Isla.
Es importante estar bien claros, quienes deben tomar decisiones administrativas, que se precisa de inteligencia para entender el objeto de la prensa en un mundo globalizado y donde las tecnologías de la información, permiten buscar alternativas viables y de información no convencionales, pero siempre públicas: teléfonos celulares, y comunicación mediante la Internet. Los límites de La Habana no pueden estar dentro de la cabeza de personas que no puedan ver lo que ocurre e interesa a la gente saber en su derredor.

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http://www.cubadebate.cu/opinion/2012/01/29/discurso-de-raul-castro-en-la-primera-conferencia-nacional-del-pcc/#.VNr8hSz6jUc
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Citas: Fidel Castro Ruz e Ignacio Ramonet dialogan sobre la prensa en Cuba  (Fragmento)
 “Nosotros los poseemos, y usamos tales medios para educar, para desarrollar los conocimientos de los ciudadanos. Esos instrumentos desempeñan un papel en la Revolución, han creado conciencia, conceptos, valores, y eso que no los hemos empleado de forma óptima. Sabemos, sin embargo, lo que pueden, y conocemos lo que puede lograr la sociedad en conocimientos, cultura, calidad de vida y paz con el empleo social de esos medios”.

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