sábado, 16 de octubre de 2010

Michael Jackson que estás en los cielos

Raúl San Miguel

Fotos: Tomadas de la Internet

“Si pudiera tan solo hacer la décima parte del bien que hizo Michael Jackson a los demás, realmente haría la diferencia en este mundo…”, afirmó el joven y espectacular cantante canadiense Justin Bieber. Tal declaración me hizo evocar al Rey del Pop, en la antológica canción We Are The World (interpretada por 46 famosos) y mundialmente conocida como una acción de USA for Africa. Un tema que se convirtió en himno de esperanza para los más pobres, de todo el mundo, que pudieron escucharlo.
El extraordinario hecho-canción ocurrió en 1985 y reunió a celebridades como Lionel Richie , Stevie Wonder, Diana Ross, Tina Turner, Bob Dylan y Bruce Springsteen, entre otros con el propósito de recaudar fondos para ayudar a la población hambrienta de Etiopía y resultó uno de los sencillos más vendidos de la historia.
¿Por qué un famoso como M.J. se preocupaba tanto por algunos de los problemas que más afectaban al mundo? La respuesta a esta pregunta conduce a una de las aristas poco abordadas entre las “toneladas” de artículos publicados en relación con la vida del Rey del Pop. Sin embargo, considero que una sola palabra definiría este propósito de M.J. implícito en cada una de sus obras y que ofrecería la verdadera dimensión del desaparecido cantante. Me refiero al amor. El intenso amor por un mundo en el cual pudieran coexistir, pacíficamente, todos sus habitantes.
Por supuesto, alguien podría decir lo contrario apoyado en las cifras millonarias depositadas en los bancos y propiedades que hacían de M.J. un indiscutible, adinerado famoso y exitoso empresario. Pero también están ahí las estremecedoras imágenes de sus videos musicales y donde se advierte su posición contra la evitable incursión de los hombres en las guerras imperiales y la desproporcionada relación que divide al mundo entre ricos y pobres. Incluso, más. La visión (nada profética) de las consecuencias directas de la inconsecuente sobreexplotación de los recursos naturales (fundamentalmente en naciones del llamado Tercer Mundo), por las transnacionales convertidas en tumores malignos que enferman al planeta, destruyen sus grandes bosques y, en consecuencia, provocan la muerte de cientos de especies de la flora y la fauna; además de la contaminación de ríos y mares.



Cuando en marzo de 1991, M. J. publicó Dangerous, su octavo álbum de estudio, vendió siete millones de copias en Estados Unidos y 32 millones de copias a nivel mundial. El primer sencillo del álbum fue "Black or White", (evidentemente una denuncia al problema racial y xenofobo) y con el cual alcanzó el puesto número uno del Billboard Hot 100 y permaneció allí durante siete semanas consecutivas, con un éxito similar en otras partes del mundo. El segundo sencillo fue "Remember the Time", canción que se mantuvo durante ocho semanas entre los primeros cinco puestos del Billboard Hot 100, alcanzando como máxima posición el puesto número tres.
“Heal the World", el tercer sencillo de Dangerous, consiguió gran éxito en Europa, especialmente en el Reino Unio, donde vendió 450.000 copias y se mantuvo durante cinco semanas en el segundo puesto de las listas de éxitos.
Es por eso que la expresión del joven Justin Bieber _quien ya provocó el revuelo de sus fans con su película 3D, “Never say never…” (Nunca digas jamás)_, podría ser el principio de una mirada diferente a la responsabilidad que tenemos cada uno de los seres humanos con el resto de la humanidad.



En mi caso, por ejemplo y como periodista, no dudo la posibilidad del joven Justin Bieber, en cuanto lo que podría hacer (mucho bien) en beneficio de muchas personas en el mundo. Cuando escuché, esta afirmación, pensé en la forma valiente altruista y desinteresada en que se enfrentan jóvenes científicos y médicos cubanos para luchar por las vidas de decenas de niños que son atendidos en nuestras instalaciones hospitalarias especializadas en oncología.
He visto, en otros: los jóvenes pacientes, sus miradas de inocencia (me refiero a los más pequeños) y de tristeza en los que ya saben del dolor abierto de sus familias ante la irremediable pérdida de (ellos) sus hijos. Incluso, he sido protagonista del esfuerzo del Estado cubano para adquirir los medicamentos imprescindibles para estos pacientes y cómo les son negados (adquirirlos en mercados de empresas o filiales norteamericanas) por decisión del gobierno de los Estados Unidos.
Tal referencia no excluye el ejemplo de otros tantos miles de jóvenes, que en Cuba, admiraron y siguieron a M.J., y los que conservan sus discos (transmitidos como un legado de sus padres, de generación a generación); a pesar de las limitaciones para tenerlos debido a las consecuencias del criminal bloqueo impuesto hace casi medio siglo, por la Casa Blanca. Más aún, ni siquiera tuvieron la posibilidad de que el Rey del Pop nos visitara, debido a la posición mantenida (política exterior hacia Cuba) en todas las administraciones norteamericanas desde 1962 (fecha oficial de la decisión de romper las relaciones con la Mayor de las Antillas) hasta la fecha.
¿Qué hace tan especial el odio acérrimo de Washington a un país que ha compartido su solidaria esperanza de vida con muchísimos pueblos del mundo? ¿Por qué tal empeño en evitar el derecho a que los ciudadanos estadounidenses puedan viajar libremente a Cuba? ¿Por qué evitar el intercambio cultural y científico con una Isla que ha demostrado sus potenciales en estos campos del desarrollo humano? ¿Por qué han permitido que criminales como Orlando Bosh y Posada Carriles se jacten de haber destruido las vidas de 73 personas en un avión de Cubana de Aviación el 6 de octubre de 1976, sobre las costas de Barbados? ¿Por qué mantener prisioneros a Cinco jóvenes cubanos en cárceles norteamericanas por el delito de informar, a su país (víctima de crímenes terroristas) sobre los planes mercenarios que posibilitaron colocar, por ejemplo, bombas en centros turísticos de La Habana, y asesinar a jóvenes como el italiano Fabio Di Celmo, en el Hotel Copacabana?
Quizá, el presidente Barack Obama pudiera dar una respuesta. Ojala imite la expresión del joven Justin Bieber, en relación con el Rey del Pop, y decida poner fin a todas las injusticias que han cometido las administraciones precedentes en nombre de Washington. Quizá sea bendecido por la memoria de nuestro Michael Jackson.

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