lunes, 10 de enero de 2011

Un niño que duerme en un parque y la teoría del caos




Raúl San Miguel

Foto: Nora Salas y tomadas de la Internet

“La soledad, el sentimiento y conocimiento de que uno está solo, excluido del mundo, no es una característica exclusivamente mexicana. Todos los hombres, en algún momento de sus vidas, se sienten solos. Y lo están. Vivir es separarse de lo que fuimos para acercarnos a lo que seremos en el futuro. La soledad es el hecho mas profundo de la condición humana”. (Octavio Paz).

“Un niño que carezca de protección estatal porque es abandonado a su suerte es como el aleteo de una mariposa en el otro lado del universo, provoca el peor de todos los cataclismos conocidos en el planeta: la destrucción de los valores que permiten al hombre tener conciencia de su verdadero destino en el planeta”. (Samuel Ponce, basado en la teoría del caos).

No sé si hoy pueda lograr conciliar el sueño. No se trata de que la imagen que me estremeció sea menos dura en comparación con otras realidades capaces de sacudir el alma de una piedra. Diré que la fotografía la tomó una persona que no tenía la intención de hacer pública este momento tan duro como el de un niño durmiendo en un banco de un parque. ¿Con qué derecho podemos permanecer impasibles cuando ocurre algo semejante en cualquier parte del mundo? Niños, robados de su infancia, alejados de sus verdaderos sueños que es soñar desde su inocencia, arrojados a tan intempestiva marea de horrores generados por las diferencias imperialistas.

Me pregunto: ¿Por qué? No haré comparaciones, solo buscaré datos que están disponibles en la Internet, informaciones que no podrían dejarnos tranquilos ni siquiera después de la muerte. Niños famélicos por el hambre y la miseria, que sufren del frío y de la helada perpetua que provoca el abandono. ¿Por qué?, me pregunto. ¿Qué derecho tenemos a permanecer tranquilos, besar a nuestros hijos que son “salvados” de esa otra realidad que no nos alcanza, que no nos muerde porque se ve en imágenes de otras latitudes? ¿Con qué derecho podemos decir que amamos a los nuestros, mientras otros niños van a la guerra o la guerra los arranca de sus vidas como si fuesen fragmentos de la misma metralla?

Ahora, mientras escribo, en la tranquilidad de un ordenador, no estoy tranquilo, me estremezco. Sé lo que se siente. No porque he padecido del frío o he sido privado de mis derechos. Tuve una infancia feliz, una adolescencia de privilegios, de escuelas gratuitas para forjar mis sueños y me hice revolucionario por convencimiento.



Pongo a disposición el artículo de un colega de Prensa Latina, un amigo y compañero: Rafael Contreras. Así dice su trabajo periodístico:
Más de dos mil millones de personas viven en estado de pobreza en el mundo, según datos del Banco Mundial. La fuente reconoce que no existen perspectivas concretas de poder bajar esa cifra, integrada en su mayor parte por habitantes de África, regiones asiáticas, América Latina y el Caribe.

Al iniciar el año 2011, lejos de atenuarse, el avance de la pobreza parece destinado a avanzar desenfrenadamente, impulsada por el neoliberalismo, la globalización y la absurda distribución de la riqueza.

La desigualdad en la enseñanza y los servicios sociales, la falta de higiene pública, la ausencia de abastecimiento de agua potable, insuficientes mercados, el latifundio y la carencia de infraestructuras apropiadas se agregan a los recursos monetarios mal repartidos.
El 77 por ciento de las personas más pobres del mundo viven en el campo, pero las condiciones de vida del 23 por ciento que habita las ciudades resulta todavía peor.



LA MISERIA TIENE MAYOR ROSTRO URBANO

Más de 910 millones de personas se acuestan diariamente sin comer algún alimento y de ellos 310 millones son niños. Sin embargo, Amartya Sen, premio Nóbel de Economía de 1998, estableció en uno de sus estudios que la inversión en la niñez, teniendo en cuenta su relación con la edad adulta, es un componente importante del desarrollo futuro para cualquier nación.
En el África subsahariana, con 60 por ciento de la población sumida en la miseria, el trabajo apenas alcanza para proveer de algo que comer y las pertenencias materiales son escasas o inexistentes.

Para el 50 por ciento de la población del continente africano son comunes enfermedades tales como el cólera y la diarrea infantil por la falta de agua potable, y la malaria ataca con especial saña a los niños.

En las últimas dos décadas la expectativa de vida de loa africanos cayó en 15 años por causa de la pobreza y las enfermedades.

América Latina, empobrecida por un comercio internacional injusto, privatizaciones apresuradas y reformas fiscales desfavorables, aparece sin embargo en las estadísticas y pronósticos como una región de buenas perspectivas en su Producto Interno Bruto.

Tanto el Banco Mundial como el Fondo Monetario Internacional indican un crecimiento económico para la región de entre 2,4 a 3,1 por ciento para 2011, bajo la pretensión de que el PIB en ascenso es sinónimo de progreso.

La realidad es diferente y lo muestra que un 15 por ciento de los niños de menos de cinco años padecen desnutrición crónica, signo evidente de pobreza severa. El propio Banco Mundial reconoce que 128 millones de latinoamericanos viven con menos de dos dólares y 50 millones de ellos figuran en estado crítico de miseria al percibir ingresos inferiores a un dólar diario.
México, integrante del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, del que supuestamente se beneficiaría la población, vio crecer su nivel de pobreza hasta 23 millones de personas, 17 millones de ellas consideradas en la indigencia.

La contradicción entre el enunciado crecimiento económico de América Latina y la grave situación social se explica por la profundización de la distancia entre ricos y pobres.
América Central es otro ejemplo del poder devastador de la pobreza, consecuencia del desigual reparto de la riqueza. Honduras es el segundo país más pobre de Centroamérica y el tercero de América Latina y el Caribe después de Haití y Nicaragua.

En Guatemala más de 50 por ciento de la población vive por debajo de la línea de pobreza y más de un millón de niños trabajan sin estudiar. Haití sobrepasa todos los límites. Los pobres representan 75 por ciento de la población, la esperanza de vida no llega a 50 años y la mitad de la población no sabe leer ni escribir.

La desnutrición crónica ataca a un 67 por ciento de los haitianos y el SIDA tiene la tasa de mortalidad más alta del Caribe, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Tampoco Asia escapa del Apocalipsis del siglo XXI. Más de 350 millones de niños viven en absoluta mendicidad, 40 millones no asisten a las escuelas por ayudar a sus familias a sobrevivir y uno de cada 10 muere antes de cumplir cinco años.

Hasta la lejana Oceanía y el Asia Suroccidental reportan más de 200 millones de personas con ingresos inferiores a un dólar diario.




PAÍSES INDUSTRIALIZADOS

La pobreza crece en los tiempos del neoliberalismo y se consolida incluso en Estados Unidos.
Se habla de la potente economía estadounidense, pero lo cierto es que allí el reparto desigual de la riqueza provoca que casi 30 millones de personas se clasifiquen como muy pobres.
Quiere decir que en el país más rico del planeta uno de cada cuatro miembros de la población negra, 21 por ciento de origen hispano y 8,2 por ciento de los blancos no acceden a cubrir sus necesidades básicas de alimentos, vestido y vivienda.



Europa cobija aproximadamente a 58 millones de personas en igual situación, con Grecia, Portugal y España como los países más severamente golpeados por la mala distribución de la renta.

El Viejo Continente, según la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), es una región caracterizada por una gran diversidad, porque comprende algunos de los países más avanzados del mundo y otros con alto porcentaje de pobreza. Si aumenta el número de pobres, otros males sociales se consolidan con ella.

La delincuencia, el hambre, las enfermedades, la prostitución y el incremento de la población penal son algunos de los flagelos que la acompañan. La pretensión de que las recetas neoliberales y la globalización liquidarán este flagelo es una especulación sin fundamento, rebatida por las realidades de un mundo cada vez más pobre.


* El autor del artículo de referncia: Rafael Contreras, es jefe de la Redacción Económica de Prensa Latina.



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