miércoles, 23 de marzo de 2011

Heridas visibles en el corazón del Sur



Raúl San Miguel

Fotos: Tomadas de la Internet

No es un presagio, sino un hecho siniestro y real: el Premio Nobel de la Paz, y presidente de los Estados Unidos, adelantó su periplo latinoamericano que le trajo a El Salvador, la visita a la tumba del asesinado arzobispo Oscar Arnulfo Romero, un incansable defensor de los derechos humanos y de los pobres, asesinado el 24 de marzo de 1980 por la extrema derecha y la CIA mientras oficiaba misa en la capilla de un hospital de San Salvador.

Lo increíble de este hecho _que demuestra la hipocresía del imperio, en la representación del presidente norteamericano_ es que tiene lugar cuando aviones de la coalición estadounidense, contra Libia, realizaron un total de 336 salidas y 108 ataques aéreos desde el inicio de la ofensiva el sábado, según reportes del Pentágono.

En medio de esta situación bélica en el Oriente Medio, el mandatario estadounidense “lanza su ofensiva” hacia el sur continental en un esfuerzo por crear una situación favorable a los Estados Unidos como parte de su política de “guerra suave” si tenemos en cuenta la fuerte presión diplomática para ejercer los designios de Washington en todo el mundo, la estrategia de los golpes de estado (en Latinoamérica) y el traslado de las operaciones de fuego directo hacia la región del planeta donde se encuentran los yacimientos petrolíferos más lejanos de Estados Unidos.

Por supuesto, la presencia del señor Barack, en la tumba del arzobispo Oscar Arnulfo Romero, hace recordar que pesa sobre la actitud de la administración norteamericana, el apoyo de los servicios de inteligencia de ese país (CIA), en la ola de asesinatos realizados contra los miembros de la izquierda salvadoreña. Tiempos en que la USAID, establecía el programa de “Alianza para el Progreso” en un pretexto para establecer, como política de diálogo con la región, la presencia de grupos paramilitares asesorados y entrenados en bases y por militares estadounidenses con el apoyo de grupos de la extrema derecha en El Salvador y que asesinaban a dirigentes sociales.

Precisamente el Frente Farabundo Martí para la Liberacion Nacional (FMLN), partido gobernante, fue una de las organizaciones calificadas como “terroristas” por el gobierno norteamericano. Sin embargo, el gobierno de Mauricio Funes explicó que la visita (del señor Barack Obama) a la tumba se realizará para hacer un homenaje a las luchas que emprendió Monseñor Romero durante la década de los 70 y 80. ¿Cómo es posible tanta infamia? No obstante, agregó: “La gente (el pueblo salvadoreño) lo ve como una ofensa, porque dicen que en los años 80, cuando había guerra en este país (guerra que el señor Funes no recuerda en la propia historia contemporánea y reciente de su país), Estados Unidos financió al ejército nacional y avaló desapariciones y torturas (…) dicen que es una ofensa para quien denunció todas esas violaciones de derechos humanos. Por eso, quieren que (…) pida disculpas por esas acciones”, agregó.

La posición del señor Barack Obama no difiere de la conducta imperialista de sus predecesores en representación de los círculos de poder. El gobierno de Estados Unidos, en su momento, financió la guerra que se realizaba contra el movimiento de liberación nacional de El Salvador.

Como si fuera poco, su presencia fue relacionada con un sismo de 3,1 grado de magnitud y protestas en las calles contra su visita. El temblor, con escasa profundidad y con epicentro en el área metropolitana de San Salvador, se produjo justo cuando Obama ingresaba a la casa de gobierno, informó una fuente oficial.
Organizaciones, movimientos sociales, obreros y estudiantes se concentraron en las calles de la ciudad de San Salvador para rechazar la visita.

Las heridas del Sur, aun son visibles, pasar la manos y pedir disculpas frente a la tumba del Arzobispo Oscar Arnulfo Romero, no le exime de su responsabilidad en las muertes de otras miles de personas en naciones invadidas en el Oriente Medio, de los miles que están desaparecidos en cárceles ocultas en bases militares y buques sin que sobre ellos se pueda ajustar ninguna ley, ni jurisdicción de país o lo establecido por las Naciones Unidas para los prisioneros de guerra, si fuera considerado.

Pienso, mientras escribo estas líneas, en la obra de José Saramago: Ensayo de la ceguera. No creo que el lado oscuro de la política imperial no sea visible en la supuesta visita del presidente Obama a nuestras naciones del Sur. Las heridas aún están abiertas.

Nota: Agradezco la colaboracion de la Psicologa Social Nora Salas

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