sábado, 11 de octubre de 2014

Los amigos




RSM


Ilustración: Samuel


Tuve la suerte de crecer en un ambiente familiar propicio para la lectura y las artes, pero sobre todo en un país donde -más que una suerte- ha sido un derecho ganado. Lo cierto es que, en cada momento, recuerdo muchas de las fábulas de la literatura universal y patakines de la cultura yorubá,  aprehendidas (con hache de aché, tal y como escribo esa palabra), especialmente las de Esopo y los cuentos infantiles de la literatura rusa. Recuerdo en particular, por circunstancias determinadas, la esencia o moraleja de un texto relacionado con el encuentro de unos amigos y un oso.  


Resulta que estos amigos decidieron ir a buscar manzanas a un bosque cercano. En el trayecto fueron sorprendidos por un oso enorme y hambriento. Dos de los muchachos pudieron correr rápidamente a un árbol y encontrar refugio. El tercero no pudo alcanzarlos y se tumbó sobre la hierba y se hizo el muerto. Sabía, así le habían contado los padres, que los osos no comen animales muertos (bueno, tal era el cuento y los cuentos, cuentos son) y no tuvo otra opción que probarlo a riesgo de su propia vida.

El plantígrado husmeó el cuerpo, casi helado del chico por el susto, hociqueó por allá, buscó el aliento y se marchó.

Una vez que se perdió del entorno, bajaron los otros dos.

_ ¿Qué te dijo el oso, al oído?, preguntó uno.

_ Vimos cuanto se acercó y musitó algo, aseguró el otro.

El tercero, repuesto del tamaño susto, respondió:

_ Me dijo que los amigos nunca abandonan a quien está en peligro.



Tal fueron las enseñanzas que recibí.  Les dejo la versión original, aunque la moraleja es la misma.








De las fábulas de Esopo



Los caminantes y el oso



Dos amigos marchaban juntos por un mismo camino. De pronto se les apareció un oso. Uno se subió en seguida a un árbol, ocultándose muy bien. El otro, menos ágil, sólo pudo tirarse al suelo y contener la respiración para fingirse muerto. El oso se le acercó y lo olió por todas partes, abandonándolo luego, convencido de que se trataba de un cadáver.

Cuando el animal estuvo bien lejos, el hombre que había estado escondido en el árbol bajó y le preguntó a su amigo qué le había dicho el oso.

Que en adelante no vaya jamás con amigos que me dejen solo ante el peligro.



A los verdaderos amigos se los reconoce en los momentos de desgracia.

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