jueves, 24 de junio de 2010

Hombres de Carbón




Por RAÚL SAN MIGUEL Fotos: ROLY MONTALVÁN

Avanzamos sobre un terraplén tupido por la hierba y los arbustos de romerillo. En ocasiones el joven chofer, Liosvany Armas Jiménez, se las arregla para no caer en los baches profundos y cubiertos por la lluvia que provocó a su paso por el Caribe el huracán Chantal.
Rolando Zamora Rodríguez, jefe de la unidad citrícola neopacina, responde a las interrogantes sobre los hombres que habitan en un monte de 20,1 kilómetros cuadrados y que forman parte de la Unidad Básica de Producción Forestal (UBPF) conocida por Plan Nuevo, al sureste de la provincia de La Habana y a pocos minutos por carretera de su vecina Matanzas.
Zamora, siente un respeto especial por los carboneros. Dice que construyen hornos capaces de producir hasta 400 sacos y señala el rebrote de los júcaros como si adelantara otra interrogante de sus interlocutores.
"Es importante proteger y sembrar los jucarales", dice. Después señala la exuberante flora entre la cual se descubren la Sígua, el Cabo de hacha, la Guara, el Soplillo, la Clavellina, el Bagá, la Yúa y otras especies como el Roble, el Cedro, la Majagua y la Caoba.

LA BUSQUEDA

El ruido del motor asusta a unos pájaros con plumas verdes y azules que se esconden entre el follaje de una Guásima. Son cotorras.
Más adelante un grupo de cerdos cruza a pocos metros del vehículo y observan con cierta curiosidad a los tripulantes para lanzarse en veloz carrera hacia un costado del camino que nos deja frente a un lugar abierto, donde varias personas se ocupan de recoger el carbón vegetal sobre la tierra quemada y ennegrecida.
A pesar de la brusca irrupción de los recién llegados, los hombres del carbón parecen indiferentes a la presencia de los visitantes. Uno de ellos coloca los palos de un nuevo horno. Se llama Pedro Castañeda Pérez. Tiene 63 años, pero se mantiene activo a pesar de su condición de jubilado. Sabe que puede ganar hasta 600 pesos en un mes de acuerdo con los resultados de su labor.
Pedro recibe otros beneficios como la cuota especial de alimentos asignada por la Delegación de la Agricultura que consiste en la entrega de arroz, frijoles, azúcar, sal, huevos, además de artículos de uso personal como los cigarros, mosquiteros y colchonetas para dormir, mientras que de sus centros de trabajo reciben la carne de cerdo, de ovejos y grasas comestibles, entre otros alimentos.
Este hombre de mirada sabia tiene los brazos como ríos de madera. En cada una de sus respuestas se advierte el respeto por la labor de sus compañeros. No hay nada mágico ni extraordinario a simple vista. Solo cuando descubres el por que de esa rigurosa concentración, entiendes como evitan las lesiones provocadas por el hacha, el machete o la sorpresiva erupción de un horno mal concebido desde su montaje.

EL CAFÉ

Pedro entró en el bohío cubierto por el tizne y a solo cuatro metros de los restos de un horno. En el interior de su vivienda de tránsito el fogón encendido para el café hace bullir el néctar dentro del recipiente metálico. El aroma que despide la colada invita de manera informal.
En las paredes de la casa se observan algunas ropas colgadas. Entre las hendiduras del piso de madera se esconde el chamizo. Cerca de la ventana, la litera permanece cubierta por el mosquitero.
"Desde ahí vigilo el horno", explica y su voz describe las veces que se levanta para mirar o escuchar el trabajo del fuego.
"Las tres primeras noches hay que mantenerse al tanto de posibles "piteras" (escapes de presión). En dos horas se puede "volar" y convertirse en cenizas todo el trabajo."



Israel Cepero Monzón, carbonero y Vanguardia Nacional, aprueba con un gesto. Desde los 12 años realiza esta labor. Nadie, en este lugar, le alcanza o supera su registro personal en producción de carbón. Aseguran que puede fabricar hasta mil sacos en un mes.
Cuando Israel se adentra en el monte comienza a quitar la maleza hasta dejar todo limpio alrededor de los árboles que le sirven de materia prima para el carbón. Se toma un buchito de café fuerte y amargo. Después enciende un tabaco que chupa despacio hasta dejarlo casi terminado. Luego comienza el corte, en solitario, sin pensar en nada ajeno a su trabajo. Solo escucha los golpes del acero filoso sobre el tronco y el quejido del madero cuando se desploma sobre la tierra, una y otra vez.
Dos días después ha cortado lo suficiente para iniciar la difícil tarea de llevar la pesada carga, sobre sus hombros, hasta el sitio donde espera la "chispita", un vagón autopropulsado sobre rieles que, en algunos lugares, son cubiertos por el agua y el fango que provocan el descarrilamiento del vehículo en una peligrosa caída donde se mezclan los hombres, el vehículo y los maderos.
Para evitar estos accidentes los conductores deben mantenerse al tanto de cada señal de peligro en la vía. Los carboneros aseguran que es un trabajo peligroso y complejo.
Cuando ocurre este problema, se necesitan 10 personas para devolver el carro a la línea de hierro y volver a estibar la madera. Entonces, los hombres trabajan en silencio como si pudieran evitar el paso de las horas. En sus rostros se acentúan las grietas por el tiempo perdido y la amenaza de incumplir el plan individual. Porque siempre es superior al propuesto por la dirección de la Empresa.
"Ahora, carecemos de los rieles y los clavos para asegurar las líneas del ferrocarril", explica Israel y su respuesta coincide con lo expuesto por Gregorio Hervis Milián, el joven que les dirige.
En realidad la vía férrea se deteriora por los continuos cambios de lugar y las condiciones de sobrexplotación. Estas paralelas se extienden hasta tres kilómetros desde el centro donde se elabora el carbón (en tierra firme) hasta la ciénaga, muy cerca del mar. Su traslado se realiza en forma manual por la brigada de cargadores.
Las dificultades para obtener estos rieles se relacionan con la sustitución y modernización de los ferrocarriles vinculados a la actividad azucarera. La ausencia de estos hierros, en áreas de los Complejos Agroindustriales, amenaza con poner fuera de servicio a este sistema de transporte que humaniza el trabajo de los carboneros.



EL CAÑONAZO

La explosión sacude la tierra. A través de la boca de fuego, escapan los maderos convertidos en proyectiles encendidos. El horno se estremece, estalla y expulsa la tierra que lo cubre, en medio de los rostros tiznados de los agitados hombres.
Le llaman cañonazos al efecto causado debido a la acumulación de aire caliente dentro del horno.
"Cuando tienes experiencia se puede impedir la destrucción del trabajo", asegura Hervis y continúa: "El horno es algo vivo. Te avisa cuando aspira el humo, lo traga. Es ese el momento en que debes tapar la apertura, pero lentamente y con mucho cuidado. Algunos compañeros han sido sorprendidos, por estos escapes, prácticamente bajo sus pies."
Israel Cepero, vuelva a intervenir para referirse a otra situación.
"Aquí, el tiempo mejor es en los meses de seca. Cuando aparecen las aguas se levanta el mosquito y se entorpece el trabajo. A veces el agua nos encierra en estos parajes."
Hace una mueca de disgusto. Da una mordida al mocho de tabaco y da por concluida su intervención en el tema. Su hijo Yohislán, atento y callado, le da una vuelta a su mocho de tabaco y también se marcha.
Ángel Antonio Sánchez Alarcón, de 59 años de edad, y Claudio Mendoza Rojas, de 63, sonríen.
Mendoza, sacude el sombrero contra su mano y lo coloca sobre sus cabellos completamente blancos.
"Yo me tiño el pelo con cal", bromea y después, con rostro serio, argumenta sobre las consecuencias del mal humor. "Por eso es que trabajo solo o casi..., bueno Periquito me ayuda."
Periquito es un sujeto singular, de carácter fuerte, pero amistoso. A pesar de ser un animal (un caballo) practica el multioficio. Lo mismo saca maderos del monte que sirve de transporte colectivo.
EL PLAN

Rolando Zamora, el jefe de la unidad citrícola, informa que el objetivo de la actividad es la de producir carbón para el calentamiento de las aves en naves de cría, de acuerdo con una solicitud de la Delegación de la Agricultura que tiene el propósito de buscar fuentes alternativas para garantizar la energía en las incubadoras.
También se cumplen con solicitudes de la Empresa de Comercio Municipal, la población y pedidos de hoteles y restaurantes para el turismo nacional e internacional.
Esta actividad se realiza bajo rigurosos controles relacionados con la protección forestal, la repoblación de las áreas boscosas y la fauna local. Todo en coordinación con las delegaciones de los ministerios de la Agricultura y el de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.
El primer domingo de cada mes se realiza una reunión provincial entre los carboneros de todas las unidades con la dirección de la agricultura en la provincia. Se trata de un intercambio, en el cual se proponen soluciones a problemas de cómo resolver un par de botas hasta la estrategia a seguir para cumplir determinados objetivos del trabajo durante una etapa determinada.
Los carboneros aseguran que esta reunión es más importante que un día de trabajo porque les permite recibir la orientación necesaria en relación con sus planes individuales y discutir, personalmente, con el ingeniero Alcides López Labrada, delegado de la agricultura en La Habana.

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