jueves, 28 de octubre de 2010

¿Cómo matar a un presidente?

Raúl San Miguel

Foto: Tomada de la Internet

(Especial para Los Guardianes de Chávez)

El título de este trabajo lo tomé prestado de algún lugar, pero sé que se corresponde (en la realidad) con la estrategia de los servicios de inteligencia del gobierno de los Estados Unidos desde que lanzaron su ofensiva para convertirse en la primera potencia del planeta al concluir la Segunda Guerra Mundial e iniciarse el período (aún inconcluso) conocido por “Guerra Fría”.

Desde entonces los planes de la CIA, la cara visible de las tantas agencias de inteligencia que sirven a este y otros propósitos, ha entrenado especialistas, mercenarios y terroristas de todo el planeta para lograr sus objetivos. Por supuesto, el nombre de estos hombres es edulcorado por los medios de prensa al servicio del imperio con apelativos que les califican de “luchadores por la democracia”, opositores y cualquier otro epíteto que les sirva para cubrir su fachada de asesinos como ha ocurrido en el caso de Luis Posada Carriles, bien conocido por sus crímenes al servicio de la CIA, en Venezuela.

Muchos de los planes de muerte contra presidentes, contrarios a la línea imperial y defensores de las revoluciones populares, han sido ejecutados por agentes entrenados y especializados en el uso de armas (previamente elaboradas) para realizar estos asesinatos. Incluso, estas acciones se han realizado en el propio territorio de los Estados Unidos como ocurrió en el caso del excanciller chileno Orlando Lethelier, cuyo coche fue volado mientras circulaba por una ciudad acompañado de su secretaria estadounidense.

Los planes y armas elaborados por técnicos en explosivos y “científicos” al servicio de la CIA, han sido tan exclusivos que solo pueden superar una mentalidad enfermiza o paranoica. Los intentos de eliminación física del líder histórico de la Revolución cubana, Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, constituyen una prueba inequívoca de estas acciones magnicidas encubiertas e incluso declaradas públicamente por terroristas como Orlando Bosh, quien ha recibido la impunidad vitalicia de todas las administraciones estadounidenses hasta la fecha.



Matar a un presidente no ha sido un problema para la CIA. En sus laboratorios se prueban las nuevas armas que incluyen elementos sofisticados para generar enfermedades letales en sus víctimas. De ahí que sea una prioridad eliminar a todas aquellas figuras políticas prominentes que antes fueron estudiadas o seguidas de cerca por sus especialistas en diferentes temáticas relacionadas con las áreas geográficas y naciones en las cuales los Estados Unidos desea intervenir o mantener bajo su dominio imperial en forma directa (invasión) o indirecta (sometimiento y anexionismo político y administrativo de los gobiernos en estas naciones para responder directamente a Washington). Por supuesto, los medios y las acciones se perfeccionan. Incluso, la eliminación de estas figuras no excluye a personas nacidas en suelo norteamericano y tengan una posible influencia en el cambio de la política imperial de su país con respecto al resto del mundo.

Las grandes cadenas de la información comienzan a ocupar, cada vez más, un puesto en esta guerra en el ciberespacio. Se trabaja directamente en cada emisión de radio y televisión e incluye todo aquel medio que permita difundir el mensaje distorsionado que pretenden incluir en el subconsciente de las personas.

El bombardeo mediático es una de las formas de preparación artillera para matar a un presidente, en este caso, recuérdese lo ocurrido en Honduras (ejecución fallida) y el posterior ajuste de cuentas a más de 700 personas asesinadas por apoyar al presidente constitucional. Todo sin descontar el asesinato de periodistas.

Recientemente ocurrió con la intentona golpista en Ecuador contra el Presidente Rafael Correa. En el caso de Chávez, el ritual no ha dejado de realizarse. Cada segundo se prepara un nuevo intento de asesinato para eliminar al líder de la Revolución Bolivariana. Sin embargo, el pueblo venezolano ha tomado conciencia de su papel histórico y mostró su decisión a salvar la Revolución y el Socialismo del Siglo XXI.

La receta para matar a un presidente es tan antigua como los ejemplos que recoge la historia en los propios Estados Unidos, solo que ahora el imperio extiende sus garras y busca (en la eliminación de los líderes populares) el camino libre para el sometimiento y recolonización imperial de los pueblos. Eso, considero, no podrá ocurrir en Venezuela. Ni siquiera cuando el Presidente Chávez no se encuentre físicamente. El árbol ha crecido y expandido sus ideas con nuevos frutos que emergen de la tierra fresca, bolivariana y madre como toda nuestra América.

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